No son las motos, lo aclaro por si no se dieron cuenta. No se trata del vehículo, no es la forma en que se comete el delito ni la modalidad, es quién lo comete, podremos quitarles las motocicletas a los villanos pero aún así continuarán cometiendo sus delitos a pie o en burro.

Pero por otro lado ¿cómo así tanta moto? De un año a otro, ¿hay alguna cifra de cuántas se venden, si todas son legales, cuál es la procedencia, hay algún mercado negro? Estoy lleno de preguntas al respecto.

¿Por qué dejamos que la enfermedad esté avanzada para darnos cuenta de que tenemos que intentar proporcionar una cura?

Escribo esto porque todos los días busco alguna respuesta en la televisión, pero los noticieros no me dan cifras, no me cuentan lo que realmente necesito saber, solo me dicen lo que yo ya estoy viendo en las imágenes, muchos reporteros son llanamente reproductores, narradores detallistas, expertos cronistas e improvisados humoristas.

Los reportajes en sí, de algunos noticieros, no son más que una salida al aire, hacer tiempo, intentar rating, dándole de doce a quince minutos a cada noticia “bomba” para ver cómo estalla el minuto a minuto ¿o no?

Que tire la primera piedra el que esté libre de culpa, me encantaría ver un informe que contenga cifras del índice delictivo, además que me oriente como televidente a qué hora y en qué sectores se cometen los crímenes “usuales” que todos sabemos por chisme criollo y no por ningún estudio.

¿No sería lindo que alguna vez nos den una luz para prevenir y no que nos embarren en la cara lo sucedido invitándonos a lamentar?

Creo que si los medios les exigiesen a las entidades respectivas cifras, estas terminarían dándoselas, pero si fungen de simples testigos de un operativo de revisión de papeles de autos y motos, y al mismo tiempo son felices con la escueta información recogida del momento, más la “comedia” que puede encontrar el reportero, me quedo en las mismas.

Me pasa igual con los programas de farándula, todos; no solo que no aportan al entretenimiento del televidente si no que son un gran despropósito. Por un lado están los que son muy buenos e inocentes, divertidos y por otro están los que son confrontadores y levantan la voz y “ponen en su sitio” a los ‘famosillos’, como si la ley les permitiera ser jueces y parte.

Todos los días la propuesta carece de talento, nadie canta, nadie baila o todos cantan y todos bailan, luego presentan dramas disfrazados de obra social y la dosis de escándalo (chisme, y cuando les juega el número hasta la crónica roja) es alta y poderosa.

Estar expuesto a unos minutos de estos cocteles perniciosos me hace sentir triste, preocupado e ignorante, todo lo contrario a estar informado y entretenido, a través de la televisión. (O)