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Otras formas de lo político: Arte, Corporeidad y Género
Reconocerse homosexual es aceptarse
diferente de los otros [...] Los otros son el
mundo y el mundo es propiedad de los
otros [...] Los otros persiguen a todos y a
nadie. Son todos y nadie [...]
Homosexualismo se vuelve sinónimo de
libertad; el instinto no es impulso ciego:
es la crítica hecha acto.
Octavio Paz
Cuando los sujetos son silenciados el cuerpo habla: Así lo demuestran muchas de las prácticas de producción artística y de protesta, en las que el cuerpo y la identidad han sido una herramienta de resistencia, que a través de la historia nos han ofrecido “otras formas de lo político”; esas otras formas de procesos de producción artística no pasan por la oficialidad de ciertas prácticas en el campo del arte, sino que se desarrollarán en su proximidad y conexiones con el trabajo en colectivo, la cultura popular, el trabajo estudiantil, los activismos y los movimientos de liberación sexual, que tendrán continuidad hasta hoy, a través del feminismo, las políticas trans y postcoloniales o el activismo en torno al SIDA a través de la comunidad LGBTI.
Lo que se ha constituido como body art, performance, arte corpóreo, etc. es un arte que transgrede, incorpora y cuestiona las divisiones entre diferentes medios artísticos, pero que al mismo tiempo está ligado al contexto de estos movimientos socio-políticos. Sin embargo, en la actualidad, en el contexto de la globalización, América Latina no ha escapado de la universalización de las políticas multiculturales, identitarias y de la consecuente normalización de las marginalidades diversas; en consecuencia la representación de identidades por medio de la repetición de estereotipos que se visibilizan a través de los cuerpos y sus acciones, designan al sujeto y al lenguaje.
Son estas relaciones de poder y la construcción de identidades sexuadas, las que han incitado involucrar procesos de creación artística en estos campos; entendiendo hasta qué punto el esfuerzo de pensar nuestra propia historia a través del arte puede emancipar el pensamiento de lo que silenciosamente pensamos y nos permita pensar de un modo diferente.
La representación de historias, denuncias, nostalgias a través de las prácticas artísticas permite desplazar, al menos por un momento, el relato sobre lo cual socialmente se ha construido la representación de los movimientos sociales como son la comunidad LGBTI. El arte es un territorio de representación. Así, no cabría perder de vista que el mayor interés de este territorio es que es un escenario de lo compuesto, un espacio para la representación y la artificialidad, donde podemos visibilizar, pero sobre todo hacer convivir las diferencias, cuando nos rebelamos contra la identidades estereotipadas.
Por ejemplo, la identidad de los homosexuales se ve marcada por una serie de estereotipos; para Beatriz Preciado, la homosexualidad no se repudia por completo porque se la considera, pero siempre se la considera como “entretenimiento”, se la presenta como la figura del “fracaso” de lo simbólico para constituir plena o finalmente sus sujetos sexuados, pero también siempre se la expone como una rebelión subordinada que no tiene poder de re articular los términos de la ley gobernante, debido a que el cuerpo homosexual es marcado socialmente: primero con el temor y luego vuelve a marcarse con el sello simbólico de la vergüenza(1).
La pérdida de inscripción como “cuerpo normalizado” o “cuerpo ciudadanizado” ocasiona en el sujeto un dolor psíquico, parecida a la pérdida de un objeto de amor sustraída de su conciencia. El sujeto se comporta como si hubiese sufrido una pérdida real, pero no puede dar cuenta de lo que ha perdido ni logra precisar la magnitud de dicha pérdida. En definitiva, se trata de la prohibición de guardar luto en la esfera pública por pérdidas que no son reconocidas como tales, por ejemplo a los enfermos y muertos por el SIDA, los amores no reconocidos (no normativos), los encierros de mujeres lesbianas y los suicidios de adolecentes homosexuales.
Se produce así una negación del “otro”, a quién se le niega casi el rango humano...
En este sentido el arte asume las circunstancias de un contexto y pretende identificar los mecanismos de relación social de una manera estética para considerar cambios sociales identificables en la concepción de la familia, la espiritualidad, el deseo y el amor, resaltando las implicaciones que tiene la voz individual en el cuerpo político de la obra de arte. El arte trastoca nuestra intimidad y la conecta con otras, el encuentro es micropolítico y, por esta razón, el arte no puede dejar de contemplar su labor como social.
(1) Preciado, Beatriz, Multitudes queer. Notas para una política de los “anormales”. Revista Multitudes. Nº 12. París, 2003.