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Juan Pablo Villalobos: “Mis proyectos nacen de la voz”

Juan Pablo Villalobos: “Mis proyectos nacen de la voz”
23 de noviembre de 2015 - 00:00 - Edison Paucar, periodista

El escritor mexicano Juan Pablo Villalobos ha escrito tres novelas que han sido traducidas a más de doce idiomas. Su primera novela, Fiesta en la madriguera, fue reseñada por el semanario alemán Der Spiegel como una cuyo “laconismo basta para enamorarse de ella”, o por el diario inglés Sunday Times como poseedora de un “efecto paródico acumulativo de esta escalofriantemente poderoso”.

Villalobos ha investigado sobre temas que son tan extraños como dispares, como la ergonomía de los retretes o como las excentricidades de la literatura de América Latina en el siglo XX. Ahora cuenta su experiencia en el oficio de escribir, sus gustos literarios, su incursión en la narconovela y la publicación de sus libros, en especial su ópera prima, Fiesta en la madriguera (Anagrama, 2010), con el que obtuvo reconocimiento internacional, lo que cambió su vida como escritor. Corría el año 2006 cuando un novel escritor, oriundo de Los Altos de Jalisco, terminó la primera versión de lo que sería, años después, su ópera prima. El libro cuenta en sus páginas las vivencias de un niño, hijo de un poderoso narcotraficante. Por aquellos años, lo más sorprendente para el autor, Juan Pablo Villalobos (1973), fue haber dado un salto inesperado. Ahora había terminado de escribir una novela breve cuando, hasta ese día, solo tenía cuentos a su haber.

¿Cómo es escribir un género literario distinto al que venías trabajando?

La idea original era hacer un cuento. No me animaba a realizar una historia con muchas páginas de por medio. Lo había intentado en anteriores ocasiones pero no lo pude lograr. La manera de perder ese miedo fue escribir una novela corta. Una especie de paso intermedio para abordar un nuevo género literario. Siempre supe que Fiesta en la madriguera iba a tener entre cincuenta o sesenta páginas, y eso me dio perspectiva para poder culminarla. Cuando tuve una primera versión, la vi redonda, sabía que estaba contada la historia completa ahí y solo me faltaba reescribir.

La voz narrativa de la novela también fue un factor influyente para que la historia deje de ser cuento y cambie a otro género literario. Cuando empezó el proceso de escritura, Villalobos se planteó qué sucedería si este niño —personaje y narrador— pudiera tener un hipopótamo. Entonces le vinieron preguntas como ¿qué chico puede tener un animal de esas características como mascota? ¿Qué padre de familia puede complacer a su hijo con un deseo de semejante naturaleza? Entonces, en su mente el libro empezó a tomar forma, y a partir de ahí, el cuento se transformó en novela breve. Ahora, además, narraba sobre cabezas cortadas por venganza, cadáveres, violencia. Elementos no proyectados en un inicio, pero cuando aparecieron, el autor supo que los iba a utilizar.

 

¿Fiesta en la madriguera fue pensada como una narconovela?

Originalmente la idea era escribir una novela de iniciación. La historia de un niño con un deseo muy absurdo que quiere cumplir: tener un hipopótamo como mascota. En este proceso, el chico va a aprender lecciones de vida. Ese era el proyecto, pero en México está tan presente el tema del narcotráfico en las noticias y series de televisión que fue inevitable asociar el libro con ello. No me molesta. Pero sí quisiera que se releyera el texto de otra manera, así como Trabajos del Reino, de Yuri Herrera, no solo es leída como una narconovela, sino también como una historia de iniciación.

El hipopótamo fue otro de los factores para que se relacionara Fiesta en la madriguera con el género de la narconovela. Muchos lectores vincularon, de inmediato, a este animal con los que tuvo el capo colombiano Pablo Escobar en su zoológico personal en los años ochenta. La verdad: Villalobos lo eligió de manera ingenua, por puro fetiche y porque están en peligro de extinción.

¿Nunca te planteaste cambiar el animal?

Mi obra no se basó en una investigación periodística, ni siquiera en fuentes que la nutrieran. El tema está presente por el documental Los hipopótamos de Pablo y por las diversas noticias posteriores a la novela. Cuando presenté el libro en México, me dijeron: “Claro, tú has elegido el hipopótamo por Escobar”. Y me contaron la historia que yo hasta ese momento desconocía.

Los años siguientes a 2006 —tras terminar la primera versión— fueron dedicados a corregir y reescribir la novela, hasta llegar a la versión final. Un momento que tampoco fue lleno de alegría porque los problemas —literarios— seguían presentándose. Por ejemplo, mientras revisaba el texto se preguntaba si la voz narrativa del niño era creíble. Villalobos sabía que corría un riesgo porque podían dudar de la forma en que estaba contada la historia.

 

¿Al final cómo te decidiste por tu narrador?

Había un peligro porque ciertos lectores tienden a decir: “Ah, un niño no habla así”. Y yo digo: “Y qué”. Lo importante es seducir al lector para que suspenda la incredulidad y entre en los códigos de verosimilitud planteados en una obra. El narrador establece reglas de juego que, si las respeta, la verosimilitud se cumple; si no practica los códigos que ha planteado es cuando se suspende el goce de la lectura y el narrador pierde su credibilidad.

