Es mi forma de pensar, el hecho de que es justo y necesario que cada cual celebre lo que quiera celebrar, ya que la democracia empieza en el individuo, pero suele morir en los egos.

La libertad es poder profesar la religión o la ausencia de ella, estar lleno de fe o de pastafarismo, la armonía de las sociedades son las calles convertidas en Babel de idiomas, razas, formas, colores y creencias.

Justo para estas fechas se hace más presente el hecho de que somos diferentes y eso para mí es positivo. Soy de los que celebra las diferencias, respeto lo que desconozco y me gusta investigar todos los porqués. Y es que siempre me ha fascinado cuán distinto es el prójimo de lo que yo mismo soy y de cómo existe, ya sea por virtud o defecto una devoción por muchos ángulos comerciales que llenan los sentidos cuando entramos al mes que despide el año.

De todos los actos de fe, ya sean impulsivos o compulsivos, la mayoría no escapa de eso que se llama consumismo.

Tal vez resulte sacrílego tildarlo de esa forma, pero hay muchos devotos que peregrinan en las tiendas que cuelgan letreros con la leyenda ‘Black Friday’ y vaya que fue un ‘Viernes Negro’ el que vivió Guayaquil, sobre todo para quienes se vieron atrapados todo el día entre el tráfico que se generó en la mañana por el simulacro de terremoto para luego en la tarde sufrir el frenesí de compras en los centros comerciales y, para rematar, en la noche el concierto de Romeo Santos. Consumismo.

Y no solo se trató de un día sino de un fin de semana que resultó negro, pero para la Asociación de Futbolistas Ecuatorianos cuya huelga no surtió el efecto deseado y la fecha se terminó jugando, mientras el Deportivo Quito descendía a la serie B y Liga le aguaba a la fiesta a Emelec que con sobra de merecimientos ya se ve Tricampeón.

¿Y Barcelona? De eso no se pregunta hasta el próximo año, ahora que dicen ya está en buenas manos, los amarillos tenemos fe con ‘f’ de fútbol, fervor y consumismo.

La televisión es una orgía de colores, roja, dorada, verde, azul, nieve para un país donde no cae nieve, más Papá Noel que papa Francisco, renos, aldeas llenas de duendes en el Polo Norte, tal vez porque allá no hay pingüinos; todos juntos invitándote a realizar tus “tan necesarias” compras para estas fiestas, como cerveza por ejemplo. Léase con el sarcasmo del caso.

Y aunque no siempre la dinámica propuesta es acción-reacción porque a veces es acción-indiferencia-reacción de la acción que termina en frustración, a mí me gusta cuando llega ese momento en que descubres que hay más personas que están dispuestas a estar de acuerdo contigo que en contra. Eso sería un buen regalo. La concordancia que lleve al ahorro contrario al consumismo. Este fin de semana utilicé un servicio de taxi cuyo chofer era un hermano cristiano, pero que me cobró como si fuera la limusina de Pitbull. Concordancia nula.

A lo mejor conviene ser más austero y pensar que los que celebramos Navidad creemos en el nacimiento del Niño Dios y que este nos trae, en humildad, una enseñanza que debemos interpretar, como aprender a ser feliz con nada para que todo lo demás que venga sea ganancia. (O)