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El caballero moderno

El caballero moderno
19 de mayo de 2015 - 00:00 - Por: Pedro Ortiz Jr.

Que nunca pase de moda lo de antes, que nunca se acabe lo nuevo pero lo bueno, que las cosas positivas nos acompañen siempre, eso lo deseamos todos, al menos así pienso y anhelo yo, aunque sea inevitable mirar para atrás, comparar y comenzar a decir antes era diferente y mejor.

Chapado a la antigua estamos algunos caballeros cuando queremos ser corteses, me pasa que lo que yo considero un despliegue común y silvestre de sincera amabilidad está tan en desuso que hasta me han mirado mal cuando me pongo de pie si entra una dama, le cedo el asiento, le abro la puerta y le digo pase usted primero guapa.

A lo mejor nos hace quedar mal el resto de nuestros congéneres que andan cansados ya de tener buenos tratos, quien sabe y a lo mejor un corazón roto los volvió villanos o en el transcurso de los años se les olvidó borrando de su genética la cordialidad y el encanto para ser un caballerito, como deseaba nuestra madre.

Y es que el caballero moderno es un sujeto en vías de extinción, y las damas se dan cuenta y andan a la defensiva, siempre con el ceño fruncido en la calle porque los machos de la jungla de cemento andan siempre con las hormonas alteradas dispuestos a prodigarles todo lo contrario a lo que suenan las palabras de romance y halago, no entiendo en qué universo paralelo una grosería que incluye menciones de actos impúdicos y clasificación detallada de zonas erógenas pueda hacer que una fémina piense que ese es el hombre de su vida.

Van a la defensiva, entonces cuando llego yo hecho el galán educado y digo “pase usted primero, guapa” hasta un ¡Tu Madre! Me han respondido, he querido ceder el puesto en el bus y me han visto con cara de coraje como desconfiando de por qué iba a darle mi puesto y qué intenciones tengo, por último ahora que llueve me acerqué con el paraguas a una chica que se empapaba la pobre y apenas me acerqué llamó a la policía gritando.

Aunque parezca un cuento o producto de la ciencia ficción, todavía quedamos románticos en el mundo, enamorados de la belleza y que nos gusta piropear con armonía una grácil damisela que camina por delante nuestro, porque buscamos en nuestro interior sentirnos capaces de ganarnos el amor de una extraña y nos quedamos contentos con una sonrisa, un pestañeo o un gracias que sabe a gloria.

Vestir bien puesto, con la camisa por dentro, con cinturón y con pantalón planchado en línea recta, zapatos lustrados, perfumado, peinado con gel, las uñas cortadas, afeitado al ras y con un regalo en la mano, un detalle como una rosa o un ramo de ellas, así debe lucir el caballero de los sueños de una chica de su casa, al menos estas dos son descripciones que suenan tan antiguas como la edad de nuestras abuelas, pero no nos pasará nada si no intentamos.

Estoy convencido que ser caballero no es un acto de dinero ni de estatus, es una declaración de principios, no es que lo merezca ella, nos lo merecemos nosotros, actuar con un dejo de hidalguía como en los años veinte y alejarnos de las caricaturas sociales modernas que nos llevan por los caminos de las “mafias chukys”, “pelada mafer” y el marroneo dembow, porque a mí me gusta más el cursi “pase usted-después de usted” del profesor Jirafales que el “¡ya essssa e’ lo muchacho!” de ñengo flow. (O)

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