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Hunter Thompson: drogas, periodismo y motos

Hunter Thompson: drogas, periodismo y motos
03 de marzo de 2014 - 00:00 - Paul Hermann, escritor ecuatoriano

Identikit

Aunque creó el periodismo gonzo, y sus libros Miedo y asco en Las Vegas y Los diarios del ron han sido llevados al cine por su amigo Johnny Depp, el estadounidense Hunter Thompson continúa siendo prácticamente desconocido en nuestro medio pese a la fascinación que sienten los aprendices del oficio por los escritores underground que le han dedicado su obra al alcohol y las drogas.

Por eso, y por que pasó la mitad de su juventud en prisión debido a su afición a asaltar licorerías y gasolineras, más que presentarlo en las siguientes líneas, haré su identikit: sombrero de ala corta, con un lazo de seda; lentes para sol, grandes y de marco dorado; cigarrillo con filtro antinicotina; camisa de cuello ancho, con lunares; jersey de cuello redondo y chaqueta deportiva; y huérfano de padre e hijo de madre alcohólica.

Nació en Kentucky en 1937 y se mató de un tiró en la cabeza emulando a su venerado Hemingway en su fortaleza de Woody Creek, Colorado, en abril de 2005. Sus restos fueron disparados desde un cañón que tenía el símbolo que inventó para su estilo periodístico: un puño rojo que aprieta un trozo de peyote.

Vivo o muerto, Thompson encarna la idea del periodista romántico, aquel que para conseguir una buena historia está dispuesto a rodar con Los ángeles del infierno; consumir cuanta droga se le cruce en el camino; entrar en la boca del lobo y probar la comida que se descompone entre sus dientes; e incluso transcribir, a modo de entrenamiento, El Gran Gatsby, de Fitzgerald, y Adiós a las armas, de Hemingway, escritores que admiraba y a los que intentó emular en todo, incluido el dandismo del primero y el suicidio del segundo del segundo; Thompson deció terminar con su vida debido a que un implante de cadera, una cirugía de espalda y una rotura de pierna, le causaban dolor y lo tenía prácticamente inmovilizado.

Trabajó para revistas deportivas y para la mítica Rolling Stone durante 35 años. Sus reportajes, se sabe, llegaban siempre tarde, a través de un fax aún más exasperante.

Estuvo casado en 2 ocasiones: 17 años con Sandy Writh, una profesora de yoga con la que tuvo un hijo y perdió 4 debido, como puede suponerse, a sus afición a los psicotrópicos; y 2 con Anita Thompson (fue con ella con quien habló por teléfono cuando decidió colocarse el cañón de un revólver calibre 45 en la boca y disparar).

Murió, como debía ser, sentado frente a su máquina de escribir, ante una página en cuyo centro había escrito: “Counselor”  (Consejero).

Cuatro días antes, el escritor gonzo le había entregado a su esposa una nota titulada Footbal season is over (La temporada de juego ha terminado), que contenía el dibujo de un corazón con una carita sonriente y su despedida de las cosas que habían conformado su mundo: “No más juegos. No más bombas. No más caminar. No más diversión. No más natación. 67. Eso es 17 años pasados los 50. 17 más de los que necesitaba o quería. Aburrido. Siempre estoy gruñón. Ninguna diversión -para nadie. 67. Te estás volviendo codicioso. Actúa según tu edad. Relájate –esto no dolerá”. 

Si alguien desease saber más sobre la intensa vida de Thompson, debería leer El escritor Gonzo. Cartas de aprendizaje y madurez, libro publicado por Anagrama que ofrece datos del escritor que no constan en ninguna otra parte. Gracias a estas sabemos, por ejemplo, que tenía la costumbre de afiliarse a clubs de libros y discos, sin pagar luego las cuotas; que fue dado de baja con honra de la fuerza aérea y que el comunicado de prensa que redactó para hacer pública la misma, causó verdadera conmoción; que una vez afuera de la institución militar se instaló en Nueva York, ciudad donde se dedicó a leer Trópico de cáncer, de Henry Miller, y a buscar un empleo lucrativo;  que vivió en una habitación pintada de negro de Greenwich Village; que pasaba la mayor parte de su tiempo vagabundeando alrededor de la universidad de Columbia; y que andaba borracho o resacoso, alejado de la creación literaria.

 

Periodismo gonzo. Definición soluble

El término gonzo está profundamente vinculado al de Hunter Thompson y es, como muchos de los grandes descubrimientos de la historia, producto de la casualidad. El periodismo gonzo existe debido a un descuido:   cubriendo una carrera de caballos Thompson dejó caer ceniza sobre el traje de un político y, para escapar de su ira, salió corriendo en lugar de recabar la información que requería para escribir el artículo que el editor de la revista deportiva Scalan’s Monthly le había encargado, por lo que le entregó   un texto inconcluso o, probablmente, las notas de su libreta. La cuestión, cuenta la exageración, es que días después, mientras hacía maletas para mudarse de ciudad, recibió en lugar de una notificación de despido, la felicitación de su editor por el texto ‘El Derby de Kentucky es decadente y depravado’, que no narraba la carrera, sino la decadencia del público.

