Con motivo del último gran aguacero decidí construir un arca y llevar a dos tuiteros de cada especie ¿A dónde? pues a un lugar seco y con wi-fi, obvio.

La nave debería ser lo suficientemente grande para que en ella quepan los sujetos, sus equipos y sus egos, de nuevo: obvio.

El espacio tendría que ser lo suficientemente amplio para que puedan aparcar sus bicicletas y de alguna manera habría que facilitarles Internet durante el viaje, de lo contrario podrían morir de aburrimiento y con dolor por tener que procrastinar a la antigua, con imaginación.

El tapete de ‘bienvenidos’ recibiría los pasos de las sextuiteras al ritmo de ‘los calientes’ de babasónicos, con sus fogosas teclas y fotos de calendario de mecánico, insinuaciones libidinosas y colección de Dms de todos los que creen que pueden poseerlas y luego les ruegan que los borre; ellas decididamente causarían un alboroto, por eso las ubicaría al lado de los poetuiteros que siempre andan soñadores, nostálgicos, deprimidos y más preocupados por fotografiar grafittis y no de andar de galán de película porno.

Para subirles el ánimo a todos estarían los productores de programas de televisión, cada uno con cien cuentas abiertas todas listas para promocionar sus programas y llenarnos a todos con los mejores hashtags alusivos a sus concursos, protagonistas, actividades y hacernos sentir insignificantes ante sus nimiedades.

En la cocina instalaría a los instagrameros para que saquen las mejores fotos de la comida del viaje, en la misma colocaría varios gatos y tendría ventanales grandes para que puedan plasmar la lluvia, los amaneceres, los atardeceres y para que, obvio, salgan bien los selfies.

Los comediantes estarían en el centro, en un bar giratorio lleno de tuiteros farreros y borrachos con los bolsillos llenos de #drunktweets y que eventualmente aplauden, celebran y retuitean sus chistes, memes, montajes y fotos con textos alusivos a la situación actual o simplemente cualquier cosa relacionada con Gokú y las esferas del dragón.

Los criticones van en un apartado con cortinas gruesas color negro y se les proporcionará pasamontañas o máscaras como las de anonymous para que puedan salvar su imagen y seguir destruyendo según sus ganas a personajes de televisión, políticos, entidades públicas, empresas privadas, cantantes, músicos, modelos, actores, actrices, locutores de radio y por supuesto a otros tuiteros, ¡es obvio!

Los barras bravas deben estar separados porque hay riesgo que con su odio concentrado puedan contaminar al resto que aunque son geeks igual les gusta el fútbol y están dispuestos a matar al contrario aunque sea con el teclado y lanzando pen drives como si fueran estrellas ninja, pero nunca con la indiferencia, en esta lucha de pretensiones el que calla muere.

Claro que también en el arca tendríamos una morgue, en ella estarían los tuiteros que ‘matan’ a los famosos todas las semanas, en el compartimento de al lado estarían los tuitstars auspiciados que llenan la línea de tiempo con fotos de sus clientes de a canje y promocionan redundantes promociones mirando con desdén a los que postean tibios anuncios de negocios multinivel mientras dan Rt a todos los que hablan bonito de ellos, obvio.

Y por último en una esquina colgaría una tablet especial solamente con acceso directo al Twitter del Presidente y del Alcalde para que todos puedan escribirle en máximo 140 caracteres cuando, por culpa del peso del quemeimportismo y el orgullo de los propios navegantes, se esté hundiendo este Titanic.