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Salman Rushdie más allá de la fatwa

Mahoma en su viaje al Cielo.
Mahoma en su viaje al Cielo.
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Desde los primeros registros históricos de los que dispone la humanidad, se tiene evidencias de acoso por parte de integristas de variopinta orientación religiosa hacia figuras prominentes del quehacer cultural. Pero ningún caso ha tenido la repercusión mediática como la condena a muerte decretada por el Ayatollah Ruhollah Khomeini en 1988 sobre el escritor británico de origen hindú Salman Rushdie.

Ya sea por el estatus previo de Rushdie como polemista y socialité literario al estilo de un Truman Capote chachemirí o porque en los años ochenta terrorismo y fundamentalismo se volvieron categorías recurrentes de carácter criminal dentro del debate político internacional, la fatwa(2) contra Rushdie constituye un caso paradigmático todavía no resuelto y que, trascurrido más de un cuarto de siglo de su dictamen, permanece dentro de la agenda diplomática de varias potencias mundiales. Tras atentados terroristas como el recientemente ocurrido en Francia, los medios de comunicación siempre desempolvan y recurren al testimonio de Rushdie como superviviente de la intolerancia religiosa.

Para comprender la pavorosa historia que simultáneamente arruinó la vida y lanzó hacia el estrellato a Rushdie, conviene situarse en 1947, cuando un agonizante Imperio Británico divide de forma rocambolesca a sus colonias en el subcontinente indio. Con la creación de la India y Pakistán como estados independientes, la tensión religiosa entre hindúes y musulmanes se incrementó exponencialmente. La familia del recién nacido Ahmed Salman Rushdie, de raigambre musulmana pero occidentalizada en cuanto a modo de vida, fue una de sus primeras víctimas al ser desmembrada por la artificial división colonial. Criado en Bombay en medio de la holgura económica de su hogar pero cercado por la miseria, violencia y hedor de las calles vecinas, es enviado a estudiar en un prestigioso internado londinense siendo todavía un púber. El choque cultural resultante es el verdadero germen de su vasta obra literaria. Es la inmigración y no la religión el territorio de la mayoría de conflictos que traslucen en los escritos de Rushdie.

Tras doctorarse en Historia y publicar una novela intrascendente, Grimus (1975), todo apuntaba a que su vida transcurriría en medio de la niebla y la modorra inglesa. Fueron años de lectura insaciable de Borges, García Márquez, Chekhov, Beckett, Conrad, pero sobre todo de inseguridad respecto a la valía de su obra. Todo cambiaría con la aparición de Hijos de la medianoche (1980), para muchos su novela cumbre, incluso por sobre Los versos satánicos.

Etiquetada dentro del “realismo mágico hindú” por la crítica eurocentrista, Hijos de la medianoche tiene a la imaginación como fuerza liberadora y mecanismo de resistencia frente a las terribles contradicciones sociales y políticas desatadas tras la independencia de la India. Rushdie deconstruye el discurso colonial de la relación Oriente/ Occidente para reivindicar las historias marginales y fantásticas del subcontinente. Con este libro ganó el premio más importante concedido por la industria editorial británica, Booker of Bookers, en 1981. Su parodia sirvió como denuncia de los excesos del gobierno de Indira Gandhi, lo cual provocó su primer enfrentamiento con los poderes políticos, pero le otorgó la categoría de líder de opinión del exilio hindú.

Es como el pez. Inglaterra es un extraño pez lleno de espinas y nadie te dice cómo comértelo. Eso me sucedió a mí también(3).

Si bien su pasaporte es británico, en Inglaterra era percibido como un extranjero incómodo por sus declaraciones políticamente incorrectas hacia el creciente revisionismo nostálgico del dominio imperial sobre el subcontinente indio. Según Rushdie, utilizar a la India para recordar las glorias del pasado era parte de la estrategia mediática del gobierno de Margaret Thatcher para reivindicar la guerra de las Malvinas desde el inconsciente popular.

Su siguiente novela, Vergüenza (1983), es una desopilante caricatura de los líderes militares paquistaníes; mientras que La sonrisa del jaguar (1987) recoge crónicas de un viaje a Nicaragua, donde se adentró en la historia de despilfarro de la dictadura de Somoza mientras recorría el país para tratar de entender al movimiento sandinista.

