El Telégrafo
Ecuador / Viernes, 22 de Agosto de 2025

La perspectiva mundial del mazo

La primera plana del New York Times presentó el 26 de junio una foto de mujeres de duelo por un iraquí asesinado. Él es una de las innumerables víctimas de la campaña del ISIS (Sigla en inglés de Estado Islámico en Irak y Siria) en la que el ejército iraquí, armado y entrenado por EE.UU. durante muchos años, se desvaneció rápidamente, abandonando buena parte de Irak a unos pocos miles de militantes, lo cual difícilmente es una nueva experiencia en la historia imperial.

Justo arriba de la fotografía está el famoso lema del periódico: “Todas las noticias que son aptas para imprimir”.

Hay una omisión crucial. La primera plana debería desplegar las palabras del juicio de Núremberg de nazis prominentes; palabras que deben ser repetidas hasta que penetren la conciencia general: La agresión es “el supremo crimen internacional que difiere de otros crímenes de guerra solo en que contiene dentro de sí el mal acumulado del todo”.

Además, al lado de estas palabras debería estar la admonición del fiscal en jefe por Estados Unidos, Robert Jackson: “El registro sobre el que nosotros juzgamos a estos acusados es el registro sobre el cual la historia nos juzgará mañana. Pasarles a estos acusados un cáliz envenenado equivale también a ponerlo en nuestros propios labios”. La invasión de EE.UU. y Reino Unido a Irak fue un ejemplo clásico de agresión. Los apologistas invocan nobles intenciones, lo cual sería irrelevante incluso si las súplicas fueran sostenibles.

Para tribunales de la II Guerra Mundial, no tenía la mínima importancia que imperialistas japoneses estuvieran determinados a llevarles un ‘paraíso terrenal’ a los chinos que estaban masacrando, o que Hitler enviara tropas a Polonia en 1939 en autodefensa contra el ‘salvaje terror’ de los polacos. Lo mismo se aplica cuando bebemos del cáliz envenenado.

Aquellos en el extremo equivocado del club tienen pocas ilusiones. Abdel Bari Atwan, el director editorial de un sitio panárabe en internet, observa que “el principal factor responsable del presente caos ([en Irak]) es la ocupación de EE.UU. y Occidente y el respaldo árabe hacia ella. Cualquier otro alegato es engañoso y apunta a desviar la atención ([lejos]) de la verdad”.

En una reciente entrevista con Moyers & Company, Raed Jarrar, especialista en Irak, bosqueja lo que nosotros en Occidente deberíamos saber. Al igual que muchos iraquíes, él es medio chiita y medio sunita, y en Irak antes de la invasión a duras penas conocía las identidades religiosas de sus parientes, ya que “la secta no formaba realmente parte de la conciencia nacional”. Jarrar nos recuerda que “este conflicto sectario que está destruyendo al país, claramente empezó con la invasión y ocupación de Estados Unidos”.

Los agresores destruyeron “la identidad nacional del iraquí y la reemplazaron con identidades sectarias y étnicas”, empezando de inmediato cuando Estados Unidos impuso un Consejo Gobernante con base en la identidad sectaria, una novedad para Irak.

Para estos momentos, chiitas y sunitas son los enemigos más acérrimos, gracias al mazo blandido por Donald Rumsfeld y Dick Cheney (respectivamente, el exsecretario de la Defensa y el exvicepresidente durante la administración de George W. Bush) y otros como ellos que no entienden otra cosa más allá de violencia y terror y han contribuido a crear conflictos que ahora están haciendo añicos a la región. Otros titulares informan del resurgimiento del talibán en Afganistán. El periodista Anand Gopal explica las razones en su notable libro, “No hay buenos hombres entre los vivos: EE.UU., el talibán y la guerra a través de ojos afganos”.

Entre 2001 y 2002, cuando el mazo estadounidense golpeó Afganistán, los forasteros de Al Qaeda allá desaparecieron pronto y el talibán se desvaneció, muchos optaron, siguiendo el estilo tradicional, por adaptarse a los conquistadores más recientes. Sin embargo, Washington estaba desesperado por encontrar terroristas que aplastar. Los caudillos que ellos impusieron como gobernantes descubrieron rápidamente que podían explotar la ciega ignorancia de Washington y atacar a sus enemigos, incluidos aquellos que colaboraban ansiosamente con los invasores estadounidenses. Al poco tiempo, el país estaba gobernado por despiadados caudillos armados, en tanto muchos exintegrantes del talibán que buscaron unirse al nuevo orden recrearon la insurgencia. El mazo fue retomado más tarde por el presidente Obama, conforme “dirigía desde atrás” al aplastar a Libia.

