Si las redes sociales suelen ser un infiernillo, los grupos de whatsapp son el purgatorio, y quien forme parte de uno a voluntad, por conveniencia, distracción o por exigencia me dará la razón. No sirven más estos grupos que para pelearse, discutir y enfrentarse por culpa de la política, los programas de televisión, el fútbol, los resentimientos familiares que no se superan, presumir de lo que se tiene pero que el resto dice que no se tiene, ser los reyes y reinas de la promiscuidad y la abstinencia, farra, matinés, cumpleaños, vendedores de planes y productos multinivel.

Son las variables humanas en su máxima expresión y a la mano, literalmente, todo el tiempo, y ahí es cuando uno se pregunta ¿por qué y para qué caracoles estoy metido en esto? La respuesta tal vez no sea tan sencilla, pero atino a pensar que la idea de estar junto a la gente que esperamos que sea como en nuestros recuerdos es muy llamativa hasta que comprobamos que lo que recordamos de la vida en realidad son retazos de momentos casi todos buenos, por eso nuestra familia y amigos suenan mejor en nuestra cabeza que en nuestro grupo de whatsapp.

¿Pero es que estas ansias de estar conectados siempre con todos y todo no tienen límite? Lo peor es que nuestro concepto de TODO está tan errado porque nuestro mundo actual entra en la pantalla de un celular, y ese no es el mundo solo un espejismo de caracteres y videos, de chismes y de fotos. Aquella frase bíblica “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra” fácilmente ahora podría ser ¡Que levante la mano el que aún usa el teléfono para hacer y recibir llamadas! La verdad es que la última vez que fui a comprar un aparato de esos que solían llamarse teléfonos celulares -y que ahora se nombran smartphones- el vendedor me dijo que las posibilidades tecnológicas del que me gustaba eran casi infinitas. Se puede jugar Candy Crush, Angry Birds, Plants Versus Zombies, Flappy Bird, tiene whatsapp, puedes descargarte más de 100 radios online, para los videos cuentas con YouTube, vine, vimeo, con esta aplicación puedes ver TV online, con la de acá puedes ver cuántos kilómetros corres y dividirlos por el tiempo que inviertes en hacerlo para que te dé como resultado la cantidad de calorías que estás quemando, además viene con Instagram que hace que saques unas fotos de comidas espectaculares y que todo parezca tan retro y nostálgico con sus filtros que hacen que el hoy simule un antes que se antoja mejor.

Además puede guardar más de 15 mil fotos, 10 mil canciones, 5 mil videos, y con esta del clima del mundo y creo que me metía cuando me dijo que con la app de acá se podía detectar hasta si nos ataca Godzilla. Lo interrumpí porque el chico tenía material para hablar como Fidel en la ONU, así que paré su filibusterismo para preguntarle dos cosas claves y que a mí me interesaba: ¿tiene linterna? y la otra, ¿se puede hacer y recibir llamadas? Su respuesta, con cara de ¡qué viejo de porra este cliente! fue, sí claro pero eso tiene cualquier teléfono, le dije el mío de la casa no a menos que le ajuste una vela con cinta de embalar al auricular.

Terminé en la bahía y me compré un celular con una súper linterna, que cuando se enciende se calienta todo el coso y chévere porque puedo presumir que tiene calefacción, posee teclas grandes con números bien legibles y en su pantallita, que brilla mucho con un tono verde radioactivo, se ve la hora, el día, el año, y tiene un ringtone bien alto de la Lambada como esos carros que cuando dan retro suenan la tonada de “llorando se fue la que un día me hizo llorar” y yo feliz, sobre todo ayer, porque cuando cayó tremendo diluvio y se fue la luz pude iluminar mis pasos y llamar a preguntar cómo estaba mi mamá mientras mis manos y mi oreja permanecían calientes.