Publicidad

Ecuador, 07 de Agosto de 2025
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
+593 98 777 7778
El Telégrafo
Ecuado TV
Pública FM
Ecuado TV
Pública FM

Publicidad

Comparte

Entrevista

La liebre de la historia puede saltar en cualquier momento

Fotos: Miguel Suárez
Fotos: Miguel Suárez
-

La verdad está en los detalles de las vidas reales

Mark Kramer

Nacido en la ciudad más grande del mundo, famosa por sus innumerables testimonios sobre avistamientos de ovnis, Juan Villoro (1956) cuenta que, cuando era niño, la gran pregunta de la época tenía que ver con que si Marte estaba habitado. “Era el planeta con más posibilidades de vida inteligente —señala, en Quito, una capital con menos avistamientos pero no menos escatológica que la suya—. A la luz de la vida virtual que hoy llevamos me pregunto si hay vida en la Tierra. Es, por supuesto, una pregunta retórica, pero pone el acento en tratar de enfatizar y descubrir estos misterios de la vida real”.

Empieza, entonces, un diálogo con un ensayista que parece venir de otra galaxia —una donde el fútbol, o el futbol, como pronuncian los mexicanos, tiene un sentido literario—; con el novelista que hace germinar historias a partir de los detalles que todo el mundo deja pasar —como la vivaz llamada telefónica que termina en una contestadora, o, la pérdida de un calcetín que le quita el sentido a una de las extremidades inseparables del cuerpo humano—; con el cronista al que sus personajes de carne y hueso —narradores nómadas tras el volante de un taxi, o, sedentarios que empuñan tijeras de peluquero— le hacen preguntas francamente metafísicas como: “¿No cree que salió más caro el caldo que las albóndigas?”, o la que yo le planteo para viajar a través del tiempo y situarnos en un espacio como Marte, una nación que padece una guerra.

¿Hay vida en México?

En mi país, la política amenaza con transformarse en un rito funerario. No sabemos por cuántas cosas tendremos que pasar para llegar a que se cumpla esa especie de carta a Santa Claus en que pedimos que México sea más justo.

John Lennon dijo: ‘La vida es lo que sucede mientras hacemos otras cosas’. La textura de la vida se nos escapa y, sobre todo, la de la vida cotidiana, a la que no le damos suficiente importancia. Creo que los misterios de lo cotidiano dependen de la mirada, si prestas atención a las cosas mínimas puedes descubrir que en una transacción para comprar un café, en un trámite burocrático, en un embotellamiento en el tráfico, en un malentendido telefónico puede haber una historia, o  sea, la liebre de la historia puede saltar en cualquier momento y esto parece más difícil en tiempos como los nuestros en los que estamos muy volcados a lo que ocurre en las pantallas, nos representamos a nosotros mismos con un password, con un pin o un Nick, en distintos sitios, con un alias en Twitter, y, de pronto, esta vida espectral que llevamos en las redes hace que nos alejemos de nuestra otra vida.

Hoy en día, lo cotidiano está más lejos de nosotros de lo que estaba antes, entonces me parece interesante preguntarnos dónde quedó la realidad, qué pasó con la realidad y eso creo que es un gran desafío para el cronista, sobre todo para el cronista de los diarios. Por ejemplo, yo escribo de temas, pues, tan dramáticos como la violencia en México pero no dejan de intrigarme misterios aparentemente banales como por qué desaparece un calcetín en la casa, por qué se pierde un calcetín y no se pierde su pareja, es como un misterio metafísico que ocurre frente a nuestras narices y no siempre tenemos respuesta para ello, entonces estos misterios de lo ordinario me interesan mucho.

Juan Villoro empezó a escribir crónicas en una época en la que los reflejos inmediatos del Mayo francés llegaban a América con la extrañeza de un aterrizaje inesperado. En el México de 1968, la policía decía que reprimía estudiantes para protegerlos de la subversión rusa, ¿con qué argucia se justifican las desapariciones estudiantiles ahora?

Al menos en el 68, había un control de medios muy grande, entonces era posible decir que los jóvenes pedían —porque esas eran las demandas del movimiento— respeto a la Constitución y diálogo público con el presidente, pero se difundía que esos jóvenes eran agentes comunistas que querían impedir que se realizaran las olimpiadas. En aquel momento esto era factible porque la prensa estaba absolutamente controlada, no había discursos alternativos.

Hoy en día, por supuesto, todavía hay bastante concentración de medios pero ya es imposible que esto suceda. Es una de las razones por las que el caso de Ayotzinapa ha corrido como un reguero de pólvora en todo el mundo. El 68 se conoció mucho tiempo después porque, en su momento, todo esto se silenció. Hoy en día los horrores se tapan con menos facilidad, lo sorprendente es que lo de Ayotzinapa es solo una de las muchas matanzas que ha habido recientemente en México. Solo el presidente Felipe Calderón salió, después de 6 años de ejercicio, con más de 100 mil muertes violentas.