Si tú estás a favor de Alá yo estoy a favor de Al-Lat. Y ella no cree en tu Dios cuando Él la reconoce. Su antagonismo es implacable, irrevocable, absorbente. La guerra entre nosotros no puede tener tregua. ¡Y qué tregua! El tuyo es un señor paternalista y condescendiente. Al-Lat no tiene el menor deseo de ser hija suya. Ella es su igual como yo lo soy a ti.

Los versos satánicos

A mediados de 1988 se publica su obra más controvertida, Los versos satánicos, y de inmediato es censurado por la mayoría de países donde el credo musulmán es mayoritario.

Analizando la novela, encontramos que la teología es parte importante pero no su leitmotiv, pues la principal pregunta que plantea Rushdie es qué significa ser hindú en épocas poscoloniales. Así, dos actores indios, el fanfarrón Gibreel Farishta, quien tiene miedo a soñar desde que comió el cerdo prohibido, y el europeizado Saladin Chamcha, que reniega de su raza, se trasmutan en el Arcángel Gibreel y en el demonio Shaitan tras un accidente aéreo producto de una acción terrorista. Este es el punto de partida para que ambos reexaminen su existencia como ciudadanos indios. La frase “ésta es la clase de idea que soy yo, ¿cuál eres tú?” se repite como mantra y es pronunciada por diversas voces, místicas como vulgares.

La otredad, el choque de civilizaciones, la ambición, la decadencia urbana de Londres y Bombay son relevantes en esta obra como lo es la polémica relectura de los orígenes de la fe musulmana que realiza Rushdie en el capítulo dedicado a su profeta, a quien llama Mahound, un demonio preislámico.

El concepto de versos satánicos existe también en los estudios de al-Tabari, historiador y exegeta clave del primer círculo de interpretadores del Corán. Rushdie retoma esta tradición perdida del islam, cuyo libro sagrado —al igual que la Biblia cristiana— contiene varios textos apócrifos. Hasta el siglo IX se consideraba que el Corán actual producido por Otman Ibn Affan, yerno del Mahoma histórico, es espurio en cuanto el verdadero texto sagrado ha sido alterado. La cultura Shi’ita afirma que el verdadero Corán está en manos de Mahdi, El Salvador Final. Como en toda religión monoteísta, la rama que ostenta el poder no quiere verse cuestionada por otros relatos y la búsqueda de la verdad pasa a segundo plano.

Ser el cartero de Dios no es divertido, yaar.

Peroperopero: Dios no está en esta foto.

Sabe Dios de quién habré sido el cartero(4) .

Lo que resultó más chocante para los líderes del mundo musulmán fue que su profeta fue retratado como un hombre agobiado por conflictos espirituales y mundanos, capaz de privilegiar los cálculos políticos por sobre el mensaje divino. El negociante-mensajero Mahound es defensor del impopular culto a Alá, un dios primigenio e iracundo, que era visto como soso y poco comercial por los pobladores de Jahilia, nombre antiguo que usa Rushdie para referirse a la ciudad sagrada de La Meca. El profeta acepta reconocer a la Triple Diosa(5) del pueblo protoárabe politeísta como hijas o arcángeles de Alá, con lo cual Mahound ganaría inmenso poder político. Pero, tras hacer esto, entra en crisis espiritual y decide retractarse, afirmando que lo dicho anteriormente fue dictado por el demonio: “estos no son sino nombres que habéis soñado vosotros, tú y tus antepasados. Alá no les concede autoridad”.

Amén del sinfín de anatemas que expresan los personajes, de la ácida crítica social y política hacia la India como concepto patriotero, tampoco sentó bien entre los imanes islamistas que Rushdie bautizara a las prostitutas de un burdel de su novela con los nombres de las 12 esposas del Mahoma histórico, personaje de quien los mismos imanes aceptan como hecho real que contrajo nupcias con una niña de apenas 9 años, algo que en el derecho occidental es considerado como pederastia y violación. 

Los versos satánicos apuntan a recordar el pasado nómada politeísta del mundo árabe, donde antes del islam la prostitución sagrada, la idolatría, el consumo de alucinógenos y los sacrificios humanos eran comunes. Todos estos factores provocaron que el 14 de febrero de 1989, el Ayatollah emitiera su condena y ofreciera 3 millones de dólares al ‘mártir’ que asesinara a Rushdie.

Como agravante en la fatwa consta que Rushdie divulgó estas historias heréticas a través de una novela que estaba al alcance de todos los infieles, tal como apunta el pensador palestino Edward W. Said: “La principal ofensa de Rushdie consistía en hablar sobre el islam en lengua inglesa para lo que, se supone, era un público mayoritariamente occidental(6)”.

