Publicidad
Punto de vista
La cuchara
La cuchara en la mesa es omnipresente, es el músculo de la comida local, el motor de la cocina, un elemento omnipotente para el que es diestro en el arte de comer con ella.
Más allá de las etiquetas, la cuchara es el sol y el resto de los comensales giramos en torno a ella. Orbitamos a ella por su capacidad receptiva, ya que no es esquiva como la sopa en el tenedor ni amenazante como el cuchillo afilado para los cortes gruesos de carne, no, la cuchara es amable, maternal.
El primer recuerdo al contacto alimenticio es el avioncito que aterriza en la boca del bebé, la cuchara como aeroplano, la alquimia de la imaginación.
De los mayores logros es conquistar a la mano, activar el pulgar y apretar el mango de la cucharita para casi no comer, pero sí causar los primeros desastres con la papilla por los suelos y la sopa de fideos en el pelo, la crema de zapallo en la cara y la risa incontenible de la inocencia, alegría purísima entre madre e hijo, regalo divino.
Con hambre exigir la cuchara porque con cubiertos demora, quemarse la lengua con la sopa, el paladar con el arroz del chaulafán que echa humo y viene embutido a presión dentro de la tarrina plástica del chifa, la misma que cede y se deforma con la tapa pegada tan a presión que parece una lata de cerveza que la han meneado con un centrifugador.
Ahí está uno como un Quijote con cuchara dispuesto a enfrentar estos peligros para llenar a Sancho Panza. Y la cara de los curiosos que hurgamos en el espejo de la brillante superficie del metal como si fuera un cerrojo a la indiscreción de los días aburridos, cuantas veces pelamos los ojos y sacamos la lengua que se refleja en sus formas cóncava y convexa, payasada que es paliativo de la ansiedad que no sirven rápido.
El que come con cuchara puede ir y regresar de la guerra. Si necesitas fuego puedes reflejar la luz del sol y quemar unas hojas secas y te calientas, si necesitas defenderte la afilas contra el cemento y tiene la punta de una lanza, si se te ofrece puedes cavar un túnel de escape, o arar la tierra, o armar castillos de arena y hasta la cuchara doctora aparece si te sale un orzuelo, solo la dejas al sereno y te la pones en el ojo, remedio santo.
¡Con cuchara grande madrina! Ya se escucha al cliente sentado, moviendo el ají con la chiquita esperando el encebollado o la cazuela, el caldo de pata o la salchicha, porción de cocolón que solo se puede comer con cuchara y con la que muere de vergüenza el tenedor. (O)