En marzo de 2011, en plena insurrección de la ‘primavera árabe’ en contra del gobernante libio Muamar Gadafi, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 1973, pronunciándose por “un cese al fuego y un alto total a la violencia y todo ataque, así como abusos, en contra de civiles”. El triunvirato imperial - Francia, Inglaterra y Estados Unidos - instantáneamente optó por violar la Resolución, convirtiéndose en la fuerza aérea de los rebeldes y aumentando marcadamente la violencia.

Su campaña culminó en el asalto al refugio de Gadafi en Sirte, al que dejaron “totalmente destrozado”, “reminiscente de las escenas más lúgubres de Grozni, hacia el final de la sangrienta guerra chechena de Rusia”, con base en informes de testigos publicados en la prensa británica. Con sangriento costo, el triunvirato alcanzó su objetivo del cambio de régimen en violación de píos pronunciamientos sobre lo contrario.

La Unión Africana se opuso con firmeza al ataque del triunvirato. Como informó Alex de Waal, especialista en África, en el diario británico International Affairs, la UA estableció un ‘mapa de la ruta’ que se pronuncia por un cese al fuego, asistencia humanitaria, protección de emigrantes africanos (que fueron masacrados o expulsados en su mayoría) y otros nacionales extranjeros, así como reformas políticas para eliminar ‘las causas de la presente crisis’ con medidas ulteriores para establecer ‘un gobierno provisional que sea incluyente y consensual, que conduzca a elecciones democráticas’.

El marco de la UA fue aceptado en principio por Gadafi, pero descartado por el triunvirato, que “no estaba interesado en verdaderas negociaciones”, observa de Waal.

El resultado es que Libia ahora está desgarrada por milicias beligerantes, en tanto el terror yihadista se ha desatado en buena parte de África a la par de una inundación de armas, llegando incluso a Siria.

Abunda la evidencia de las consecuencias de recurrir al mazo. Consideremos a la República Democrática del Congo, anteriormente el Congo Belga, enorme país con riqueza de recursos y una de las peores historias contemporáneas de horror. Tuvo una oportunidad para desarrollarse exitosamente tras la independencia en 1960, bajo el liderazgo del primer ministro Patrice Lumumba.

Sin embargo, Occidente no aceptaría nada de eso. Allen Duller, director de la CIA, determinó que en cuanto a Lumumba, “su remoción debe ser uno de los urgentes y principales objetivos” de una acción encubierta, no en menor medida porque inversiones estadounidenses pudieran haber sido puestas en peligro por lo que en documentos internos se menciona como “nacionalistas radicales”.

Bajo la supervisión de oficiales belgas, Lumumba fue asesinado, volviendo realidad el deseo del presidente Eisenhower en el sentido de que él “cayera a un río lleno de cocodrilos”. El Congo fue entregado al favorito de Estados Unidos, el dictador asesino y corrupto Mobutu Sese Seko, y después hasta el naufragio actual de las esperanzas del África. Más cerca de casa es más difícil pasar por alto las consecuencias del terror de Estado de Estados Unidos. Actualmente prevalece gran inquietud con respecto a la oleada de niños huyendo a EE.UU. desde Centroamérica.

El diario Washington Post informa que el repunte proviene “mayormente de Guatemala, El Salvador y Honduras”; pero no de Nicaragua. ¿Por qué? ¿Pudiera ser que cuando el mazo de Washington estaba golpeando a la región en los 80, Nicaragua era el único país que tenía un ejército para defender a la población de terroristas manejados por Estados Unidos, al tiempo que en los otros tres países los terroristas devastando los países eran los ejércitos pertrechados y entrenados por Washington?

Obama ha propuesto una respuesta humanitaria a la trágica llegada masiva de personas: más deportación eficiente. ¿Vienen a la mente alternativas?

Es injusto omitir ejercicios de “poder suave” y el papel del sector privado. Un buen ejemplo es la decisión de Chevron de abandonar sus ampliamente promovidos programas de energía renovable, ya que los combustibles fósiles son más lucrativos.

A su vez, ExxonMobil anunció “que su enfoque cual láser sobre combustibles fósiles es una estrategia sensata, sin consideración al cambio climático”, informa Bloomberg Businessweek, “porque el mundo necesita muchísima más energía y la probabilidad de considerables reducciones de carbono es ‘altamente improbable’”.

Por tanto, es un error recordarles a diario a los lectores sobre el juicio de Núremberg. La agresión ya no es el “supremo crimen internacional”. No puede compararse con la destrucción de las vidas de generaciones del futuro para asegurar mayores bonos mañana.

(Noam Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Massachusetts.)