El trabajo de correcciones decisivas llevó a Fiesta en la madriguera a estar lista en 2009. Por esos días, el autor intentó vanamente conseguir que alguien publicara su texto. Las editoriales a las que había enviado el manuscrito no respondían y la espera lo extenuó. Un día, harto del panorama que advertía, decidió imprimir el libro y enviarlo al Premio Herralde, que había abierto su convocatoria en ese período.

¿Cómo fue el proceso de publicación?

Cuando envíe mi escrito recibí, pasados unos días, una carta en la me decían que habían recibido el libro y lo valorarían. Yo pensé que nada iba a pasar. En septiembre —para mi sorpresa— me llamaron de la editorial. Y al poco tiempo recibí otra llamada, esta vez era Jorge Herralde diciéndome que había leído mi novela y quería hablar conmigo. Fui a verlo y me dijo que el libro no iba a ser anunciando al premio, pero lo quería publicar. Y desde entonces estoy publicando mis libros con ellos.

A partir de la presentación de Fiesta de la madriguera, Juan Pablo Villalobos ha podido aumentar de manera regular su producción literaria. Sabe que haber publicado le cambió su rumbo: si no lo hacía, el primer manuscrito pudo estar guardado en un cajón por años. Pero al publicar, las cosas cambian: en la editorial están esperando tu siguiente manuscrito para poder valorarlo. Es así como le sucedió a este escritor mexicano que en 2012 presentó su siguiente novela, Si viviéramos en un lugar normal; y en 2015, Te vendo un perro, ambas publicadas en Anagrama.

¿Tus hábitos como escritor también cambiaron tras presentar Fiesta en la madriguera?

Antes estaba obsesionado con despertarme a las cinco de la mañana para poder trabajar y escribía hasta las nueve, cuando se despertaban mis hijos. Cuatro horas eran las que podía aprovechar. Las primeras horas del día, cuando uno está más fresco. Fiesta en la madriguera fue escrita a esas horas. En cambio la reescritura y la corrección las hacía en el transcurso del día. Ya con Te vendo un perro había conseguido vivir de la escritura y tenía la mayor parte del tiempo disponible. Ya no era necesario despertarme a las cinco, aunque sigo creyendo en las primeras horas de la mañana como las más idóneas para escribir.

Los cambios no solo estuvieron en aumentar su producción literaria ni en tener más tiempo a su disposición para escribir. A partir de su primera publicación, sus nuevos libros variaron en su extensión. Si Fiesta en la madriguera bordeó las sesenta páginas, su siguiente libro, Si viviéramos en un lugar normal, tuvo el doble de grosor, y Te vendo un perro alcanzó cerca de 250 páginas. La extensión de los libros creció pero aún no terminaban de ser proyectos de largo aliento como, se podría pensar, fueron los libros de los escritores del boom latinoamericano en su momento

Tanto Yuri Herrera como Juan Cárdenas y tú tienen en común la novela breve. ¿En tu caso hay un rechazo por los libros de muchas páginas?

Sí. En Te vendo un perro está matizado ese rechazo por un personaje que tiene siempre en su mano la Teoría Estética de Adorno. Él soluciona todo en su vida con ese libro voluminoso. Yo busqué burlarme ahí del libro gordo, que más allá de la literatura, es un objeto para golpear a alguien. Incluso puede convertirse en un arma por su peso, casi como una piedra. Pero quiero confesar que, cada vez me atrae más la idea de hacer una novela extensa.

Para Villalobos, los libros escritos por él son un fiel reflejo de lo quisiera leer. Cuando reflexionaba sobre cuáles eran los autores que le llenaban de gozo, aparecían nombres de escritores como el uruguayo Felisberto Hernández o el ecuatoriano Pablo Palacio. Al analizar sus obras, supo que los narradores de las historias eran los que le seducían, más que la trama. La manera de usar el lenguaje lo envolvía y, sobre todo, el tono narrativo. De las páginas de los libros de Kurt Vonnegut hizo, por ejemplo, su morada.

 

¿Cuál es el tema primordial al momento de planificar tus novelas?

A mí lo único que me importa es la voz narrativa. La trama ni sé adónde va. Cada escritor trabaja diferente. Al inicio de mis trabajos sí hay un proyecto, pero en mi experiencia nunca lo he cumplido. Siempre la novela acaba siendo distinta a lo que había imaginado. A mí me preocupa quién lo va a decir y cómo lo va a decir. Esa es mi base: el trabajo formal con la voz, y que luego esta tenga tal libertad, que las reglas del juego sean tan abiertas, para poder contar cualquier cosa. Que no haya ningún problema de verosimilitud. La trama sí me importa, por supuesto que se debe contar una historia y esto sí ocurre en mis novelas, son muy anecdóticas. Pero mi proyecto no sale de ahí. Nace de la voz. A mí me interesa cómo se cuentan las cosas y no necesariamente qué.

Apasionado por la voz narrativa de sus personajes, sabe que una historia en su interior va tomando forma y fuerza cuando encuentra la manera de decirla. Si ve que las líneas son forzadas y se comienzan a trabar es muy difícil continuar con el trabajo. Hay que saber encontrarle fluidez a las palabras.

 

¿Cómo cazas esa voz narrativa que crees necesaria para tus novelas?

El tono y el narrador surgen de una frase: “Algunas personas dicen que yo soy un adelantado”, está en Fiesta en la madriguera. Cuando la escribí yo dije “ahí está mi narrador”. Esta primera frase encontrada es la que te lleva. Pero cuando no fluye y sigues con muchas dudas, desde mi punto de vista, lo vas a terminar abandonando. (F)

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