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La gran belleza
No me gusta que le digan a Guayaquil “el manso”, ni de broma, ni de cariño, ni de pereza, creo que la historia de mi ciudad es lo más alejada de ser algo manso, el río sí, pero la ciudad está más cerca a parecer “de la furia” que tranquila, no me malinterpreten; cada cual con su romance, los hippies con su vuelo, los saltimbanquis con sus juegos y los neo-bohemios de las madrugadas con sus quejas, amarguras y añoranzas de un tiempo en el que nunca vivieron.
¡Manso no! ¿Por qué pues? Si nadie devuelve la cortesía, ni la gracia, diciendo por ejemplo “vamos a la carita”, refiriéndose a nuestra capital, Quito: la carita de Dios, por eso ni manso, ni mono, ni loro, ni iguana; lo que acarrea la pregunta como en un reguetón que nunca muere: ¿qué es lo que somos?
Somos noveleros, somos farándula, somos televisión, somos estadio, somos salsa, somos rock, somos sudor en las discotecas, somos puñete, somos celos, somos carcajadas estridentes, somos carajazos, somos matiné de arroz con pollo, con pasas y alverjitas, cola rosada y tallarín de carne con rodaja de supán, somos hotdog de cincuenta centavos, sánduche de chancho, pernil y pavito light.
Somos, en verano, calor con frío y en temporada de lluvias calor con más calor y humedad con calor y aire acondicionado a full todo el día con planilla de luz de dos gambas, dolor con aspirina, chuchaqui con caldo de bagre y el ají como Dios, omnipresente.
Somos dedo, al remo, buseta, taxi sin taxímetro, buseta con payaso y show musical incluido, metrovía con abrazos de cariño, somos teatro en la calle y carrera de informales, somos mosquitos y grillos, moscas y agua en funda colgada al lado de una sábila, somos cangrejo y bolo helado y veneramos todos los tipos de encebollado.
En la calle el peloteo, en las esquinas el besuqueo, en el cine el manoseo, en la vereda el piropeo y en los cuarteles del amor el tiroteo.
Pero también somos la opulencia, la extinta y la nueva, la belleza abandonada del barrio centenario y urdesa, los cerros que coexisten entre los milagros y la máxima pobreza, divididos por casas de colores para almas en blanco y negro, somos las escalinatas y el adoquín, el faro y las fiestas, la ternura de los esposos y la lujuria de los amantes,paseando por el malecón.
Somos cine, pizza, circo, parque, bicicleta, trote, oficina, terno y corbata, guayabera y pantaloneta, zapatos de caucho y zapatillas, cigarrillos, gafas, cadena de oro, reloj de plástico, care’loco pantalón de terno.
Somos el cholo que se cree aniñado y el aniñado que se esfuerza para que lo tasen de cholo, somos indígenas, negros, zambos, chinos, españoles, italianos, argentinos, brasileños, gringos con mochilas y con las caras rojas; así que de manso ni cuando duermo el sueño.
Quien se merece un monumento en esta ciudad es la gran belleza de lo que somos, aunque luego, ya borrachos, formemos columnas de conga para darle la vuelta y que venga un Gambardella a decir que nuestros trencitos son los más bonitos, porque no van a ninguna parte.