                                      *

Respecto a los detalles de una nación en la que desaparecieron 43 estudiantes a mediados de septiembre de 2014, unos días antes de llegar a Ecuador, invitado a la Feria del Libro de Quito, Juan Villoro había escrito una columna en que explicaba otra particularidad de las víctimas cuya aparente falta había sido dedicar su vida a la enseñanza de la escritura: “La cultura de la letra ha sido un desafío en una zona que dirime discrepancias a balazos. En los años sesenta del siglo XX, dos terceras partes de los pobladores de Guerrero eran analfabetos. La Normal de Ayotzinapa surgió para mitigar ese rezago, pero no pudo ser ajena a males mayores: la desigualdad social, el poder de los caciques, la corrupción del gobierno local, la represión como única respuesta al descontento, la impunidad policiaca y la creciente injerencia del narcotráfico. Esas lacras no son ajenas a otras partes del país. La peculiaridad de Guerrero es que el oprobio ha sido continuamente impugnado por movimientos populares, (por quienes no dejaron de enseñar a leer mientras radicalizaban sus métodos de lucha)”.

En el Londres de Maggie Thatcher, una manifestación cultural, el punk de los setenta, demostró que una generación podía cantar su desencanto, en el resto del mundo se daba la expansión inusitada del rock, ¿qué tipo de música sirve en México como reacción a todo lo que acontece en la actualidad?

Todo eso está por surgir. Por ejemplo, en el 94 surgió el grupo Molotov, en un año muy complejo en México porque fue el asesinato del candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio, ocurrió el fin del modelo económico del Tratado de Libre Comercio, un sueño capitalista que acabó con una devaluación fuerte y también fue el levantamiento zapatista, entonces en este año de descomposición, nace un grupo que tenía un grito de anarquía, este estallido sonoro que fue Molotov y que claramente se convirtió como en la pista sonora de ese descontento. Hoy en día no hay un grupo así, está por verse si podrá surgir. Pero, bueno, hay muchos cronistas que desde la música están haciendo cosas como Guillermo Zapata, conocido como el ‘Caudillo del son’; y, Fernando Rivera Calderón, que son cronistas con guitarra en las manos que están escribiendo sobre Ayotzinapa, que están escribiendo todo lo que pasa.

                                      **

Las crónicas imaginarias de Tiempo transcurrido tienen una introducción en la que resalta la frase: “Desconfío de los que en momentos de peligro tienen más opiniones que miedo” y cada una de las historias —ordenadas de forma cronológica— concluye antes del terremoto de 1985. No obstante, en 2010, Juan Villoro estuvo en Santiago de Chile, invitado a participar en el Congreso Iberoamericano de Literatura Infantil y juvenil, cuando ocurrió el sismo de magnitud 8,8. Luego, en la crónica titulada ‘El Sabor de la muerte’ narró: “Los gritos que el edificio había sofocado con sus crujidos se volvieron audibles. Abrí la puerta y vi una nube espesa. Pensé que se trataba de humo y que el edificio se incendiaba. Era polvo. Sentí un ardor en la garganta. Volví al cuarto, abrí la caja fuerte donde estaban mis documentos, tomé mi computadora y perdí un tiempo precioso atándome los zapatos con doble nudo. Los obsesivos morimos así”.

¿Los obsesivos no dejan historias en el tintero?

Procuré que esas historias (las de Tiempo transcurrido) tuvieran los grandes acontecimientos como telón de fondo pero que, en realidad, yo escribiera la microhistoria de los personajes. Entonces aparece el 68 y esto desemboca hacia el terremoto, algo sobre lo que me pareció un poco oportunista si terminaba hablando de ello pero no dejó de ser una asignatura pendiente y costó mucho trabajo en la literatura mexicana hablar de esto, yo creo que porque muchos de nosotros sentimos, precisamente, esa responsabilidad de no usufructuar de una tragedia en clave personal.

Kurt Vonnegut (1922-2007) nunca se repuso, él había sobrevivido al bombardeo de Dresley (durante la Segunda Guerra Mundial) y, en poco tiempo, a través de su novela Matadero Cinco, se había vuelto millonario. Decía ‘esto ocurrió para favorecer a una sola persona y esa persona soy yo y no me puedo curar de esa culpa’. Son cosas difíciles de elaborar.

En un cuarto de siglo me tocó el terremoto de Chile, que fue muchísimo más fuerte que el de la Ciudad de México, y gracias a ese terremoto yo pude regresar a ese miedo y a esa asignatura pendiente pero ya sin ser oportunista porque habían pasado muchos años antes.