Se dice que el periodista Bill Cardoso al leerlo dijo: “Ahora sí, esto es gonzo puro. Si este es el principio, que siga llegando”. Sin embargo, Thompson aseguraba que la palabra en cuestión la usaba un amigo de Oakland para referirse a las personas que tenían la cabeza peor que la de los locos. Lo cierto es que la palabra proviene de la jerga irlandesa y se empleaba para designar a los ganadores de las maratones de alcohol. Actualmente es sinónimo de todo lo bizarre que puede encontrarse, no solo en periodismo y literatura, sino también, en fotografía, cine,  videojuegos y pornografía.

Sea cual fuese el origen, Thompson hizo suya la palabra en 1970 e incluso, como ya se dijo, creó un símbolo para representarlo.

Inmerso en el Nuevo Periodismo al fin y al cabo, el periodismo gonzo recrea la realidad con recursos propios del lenguaje literario: diálogos realistas, varios puntos de vista, inclusión de abundantes detalles y métodos de recopilación de material nunca antes empleados. De hecho, exige al redactor convertirse en parte de la historia, con el añadido de que en el gonzo, el periodista puede emitir sus opiniones e, incluso, promover la acción y sufrir las consecuencias.

Otra de las fundamentales características del periodismo gonzo es la experimentación con alcohol y drogas que distorsionen la imagen objetiva. De hecho, hizo apología del uso de estas substancias desde las páginas de la Rolling Stone, revista que publicó los primeros trabajos de este nuevo estilo y acogió a sus cultores.

En La gran caza del tiburón blanco, aparece, entre los 8 artículos que lo conforman, una introducción completamente inédita a Miedo y asco en Las Vegas.  En esta, su obra más celebre, Thompson realiza una explicación del periodismo gonzo, el cual se constituyó en una forma de expresión del hippismo y de otros movimientos anárquicos, debido a su crítica al sistema y las autoridades: “Miedo y asco en las Vegas es un experimento fallido de Periodismo Gonzo. Mi idea fue comprar un cuaderno gordo y registrarlo todo, tal y como pasaba, y luego mandar el cuaderno para que lo publicaran: sin correcciones. Me parecía que la vista y el pensamiento del periodista funcionarían como una cámara fotográfica. El texto sería selectivo & necesariamente interpretativo… Pero al final me encontré con que estaba imponiendo una estructura básicamente literaria a lo que empezó como un reportaje de periodismo normal/enloquecido. El verdadero Periodismo Gonzo exige el talento de un gran periodista, el ojo de un fotógrafo artista y el valor suficiente para participar en la acción. Porque el escritor debe participar en los hechos, mientras los describe, o grabar al menos, o, como mínimo, tomar notas. O las tres cosas”. 

 

Periodismo, motos, drogas

Editorial Anagrama ha publicado casi la totalidad de la obra de Hunter Thompson, desde los artículos contenidos en La gran caza del tiburón blanco, hasta el magno reportaje sobre Los ángeles del infierno que casi le cuesta la vida, pasando por las cartas que escribió en los años de su formación y que le permitieron ir conformando su inconfundible estilo. Todos estos libros contienen las constantes de su obra: drogas y motocicletas, pero también una fuerte crítica sobre los medios de comunicación.

Antes de probar, en Río de Janeiro,  cocaína mascada y anfetaminas, debido a que una disentería le impidiera empinar el codo, Hunter Thompson estaba consagrado exclusivamente al alcohol, tal como lo recuerda en Los diarios del ron, novela que se publicó en 1988, tras haber permanecido 18 años guardada en un cajón. En esta, Thompson narra las aventuras de su álter ego Paul Kemp, durante el año que vivió en Puerto Rico trabajando como periodista para el San Juan Daily, un periódico en bancarrota.

Kemp despierta en un hotel, resacoso; bebe de una botella de güisqui en miniatura camino a su primer día de trabajo; bebe 93 de estas botellas por día durante el breve tiempo que el periódico le paga un buen hotel; martinis en cocteles, y cervezas, decenas, centenas de cervezas en bares y salas de baile. El alcohol marca el compás de esta sinfonía caribeña.

Quizás la imagen que mejor ilustra la pobreza económica y el desgaste emocional al que le han conducido las noches de borrachera, es aquella en la que el periodista bebe, para calmar la sed de la resaca en un departamento sin luz ni agua, de un acuario redondo con un pez dorado adentro. O esa otra en que un periodista en paro destila en un viejo termostato, aguardiente de tan alta gradación, que lo usa para escupir fuego, como un personaje de circo.

Dedicada de principio a fin al periodismo, Los diarios del ron pone en escena a un periódico sindicalmente asediado y lleno de periodistas borrachos que en medio de la más salvaje mediocridad, se devoran a sí mismos, pero también, la telaraña de corrupción que se teje entre la prensa y los detentadores del poder económico, a través de un periodista que si bien cae en las provocaciones de quienes se han adueñado de la isla, conserva sus ideales y deseos de contar historias que pongan en evidencia las difíciles condiciones de vida de la gente.

