Publicidad

Ecuador, 28 de Marzo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

"¡Taaa, ta, ta, ta...ta!"

"¡Taaa, ta,  ta, ta...ta!"
21 de junio de 2016 - 00:00 - Por: Pedro Ortiz Jr.

Rubén Aguirre fue un buen actor, tan bueno que hasta ahora y para siempre le creemos que ha sido educador y no lo dudamos ni un segundo, cuando un artista logra borrar esa línea que divide la realidad de la ficción puede estar seguro que tuvo éxito en su carrera.

No era de los indispensables como Quico (hoy escrito “Kiko” por cuestiones de disputa de los derechos del personaje) o Don Ramón, sin quienes la serie El Chavo del 8 nunca más fue igual. Sin embargo su presencia ejercía un peso de balance en las bases de la historia, un rol de soporte brillante, algo que en el mundo de la comedia se conoce como “el patiño ideal”.

Aguirre tenía la estatura de un “ferrocarril parado”, no en vano su apellido de profesor evocaba a las jirafas, su voz profunda imponía el respeto que se le debe al maestro aunque por su prolongada simpatía fuera comparado y hasta dibujado como una longaniza. Cantaba bien, tocaba la guitarra con facilidad y a pesar de su físico tan distintivo lograba encarnar varios personajes como Frankenstein, El matonsísimo Kid, el Sargento Refugio y mi favorito, incluso por sobre Jirafales, Lucas Tañeda, el chifladito.

Otra virtud que lo mantuvo vigente fue nunca enemistarse con su viejo amigo, Roberto Gómez Bolaños, por eso su relación duró hasta el fin de las ediciones de las chespiritadas, algo muy singular, dado que no son pocas las peleas que tuvo “El Chavo” con parte de su elenco y destaca en su biografía que aún actuando del eterno enamorado de Doña Florinda (la mujer del jefe en la vida real), no tuvo nada con ella, otra clave para cuidar amistad y trabajo.

Si quieren ver en toda su dimensión a Rubén Aguirre, miren el corto sketch llamado “Coplas Rancheras”, o canten junto a él ese pegadizo tema “El País de las Fantasías”, péguese un round de box en la mitad del patio de la vecindad y presuma de sus heridas de la época de torero y por último vaya en busca de su novia para sacarla cuarto aparte, pero aprendido y practicado el pasito de “ándale que taca taca taca la petaca”.
Pero, sobre todo, acuérdese de las lecciones que nos deja este profesor de aritmética, historia, gimnasia y música, mayormente pedagogo y catedrático del amor que nos invita a llevar, en el momento de conquistar a la dama de sus sueños, traje formal con sombrero elegante, fumar fino habano y obsequiar flores frescas, ir dispuesto a tomarse todas las tazas de café que su gastritis le permita, comer churros caseros, salir a pasear del brazo de su pretendida y tener mucha paciencia con su entenado y sus amigotes que a veces lo hacían expresar sus famosos “Ta Ta Ta Ta Tá”.
Deja el aula de la vida por la puerta grande, este señor actor, de quien cuando mencionamos su nombre ahora que parte no nos entristecemos, al contrario solo tenemos recuerdos gratos… aunque en realidad nunca nos haya dado una lección… ¿o sí? (O)

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media