Soy multidisciplinario, tengo la inocencia asombrada de los años ochenta donde mis ojos se encandelillaban con colores neones, jeans desteñidos, videojuegos de Arcade y peinado con colita, luego crecí y me sumergí en la cultura grunge, los noventa de lleno con camisa franela y peinado hongo o pelo largo, zapatos Converse sin amarrar, pantalonetas o botas, altas dosis de sarcasmo y guerra contra el stablishment.

En mi casa siempre hubo música variada, desde Julio Iglesias hasta Dio, desde José Luis Rodríguez hasta John Cougar Mellencamp, desde Grease hasta Meat Loaf, desde Menudo hasta KISS. ¿Será acaso por eso que no le temo a la música, puedo apreciar canciones de Kiruba tanto como las de Julio Jaramillo o Jorge Drexler como Ozzy Ozbourne?

¿Acaso existe un ser más valiente que un rockero que cante a todo pulmón ‘Ave María’, de Bisbal porque descubre que guarda muchas similitudes con ‘Anyway you want it’, de Journey? Es como ver un clasiquero bailando ‘El jardinero’, de Wilfrido Vargas, mientras en su cabeza entona ‘Inmigrant Song’ o ‘Misty Moutain Hop’, de Led Zeppelin, lo más movido que ha considerado en su vida.

¿Por qué no podría cantar con sus hijos ‘Los planetas’, de Tico Tico, un metalero amante de las artes oscuras del black y que también se pinta la cara para sus festivales paganos en los que participa con su banda de covers de Mayhem, Satyricon, Gorgoroth o Inmortal? ¿Por qué no? Si la felicidad muchas veces tiene el precio que tú quieras etiquetarle y estar alegre no es un sacrilegio.

Debe ser que soy antirradicalismos: amo la carne roja, pero hago dieta vegetariana, me cuesta entender cuando se pelean por fútbol y me gusta ser el hincha número uno. Me gusta Metallica, pero me fui al concierto del ‘Puma’.

Y no solo era José Luis Rodríguez el ‘Puma’, además, junto a él estaban Los Panchos, María Martha Serra Lima y Los Iracundos, suficiente para sentirme Benjamín Button, rodeado de tanto público mayor, pero qué más da. Soy un bicho raro y me gusta.

El ‘Puma’ estuvo excelente. Tiene un problema en sus pulmones, como sabemos, que lo hace toser después de cada canción o cada discurso, pero más allá de su gran voz que aún conserva, me quedo con dos de sus palabras, unas expresadas en rueda de prensa, donde contó que ya no se tinturaba el cabello porque había aceptado su edad; y otras en medio concierto, en el que recordó que tenemos derecho a ser felices... y hasta lo cantó.

Sí señor, todavía ruge ese ‘Puma’ y hace emocionar con sus clásicos. Y algunos bailaron, sobre todo en la mesa de ebrios que tenía en frente. Uno de ellos se durmió una hora antes y sus ‘buenos’ amigos le hacían una fila de conga y se sacaban selfies con su dignidad perdida un jueves por la noche.

Al día siguiente mi agenda tenía a Pimpinela, Charlie Aponte, el ex Gran Combo de Puerto Rico, e ir al estreno mundial de La Era de Hielo 5. Así de variados son mis días. Y es que
estamos de fiesta en la ciudad que duerme solo cuando la música se apaga y los ojos se cierran para soñar con más bulla y jarana. (O)