El libro da cuenta, además, del accionar del periodismo basado en historias sensacionalistas, como la de una mujer violada hasta morir; periodismo, dice el director del periódico, que en lugar de cambiar las cosas, debe limitarse a mostrar su lado comercial, subestimando, si se quiere, a los lectores, a los campesinos norteamericanos que llegan a la isla, no para leer sobre lo que ocurre en las plantaciones de azúcar, sino los resultados de los bolos o de las carreras. “Hay que mantenerse despierto en el sueño americano”, dice el director del diario.  

Las motos, una de las máximas pasiones del creador del periodismo gonzo, no faltan en la historia. Es así que tras perder el Chevrolet Corvete que un “dueño de la isla” le había prestado para comprar su conciencia, Paul Kemp consigue una motocicleta BMW, con side car, en el que acomoda a alguno de sus compañeros del diario.

 

Los Ángeles del Infierno

Más allá de contarnos la historia de Los Ángeles del Infierno (banda motorizada de bárbaros californianos que mantuvo horrorizado a varios estados de la Unión Americana desde fines de la década del sesenta), el inmenso reportaje que escribió Thompson es una cátedra de periodismo; equivale a un año, al menos, en la facultad de comunicación de la mejor de las universidades.

No exagero. Thompson devela el manipulador y poco profesional funcionamiento de los medios de comunicación masiva, en un país, como Estados Unidos, en el que en nombre de la “democracia” ha convertido a los medios en dioses innombrables y a los contenidos en verdades irrefutables.

De hecho, Los ángeles del infierno, tal como existen hoy,fueron creados por Time, Newsweek y The New York Times, es decir, por la prensa neoyorquina y su sobrecogedor poder, en un ataque de histeria y con base en los distorsionados informes de políticos vinculados al Partido Republicano.

Revisando las escandalosas y falsas noticias que la prensa estadounidense publicó por aquellos días, Thompson devela el uso que los medios de comunicación hacen del lenguaje y de expresiones como “supuesto”, “según dijeron”, “se afirma”, “se informó”, “de acuerdo con”, para contar historias falsas sin tener problemas legales por ello.

Thompson no solo escribió sobre la mayor pandilla de motociclistas del mundo, sino también sobre la historia del motociclismo y de las motocicletas en Estados Unidos. De hecho, él mismo se compró una BMA inglesa para poder rodar con Los ángeles; además,  empezó a experimentar con drogas psicodélicas durante la elaboración del libro, a raíz de que invitó a una de las reuniones que mantenía con Los ángeles del infierno a Ken Keasey, quien escribió Alguien voló sobre el nido del cuco con base en la experiencia que tuvo como conejillo de indias de las drogas psicodélicas que el gobierno estadounidense desarrollaba para hacer más llevadera la vida de sus soldados en Vietnam.

 

Miedo y asco en Las Vegas

Hacia inicios de 1970, Thompson se entrega a la elaboración de Miedo y Asco en Las Vegas, reportaje periodístico que gracias a las técnicas del gonzo puede leerse como una novela y que recuerda al Almuerzo desnudo, de Williams Burrouhgs, pues en su misión de escribir un artículo sobre una carrera de motos para una revista deportiva, Raoul Duke, álter ego de Thompson, termina realizando un viaje a las Vegas cargado de toda clase de drogas. 

“El maletero del coche parecía un maletero móvil de la sección de narcóticos de la policía. Teníamos dos bolsas de yerba, setenta y cinco pastillas de mescalina, cinco hojas de ácido de gran potencia, un salero lleno de cocaína, y toda una galaxia de pastillas multicolores para subir y bajar, para chillar, para reír... y, además, un cuarto de tequila, un cuarto de ron, una caja de cerveza, una pinta de éter puro y dos docenas de amyls”.   

Resulta interesante el valor que en este libro Thompson confiere al periodismo, Pese a las dificultades de cubrir la carrera, Duke dice: “... y, en fin, yo era realmente un periodista profesional; así que tenía la obligación de hacer el reportaje fuese como fuese”. En otra ocasión le pide a su abogado, con quien tiene una desavenencia, lo respete en los siguientes términos: “-Oye, pedazo de cabrón -dije-, ¡Vigila esa lengua! ¡Hablas con un doctor en periodismo!”.

Esto demuestra algo que se señaló anteriormente: los abusos en que ha caído el periodismo norteamericano se deben al excesivo respeto que tiene la sociedad a unos medios que han contribuido a afianzar los proyectos políticos del Estado.

Respecto a su relación en este libro con las motos, hay un párrafo que para los amantes de la buena literatura y las motocicletas, es una auténtica belleza. Lo escribió para dar cuenta de la Mint 400, carrera que va a cubrir para una revista de deportes, al desierto de Nevada.

“Pedí una cerveza y eché un vistazo a las motos. Muchas Husquavarnas405, bólidos suecos trucados… también muchas Yamahas, Kawasakis, algunas Triumph 500, Maicos, algunas CZ, una Pursang… jodidas motos superligeras y rapidísimas todas. No había allí Hogs, ni Sportsters siquiera… eso sería como meter a nuestro Gran Tiburon Rojo (un Chevrolet Malibú) en la competición de enloquecidos todo terreno”.

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