En noviembre, Madrid fue escenario de una obra de teatro, un tributo a Lou Reed llamado Desde Berlín, un montaje colectivo de tres dramaturgos, dos españoles y Juan Villoro, que durante los días 4 y 5 de diciembre se presentó también en el Museo del Chopo (México D. F.) con dos músicos del grupo Caifanes y otros dos roqueros haciendo representaciones de historias de Tiempo transcurrido. ¿Cómo ve su autor esas ‘crónicas imaginarias’ a la distancia y tras los bastidores de su puesta en escena?

Al releer las crónicas me doy cuenta de que mantienen vigor, frescura, tratan de épocas pasadas y ritmos extinguidos, un poco como viajar en el túnel del tiempo pero la música siempre nos produce esa nostalgia, por eso Borges escribió: ‘La música, misteriosa forma del tiempo’. Cuando escuchas algo te regresa a las primeras veces en que escuchaste esa canción.

El libro es una obra muy de juventud pero, por ejemplo, al trabajar con Diego Herrera, de Caifanes —él compuso la música del proyecto nombrado ‘Mientras nos dure en veinte’, la idea fue que sean canciones contadas para hacer las cosas, toda proporción guardada, como las hace Lou Reed, que pronto cuenta una historia con música de fondo.

Helmut, el personaje de la película Vivir mata (dirigida por Nicolás Echevarría y escrita por Juan Villoro), es interpretado por Emilio Echavarría, voz ronca que, en una escena inesperada en el laberinto tan enorme y diverso del D. F., exhala la frase: “Así somos los eruditos, siempre nos acordamos de pendejadas’, ¿la erudición es tener la memoria repleta de pendejadas?

Creo que una de las cosas más misteriosas es la razón por la que la gente recuerda determinadas cosas. Conozco personas que tienen pésima memoria y, sin embargo, tienen las cabezas llenas de datos no necesariamente útiles pero saben lo que les apasiona, por ejemplo, se pueden saber la alineación del Real Madrid de la época de Di Stéfano. Ellos no son comentaristas deportivos, de qué les sirve eso, no lo sé. Otros conocen a todos los miembros que tuvo alguna vez Deep Purple, que cambió mucho de miembros, de qué sirve eso, tampoco lo sé, pero los tienes ahí y luego se les olvidan cosas muy importantes. La memoria es muy caprichosa. Y los eruditos suelen ser personas que saben muchas cosas, no necesariamente útiles pero sienten la necesidad de tenerlas almacenadas.

La historia no se filmó como hubiéramos querido a pesar de que me parece muy sugerente la manera en que se va construyendo un relato a partir del recuerdo y del engaño, los dos personajes se han conocido asumiendo cada uno de ellos una identidad falsa y cada uno está conforme con el papel que se ha asignado pero se siente decepcionado cuando el otro miente también, porque cada uno creía controlar la mentira y, al final, se dan cuenta que  ambos mintieron. Se paran decepcionados y, al día siguiente, reconstruyen su historia, con narrativas cruzadas, un tanto contradictorias pero los dos deciden volver a reunirse, entonces todo tiene mucho que ver con la suplantación y la falsificación para llegar al amor. A veces eso te permite ser más sincero. Decía Oscar Wilde: “Dale una máscara a un hombre y dirá la verdad”. Las máscaras sirven para decir las verdades que te da vergüenza confesar, por eso escribimos literatura.

En cuanto al deporte, otra pasión narrativa de Juan Villoro, en que la liebre suele rodar sin ser monótona, escribió que el grito de guerra ‘¡Sí se puede!’ “es un recordatorio de que los nuestros casi nunca han podido”. ¿Por qué la violencia no ha permeado del todo en los estadios mexicanos?

Creo que el deporte ha sido, generalmente, un desfogue y una canalización de estímulos violentos que se han podido dirimir a través del juego, o sea, creo que tiene un papel muy sano el deporte, en permitir que una especie depredadora, como la humana, organice y ritualice sus tensiones para resolverlas a través de goles y de marcadores, lo que pasa es que esto no siempre funciona. Ha habido guerras como la de Honduras y El Salvador que derivaron de un partido de fútbol pero la causa de la guerra no era el partido, ese fue el catalizador de la guerra, nada más.

El fútbol es un espejo de la sociedad y cuando hay descomposición y violencia en la sociedad esto entra en los estadios, pero si la sociedad es funcional más bien el fútbol contribuye a desahogar tensiones violentas a través de la ritualización del esfuerzo y la agresión.

Publicidad Externa

Ecuador TV

En vivo

El Telégrafo

Noticias relacionadas

Pública FM

Social media