Hoy quiero dedicarles mis letras a dos personas importantes en el quehacer de lo importante. Ambos nos han dejado, pero a la vez parten heredando historias de vida, trabajo y lucha que nos hace sentir que no se irán ya nunca.

Empiezo por Eduardo González, caballero de las noticias, rostro afable, palabra seria, tono de voz dominante, ilustre invitado de este país al que acogió como patria nueva, pastor de su iglesia, padre enorme para sus hijos y esposo amoroso.

Apreciado por todos quienes tuvimos contacto con él, ya sea por períodos largos, constantes o como en mi caso en ocasiones relativas.

Sin embargo, cuando conversábamos o compartíamos algún programa, su energía dominaba el lugar, su buen humor y su talante se destacaban.

Tenía la estrella y brillaba con ella por eso todas las noches en su noticiero se hizo clásica su forma de leer las noticias y sobre todo su cierre con el que ponía punto final a la edición diciendo: “Informó para ustedes Eduardo González y esto ya es historia”.

Pues historia misma es ahora Don Eduardo, su mirada penetrante y su larga sonrisa viven para siempre en el corazón de su gente, en el abrazo de sus amigos, en el amor de su esposa y en la ternura de sus hijos. La historia de lucha contra su enfermedad nos deja un ejemplo gigante de milagro y fe, fortaleza sobre la que los suyos reposan tristes pero seguros.

Ahora, con su permiso, vienen las líneas dedicadas a Daniel Rabinovich, alguien que nos sacó muchas risas al tiempo que nos hacía pensar.

Así es el humor de Les Luthiers, el grupo de Daniel, el que hace gala de un material prolijo, educado pero irreverente, sencillo pero magistralmente orquestado, elaborado pero para todo público, elegante pero popular, musical, actuado, de parodia, con sketch pero también monologado, en una palabra ¡Genial! Y Rabinovich era eso GENIO.

La voz del señor que canta en ‘La gallina fijo eureka’, percusionista, músico y luthier, perfecto para imperfeccionar y confundirse hasta fundirse en juegos de palabras junto a sus dos musas ‘Esther Píscore y Ava Gardner’, bolerista en ‘Perdónala’, hombre de fe en ‘Daniel y el Señor’, el dúo perfecto para acompañar un coloquio al micrófono en ‘Radio Tertulia’ y perdido enamorado al teléfono enredado en el ‘Homenaje a Huesito Williams’, y más… mucho más.

Qué duro que es la muerte del que da alegrías, Daniel Rabinovich es de esos a los que se les gritaba en barra “no te mueras nunca”, un grito muy argentino que lo recibió muchas veces Alberto Olmedo, que se lo decían al paso a Fontanarrosa, pero la vida no es más que un puñado de risas que se escapa entre los dientes.

Uno fue un caballero de las noticias, lleno de fe; y el otro, músico, humorista, genio en Les Luthiers. (O)