Ciertamente tuve un amigo muy singular, tan singular que parecía una consonante tildada al lado de nosotros los plurales, tenía el poder de incomodar como una letra eñe sin su virgulilla metida dentro de un feliz año nuevo, todo él era una falta ortográfica vestida de coloquio y acabado de ingresar con pompa a la RAE, era una coma con ínfulas de punto, una interrogante con cara de admiración pero comportándose como un grupo de puntos suspensivos con la seguridad del as bajo la manga que tienen los dos puntos seguidos.

Sin embargo a sus espaldas, ciertamente, le pusimos a este fanfarrón la chapa de “Pirulino” porque verlo caminar era como leer en la pantalla de un karaoke esa tonada que dice “pirulín pin pon, pirulín pin pon, la única camisa y el único pantalón” y no es que no tenía más ropa, tenía pero solo se ponía una muda que consistía en camisa Tommy Hilfiger, un jean Guess, y unos zapatos Florsheim sin medias, eran los noventa y mientras nosotros íbamos por la vida con chores y botas con polines altos, camisetas de algodón de Nirvana y peinado hongo y leñadoras de Pearl Jam, este pana era el más Beverly Hills 90210 que la barriada de La Floresta hubiera visto.

Con el tiempo luego de rodar con gente importante fue escalando de trabajo en trabajo, siendo chicos de los recados, el mejor vestido y peinado de la ciudad por si acaso, luego secretario, empleado del mes y pasando a ser socio y pronto gerente, dicen por ahí que hay que vestirse de éxito para lograr el éxito, pues el Pirulino lo logró, su aspiracional fue tan grande que parecía aspirarle el aire a todos los que lo rodeaban, ciertamente ya nadie le canta el “pirulín pin pon”, si no que le dicen señor, y me cuentan que sigue aspirando tanto que un día puede que muera de aspiraciones.

Al resto creo que no nos va nada mal, compramos todo con tarjeta de crédito, no importa que, a veces hasta vamos por un chocolate al market de la gasolinera y lo pagamos con el plástico, casi que solo para ver cuánta gente se forma detrás nuestro, y le damos palo a esta tarjeta aunque no nos detengamos a pensar un segundo en cómo vamos a pagarla, no importa, total cuando me llamen de la Sierra a cobrarme hechos los bravos me pongo más bravo y les tiro el teléfono.

El barrio sigue siendo humilde, las calles se han vuelto más peligrosas, los autos se han multiplicado y pitan harto, pero eso sí dentro de las casas todos vacilamos mínimo un plasma de cincuenta pulgadas y los más bacanes led de sesenta para ver el Mundial como si estuviéramos ahí, pero comiendo bolón con chicharrón en vez de feijoada.

Ciertamente tuve un amigo muy singular, tan singular que parecía una consonante tildada a lado de nosotros los plurales, tenía el poder de incomodar como un “ola ke ase” y ahora ha regresado al barrio para ofrecernos dizque una fórmula para hacernos millonarios, dice que solo hay que postear unas publis en Facebook y que la plata llega fast, algo de unas pirámides explicó, qué se yo, pero ya con unos panas entramos con quinientos porque en un mes recupero mi inversión y de ahí en adelante es solo sentarse a ver a Ecuador del Mundial quedar campeón.