Fueron “Nueve años de soledad”, dice Rushdie parafraseando el título de la novela de García Márquez, los que tuvo que enfrentar. Vigilado y repudiado al mismo tiempo por Scotland Yard, las autoridades británicas condenaban de boca para afuera la amenaza del Ayatollah, pero se negaron a establecer sanciones comerciales contra Irán. Para muchos líderes europeos, Rushdie se había buscado su condena, pero las democracias occidentales tenían que proteger su vida, aunque sea de mala gana.

Rushdie, ateo confeso desde siempre, se vio desbordado por la situación y se vio obligado a redactar el manifiesto ‘Por qué he abrazado el islam’(7) en el cual narra una supuesta reunión con seis sabios musulmanes que le persuadieron para que se convierta en un hombre religioso. Esta conversión fue poco creíble y posteriormente Rushdie ha repudiado haberse prestado para este plan elaborado por los servicios de inteligencia británicos, quienes buscaban apaciguar los ánimos y librarse del incómodo escritor.

La decisión de Rushdie es mucho más simbólica que la condena: él no va, se queda viviendo, sin el temor de que una esquina sea el preludio de un disparo. Pero la condena sigue ahí, no es un símbolo ni un recuerdo añejo del que haya escapado su víctima. Entonces, ¿qué extraña que este escritor, simpático y abierto, mundano y vivaz, ame la vida, sus noches y sus entresuelos, si arrastra en la conciencia de su memoria la peor de las calumnias, la que condena a muerte?(8)

En 1997, harto de vivir escondido, renuncia por voluntad propia a la protección policial y decide retomar su vida. Ni en los momentos de mayor tensión dejó de escribir, produciendo una decena de libros memorables, incluido el que es su favorito personal, Harun y el mar de las historias, libro infantil que escribió para su hijo y que es el único que tiene un final feliz.

De su producción pos versos satánicos destacan el relato ‘El suelo bajo sus pies’ (1999), ‘Shalimar el payaso’ (2005), donde abandona “el realismo mágico hindú” del que le acusan varios de sus críticos, y la novela histórica La encantadora de Florencia (2008). También cabe mencionar al libro de ensayos Patrias imaginarias (1992) y la autobiografía Joseph Anton, memorias del tiempo de la fatwa, de 2012. El título de esta última utiliza el nombre ficticio(9) que usó durante sus años en la sombra.

En la actualidad viaja por todo el mundo, a veces de forma rimbombante y lujosa, otras de incógnito, dependiendo de qué tan religioso sea el país al que vaya. Radicado en Nueva York, siempre está rodeado de bellas mujeres y figuras de la farándula. Usuario de Twitter y Facebook, en las redes sociales ha encontrado una plataforma no solo para difundir su pensamiento, sino también para recuperar su derecho a ser banal(10), exhibicionista y a conversar con perfectos extraños solo por placer, algo que la fatwa de la teocracia iraní le arrebató.

Notas:

1.- Said, Edward W. (1996). Cultura e imperialismo. Barcelona: Editorial Anagrama, pag 475.

2.- Pronunciamiento legal emitido por un clérigo musulmán de alto rango. En el caso citado, la fatwa dictaminó la pena de muerte bajo acusación de apostasía y blasfemia.

3.- Diálogo con Salman Rushdie. Florence, Peter (2015/ 16/ 01). ‘Lo sagrado siempre ha sido una manera de callar a la gente’ en ADN Cultura. Una frase similar es dicha por Saladin Chamcha en Los versos satánicos.

4.- Yaar significa amigo dentro de la jerga hindú. Este fragmento también corresponde a Los versos satánicos de Rushdie.

5.- La Triple Diosa como deidad principal amante/ guerrera/ madre fue muy extendida entre los primeros pobladores de la cuenca mesopotámica, del mediterráneo y en la península arábiga. Este principio femenino fue derrotado y negado por los grandes monoteísmos.

6.- Said, Edward W., op cit, pag 471.

7.- Rushdie, Salman (1991/ 01/ 06). Diario El País, publicado en español.

8.- Cruz, Juan (2012/ 14/ 04). ‘Reivindicación de los días normales’. Diario El País.

9.- Fusionó los nombres de sus dos escritores de cabecera: Joseph Conrad y Anton Chekhov.

10.- A veces llega a tuitear chistes bobos y comentarios sobre las cuestionables aventuras del clan Kardashian.

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