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Rojo es el elíxir de la eterna juventud
Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar.
Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos,
agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego las entierran.
Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión.
Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa.
Alejandra Pizarnik
Inmóvil en su féretro, cubierta de un rojo carmesí de pies a cabeza, la bella dama implora por una sola gota más de su elíxir personal. Erzsébet (Elizabeth) Báthory, la verdadera dama de hierro, devela tras su fragilidad femenina, la imagen de una verdadera asesina a sangre fría.
Erzsébet no solo ha inspirado a reconocidas figuras de la literatura universal, sino que se ha convertido también en un ícono para agrupaciones musicales de corte underground que emergieron a inicios de los años ochenta como una forma contestataria ante una sociedad que en su época se convirtió en un modelo rígido a seguir.
Es así que debido a la serie de mitos e historias macabras que se han construido alrededor de la figura de “La Condesa Sangrienta”—como también se conoce a Báthory— se han podido rastrear diversas conformaciones musicales que a través de sus líricas describen con devoción los actos sanguinarios cometidos por Erzsébet. Ejemplo de ello, es la agrupación sueca de black metal autodenominada Bathory, formada en Estocolmo, en 1983, por Tomas Forsberg, mejor conocido como Quorthon. La banda ha dedicado un sinnúmero de temas a la legendaria Condesa de Csejthe.
I summoned up the living dead
and demons in the skies
I drank from chalice warm and
red and watched the virgin die
(...)
Cmon baby raise your knife
Welcome darling to my sacrifice
(Oh, sacrifice)
Bathory (Sacrifice)
La sádica y desfigurada mente de “La Condesa Sangrienta” inspiró por sobremanera a una de las figuras femeninas más reconocidas en el ámbito literario, Alejandra Pizarnik, que vio en Erzsébet Báthory la perversión sexual y la demencia de una mujer obsesionada por su belleza física y su eterna juventud. Pizarnik describe las tantas formas en las que la magnífica condesa disfrutaba de sus macabros rituales de belleza diaria.
La lectura que ofrece la poeta argentina gira en torno a las torturas y sádicos sacrificios que Erzsébet Báthory practicaba diariamente a cientos de jóvenes vírgenes, quienes ofrendaban su vida a cambio de la siniestra hermosura de esta criatura de la noche. Báthory, de silenciosa palidez, ojos dementes y cabellos del color suntuoso de los cuervos, supo ejercer un placer erótico y malévolo a través del sufrimiento corporal y mental de sus tiernas víctimas.
El cuerpo, como elemento central en el relato de Pizarnik, devela la intensa obsesión de la Condesa por mantenerse joven y bella gracias a su mágico fluido: elíxir de la juventud eterna. Sin embargo, y según lo detalla Pizarnik, la Dama de Csejthe cometió los más crueles y bizarros actos de sadismo con las jóvenes plebeyas de su reino. Motivo por el cual fue condenada y encerrada en su propio castillo, para morir en la más oscura e insana soledad.
Como explica el escritor francés George Bataille en El erotismo: “El sacrificio es considerado más que nada como una ofrenda”. Siguiendo este postulado, se puede entender por qué Erzsébeth Báthory seleccionaba a muchachas de entre 9 y 16 años, siempre asegurándose que estas fuesen vírgenes. Además, añade que: “La víctima, a la que se da muerte colectivamente, adquiere el sentido de lo divino. El sacrificio la consagra, la diviniza”.
Y para 1611, época en la que la Condesa ejerció su dominio, ésta condición de virginidad y pureza constituía para ella un objeto codiciado, más aun cuando estas figuras divinas le proveían de sangre nueva y pura.
“No hay mejor medio para familiarizarse con la muerte que aliarla a una idea libertina”, es así como entiende a la muerte el también polémico Marqués de Sade, personaje que junto con la Condesa vio en este tipo de sensualidad aberrante una fuente inagotable de placer y, sobre todo, una práctica cotidiana que potencialmente los regeneraba, en un doble juego de matar para renacer constantemente.
Bataille recurre a estas figuras para desentrañar el complejo concepto que se erige sobre el erotismo, elemento clave y concomitante, junto con el cuerpo en los relatos de Pizarnik. Bataille propone entender al erotismo como una actividad humana, que además, se configura como un proceso en el que el individuo busca un tipo de satisfacción psicológica que medie entre las relaciones interpersonales, y por supuesto, logren generar en el sujeto cierto grado de placer, término que para Freud se entiende como pulsión.
En este sentido, es importante tomar en cuenta cómo estas manifestaciones humanas pueden rayar en extremos inimaginables, tales como los descritos en el texto de Pizarnik, y que han sido fuente de inspiración de escritores como: Valentine Penrose, en el texto La Condesa Sangrienta, (1996); Javier García Sanchez en Ella drácula (2005); Raulo Cáceres en Elizabeth Báthory: El viaje del ataúd maldito (2007); Pascal Croci, Pauly Françoise - Sylvieen en Elizabeth Báthory. La Condesa Sangrienta (2010); Rebecca Johns en La condesa (2011) y Alejandra Pizarnik en La Condesa sangrienta (2009 y 2012); obras que describen a detalle cada una de las formas más sangrientas y horrorosas que ejercía la mítica Condesa de Csejthe a sus víctimas.
Báthory, aristócrata húngara que vivió durante el siglo XVII, se convirtió en un ícono dentro del historial de los asesinos más famosos del mundo, por haber sumando más de 650 asesinatos de jóvenes.
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