El Telégrafo
Ecuador / Viernes, 22 de Agosto de 2025

Snowden, el ‘criminal más buscado’ del mundo

Durante los últimos meses nos han dado clases instructivas sobre la naturaleza del poder del Estado y las fuerzas que motivan la política estatal. Y respecto a un asunto estrechamente relacionado, sobre el sutil y diferenciado concepto de transparencia.

La fuente de las lecciones, por supuesto, es el tesoro de documentos sobre el sistema de vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por su sigla en inglés) dados a conocer por el valeroso guerrero de la libertad Edward J. Snowden, expertamente resumidos y analizados por su colaborador Glenn Greenwald en su nuevo libro ‘No Place to Hide’.

Los documentos revelan un notable proyecto para exponer a escrutinio estatal información vital sobre cada persona que caiga en manos del coloso; en principio, cada persona vinculada con la sociedad electrónica moderna.

Nada tan ambicioso fue imaginado por los profetas distópicos de siniestros mundos totalitaristas venideros. No es de menor importancia que el proyecto esté siendo ejecutado en uno de los países más libres del mundo, y en radical violación a la Declaración de Derechos de la Constitución de Estados Unidos, que protege a los ciudadanos de “búsquedas e incautaciones irrazonables”, y que garantiza la privacidad de sus “personas, casas, documentos y efectos”.

Por mucho que traten los abogados del gobierno, no hay forma de reconciliar estos principios con el ataque a la población revelado en los documentos de Snowden.

También está bien recordar que la defensa del derecho fundamental a la privacidad ayudó a generar la Revolución Estadounidense. En el siglo XVIII, el tirano era el gobierno británico, que reclamó el derecho a inmiscuirse libremente en las casas y vida personal de los colonos americanos. Actualmente, es el propio gobierno de los ciudadanos estadounidenses el que se arroga, él mismo, esta autoridad.

Gran Bretaña conserva la postura que llevó a los colonos a la rebelión, aunque a una escala más restringida, conforme el poder ha cambiado en los asuntos mundiales. El gobierno británico ha pedido a la NSA que “analice y retenga cualquier teléfono móvil y número de fax, correos electrónicos y direcciones IP de ciudadanos británicos barridos por su redada”, informa The Guardian, trabajando con documentos aportados por Snowden.

Los ciudadanos británicos (como otros clientes internacionales) sin duda también estarán complacidos de saber que la NSA recibe rutinariamente, o intercepta, ‘routers’, servidores y demás equipos de redes computacionales exportados desde Estados Unidos para implantar herramientas de vigilancia, tal como informa Greenwald en su libro.

Conforme el coloso cumple sus visiones, en principio cada teclazo podría ser enviado a las enormes bases de datos en expansión del presidente Obama en Utah.

También en otras formas, el abogado constitucional de la Casa Blanca parece determinado a demoler las bases de nuestras libertades civiles. El principio de la presunción de inocencia, que se remonta a la Carta Magna de hace 800 años, desde hace mucho ha sido descartado al olvido.

Recientemente The New York Times informó la ‘angustia’ de un juez federal que tuvo que decidir si debía permitir la alimentación forzosa de un prisionero sirio que está en una huelga de hambre para protestar contra su encarcelamiento.

No se expresó ninguna ‘angustia’ respecto al hecho de que ha estado retenido sin juicio durante 12 años en Guantánamo, una de las muchas víctimas del líder del Mundo Libre, que clama el derecho de retener prisioneros sin cargo y someterlos a tortura.

Estas exposiciones nos llevan a inquirir sobre la política de Estado más generalmente y sobre los factores que la motivan. La versión estándar recibida es que el objetivo principal de la política es la seguridad y defensa contra los enemigos.

La doctrina enseguida sugiere algunas cuestiones: seguridad respecto de quién, y defensa contra cuáles enemigos. Las respuestas son subrayadas dramáticamente por las revelaciones de Snowden.

La política debe garantizar la seguridad de la autoridad estatal y concentraciones del poder nacional, y defenderlas de un enemigo aterrador: la población nacional, que puede convertirse en un gran peligro de no controlarse.

Desde hace mucho se ha entendido que la información sobre el enemigo hace un aporte crítico a controlarlo. En ese aspecto, el presidente Obama tiene una serie de predecesores distinguidos, aunque sus contribuciones han alcanzado niveles inusitados, tal como nos hemos enterado con el trabajo de Snowden, Greenwald y algunos otros.

Para defender el poder estatal y el poder económico privado del enemigo nacional, estas dos entidades deben ocultarse, mientras que en marcado contraste, el enemigo debe ser completamente expuesto ante la autoridad estatal.

El principio fue lúcidamente explicado por el intelectual de política Samuel P. Huntington, quien nos instruyó que “el poder sigue siendo fuerte cuando permanece en la oscuridad; si lo exponemos a la luz del sol, empieza a evaporarse”.

Huntington agregó una ilustración crucial. Usando sus palabras, “tal vez tenga que plantearla (la intervención u otra acción militar) en forma tal como para crear la mala impresión de que se está peleando contra la Unión Soviética. Eso es lo que Estados Unidos ha estado haciendo desde la Doctrina Truman”, al principio de la Guerra Fría.

Las ideas de Huntington respecto al poder del Estado y la política fueron certeras y clarividentes. Mientras escribía estas palabras en 1981, la administración Reagan estaba lanzando su guerra contra el terrorismo, que rápido se convirtió en una asesina y brutal guerra terrorista, principalmente en Centroamérica, pero que se amplió mucho más allá hasta el sur de África, Asia y Oriente Medio.

A partir de ese día, para llevar a cabo violencia y subversión en el exterior, o represión y violación de derechos básicos internamente, el poder estatal regularmente ha buscado crear la errónea aprehensión de que usted y yo estamos luchando contra terroristas, aunque hay otras opciones: zares de las drogas, mullas enloquecidos que buscan armas nucleares y otros ogros que se dice que buscan atacar y destruirnos.

En todo esto, el principio básico persiste: el poder no debe ser expuesto a la luz del sol. Edward Snowden se ha convertido en el criminal más buscado del mundo por no haber comprendido esta máxima esencial.

En breve, debe haber completa transparencia para la población, pero nada para los poderes que deben defenderse de este temible enemigo interno.

* (Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge).