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Reseña

Sonia Manzano y su Café Nostalgia

Sonia Manzano y su Café Nostalgia
07 de abril de 2014 - 00:00 - Cecilia Vera de Gálvez, Crítica literaria

Leer la novela de Sonia Manzano, Solo de vino a piano lento (Báez Editores, 2013) es adentrarse en las sinuosidades de un lenguaje que lleva al lector por inimaginables senderos aventurados, llenos de historias familiares, sinsabores depresivos que congelan la palabra, mientras suenan en casi todos los capítulos, desde un piano bohemio, melodías de tangos y boleros de antaño, al compás de metáforas poéticas e intencionadas redundancias lingüísticas que nos marcan entradas y salidas del humor a la ironía y de la nostalgia a los afectos entrañables.

Desde un presente en el que se monta, como escenario principal durante toda la novela, el espacio del Café Nostalgia que nos distrae con la cotidianeidad de sus anécdotas, propias de la vida de un concurrido restaurante bar, se cuenta la vida familiar de esta pianista, Zulema Poveda, mediante retrospectivas que nos ponen al tanto de los antepasados de tal saga o de desplazamientos a otros espacios, para dar cuenta, desde la voz narrativa, de la situación presente de sus actuales miembros.

Pero, ¿quién es Zulema? Según ella, narradora protagonista en primera persona, una mujer muy perceptiva, despreocupada de su arreglo personal, agitada permanentemente por actividades artísticas que se mezclan con problemáticas familiares, que camina muchas horas al día para librarse de las toxinas que a su entender envenenan su psiquis depresiva, y que no tiene tiempo para más; dotada de una sensibilidad musical, de gran pericia artística que la expresa mediante las constantes melodías al piano las cuales interpreta en su trabajo del Café Nostalgia y con vocación de maestra del mismo instrumento, con sus alumnos, a los que imparte clases particulares en su casa, la casa de sus antepasados, la que encierra intactos, el ambiente y la presencia fotográfica de familiares ya perdidos.

Pero, según esa mirada otra, la de Sofía, la prima entrañable a la que no acaba de entender, con quien no se comunica suficientemente por más esfuerzos que haga, Sofía, hija póstuma de Basílisa y adoptiva de Eusebia o Violeta (nombres de personas que desaparecen o que se los cambian, como indicio de futuros desajustes psíquicos), según Sofía, la protagonista “es una solitaria porque así escogió serlo desde cuando se convenció de que la vida en pareja era una opción que sonaba a cadena perpetua o, mínimo, a libertad condicionada. “La muy ilusa”, dice Sofía, “está convencida de que tiene la vida hecha pero hecha una desgracia…”.

Esta doble perspectiva, de 2 primas que narran lo que ven y lo que viven, va apareciendo progresivamente en la novela y aunque a nivel discursivo domina la narración de Zulema, en las dosificadas intervenciones de la otra voz que opina y narra, la de Sofía, surgen datos que revelan asuntos clave de la historia. Zulema cuenta y nos da la versión de sí misma y su realidad, y de la locura de Sofía. Cuenta Sofía, que mira lo que considera absurdo en la vida supuestamente “cuerda” de su pariente y nosda otra versión o la complementaria, la cual comparte con nosotros, los lectores, pero que Zulema desconoce en el transcurrir narrativo de la novela. Llega, entonces, un momento en que sabemos más que la protagonista o nos hemos adelantado a ella en el conocimiento de algunas situaciones. Tal juego de perspectivas y saberes concita constantemente el interés, no tanto por lo que vendrá, sino por las reacciones que desencadenarán los acontecimientos. De esta manera, en la novela se logra encauzar nuestra atención por la vida afectiva y psicológica de los personajes en los que bullen la aventura, el drama, las pasiones encubiertas y también las develadas con tintes abiertamente eróticos y las emociones artísticas.

En toda la novela se muestra el excelente manejo de un discurso que integra la narrativa al uso constante de los recursos poéticos en los que, casi línea a línea en la escritura, nos encontramos con toda una gama retórica que incluye entre otros, retruécanos, aliteraciones, metáforas, símiles, creando imágenes de excelente factura que ubican ante nuestra percepción lectora todo aquello que la autora pretende mostrar y demostrar.

Portada de Solo de vino a piano lento (Báez Editores, 2013), de Sonia Manzano

De allí que, Ana María Martinho en su ensayo publicado en Puerto Rico en la obra Narradoras Ecuatorianas de hoy, una antología crítica (2000), afirme con acierto, al referirse a Sonia Manzano, que “se trata de una escritora marcada más por el discurso que por el género”, lo cual nuestra autora reconoce al considerar “sus creaciones como obra de ruptura y de una estrategia de preservación fuera de los cánones de la época…” y en Solo de vino a piano lento encontramos esa combinación de novela narrada con predominio insistente de discurso poético.

Estamos ante un texto que se encuentra estructurado en capítulos vinculados a denominaciones musicales alusivas al tango, que centran la figura de Astor Piazzola, compositor emblemático, admirado por la protagonista de la historia; solo por citar unas: ‘Libertango sin restricciones’, ‘Balada para un loco’, etc. Estos referentes, unidos a los del bolero y a otros ritmos tropicales, se vuelven una constante que atraviesa la narrativa y el discurso mediante una fraseología ingeniosa en la combinación de frases y fragmentos de letras de canciones y que perfilan una identidad latinoamericana a través de hitos de la cultura popular. Noemí Ulloa comenta que la crítica Norma Pérez Martín en un ensayo sobre Sonia Manzano “rastrea el uso de la intertextualidad en la cultura popular y la representación del yo… para adentrarse en la memoria autobiográfica”. En esta última novela, la autora mantiene ese recorrido de búsqueda de los rasgos de identidad regional de Latinoamérica, mientras reconstruye una historia de vida que se mezcla con referencia a letras de canciones, poemas y otras obras literarias, todo fusionado en la sintaxis del discurso mediante el que se expresa la narradora y con el que recorre, además, los espacios urbanos de su ciudad, Guayaquil, también a través de excelentes descripciones de puerto vital, bullicioso y agitado, en las que hace mención de algunos de sus lugares más representativos.

Refiriéndose al mismo tema de la intertextualidad del mencionado ensayo, Teresa Furgón de Fritsche afirma que Pérez Martín, “apoyándose en teorías vinculadas con la intertextualidad, advierte en la obra de Sonia Manzano una alternancia de voces y niveles lingüísticos proclives a la picaresca, que dinamizan un discurso en el que los descubrimientos y las veladuras del yo muestran los desplazamientos de la ficción hacia las marcas autobiográficas. Las focalizaciones costumbristas relativas al cancionero popular y al tango alcanzan en la escritora un valor sociocultural.” (Boletín de Humanidades, Nueva época 7, 2006). Este reconocimiento lo dice todo.

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