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Pecados
Lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia, soberbia; escoja uno.
Los ‘chongos’, grandes y chicos, con su microcosmos alrededor, el de más allá de la Laica y su zona de tolerancia nocturna, que va de las Américas hasta el ex- Bolocentro; la noche coqueta en las bancas de la 9 de Octubre, el centro casi ni esconde el erotismo pagado, sin mucho pudor se vacila una vida sexual efervescente, buhardillas, sotanitos, puertas con pepudos y la Primero de Mayo, casi extinta como los cines porno; la ciudad de las oscuridades brillantes llena de moteles y gasolineras. Lujuria.
La cama y su gravedad que apachurra, el sábado mucho, pero el domingo más, dormir hasta tarde, ver por televisión las marchas y criticar el calor de las calles fresquitos bajo techo, el aire acondicionado, el ventilador, el Menticol; ir sin zapatos por la casa, el control remoto, la radio a todo volumen, tararear una salsa mientras nos lastima la vista el fulgor de las doce del día. “Es tan vulgar el Sol”, como decía Medardo Ángel Silva, fastidiado por el rumor con que despierta su amanecer cordial, brisa caliente, árboles con ramas como brazos burlones que sacan el dedo medio con hojas verdes llenas de rencor. Pereza.
Calentado, con lo que sobró de anoche, ayer y anteanoche más lo que se le pone ese mismo rato, porque al tarro se me van los sociólogos: el arroz es la base de la sociedad, no la familia. Par de huevos, tallarín de gallina, si es que hay, recortes; salsa de tomate, un toque no más; harto queso, patacones, Quáker helado para bajar. Si hay plata, se sale a la calle a buscar bolón o encebollado, caldo de salchicha, ceviche de pescado o sánduche de chancho, caldo de bagre para el abuelo, todo con arroz, pan, chifle, ají, limón, cola y dos pepas para el hígado que patea como Chuck Norris. Gula.
El partido, el rival, la otra barra, los gritos, los cánticos, las provocaciones, los enfrentamientos, los saqueos, la guerra, los insultos en Twitter, las fotos y videos en Facebook de quién es más fiel, más fuerte, más mafia. El que te pita ni bien cambia el semáforo de rojo a verde, el que se te cambia de carril tirándote el carro y al que persigues para hacerle lo mismo, la política y sus amenazas, el racismo, la xenofobia, la revolución del teclado, como si las redes votaran. Ira.
Le va mejor en su trabajo al que menos camella, se ganó la lotería alguien que ya tenía harta plata, está viajando tu primo y su familia en un crucero a las Bahamas y tú finges celos positivos, críticas constructivas, envidia sana que tienen los enfermos. Al final igual es envidia.
Tener mucho y querer más, armar estafas, el chulco, el negocio chueco, las apuestas, las pirámides que te las disfrazan como ventas multinivel, dar un gran golpe, viajar con droga, contrabandear matute, soñar con un fraude electrónico, casarse por interés, divorciarse y llevarse todo, ganas de tenerlo todo y destruir al prójimo. Avaricia.
Ser más que el resto, presumir de lo que se carece, olvidarse de perdonar; vanidad, divino tesoro, pecado de famosos, tumbas de maquillaje con epitafio de cirugías, el poder que se corrompe revolcándose en los matorrales con la arrogancia, el orgullo sin disimulo. Soberbia.
Escoja el suyo.