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Flash Gordon: uno de los Íconos más famosos de la ciencia ficción
¿El revival o renacimiento de la estética de los años ochenta ha venido para quedarse? No será desde luego la pregunta del millón, con cuya respuesta el candidato más idóneo saldría más que millonario por la puerta de uno de esos concursos con luces de neón.
Pero dicen que cuando el río suena, agua lleva, y si no que se lo pregunten a Steven Spielberg, que está a punto de estrenar en las pantallas Ready Player One, la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Ernest Cline.
Ready Player One sumerge de lleno a los espectadores en un futuro no tan irreal, en el que buena parte de la población para sus horas muertas en un mundo virtual llamado Oasis, donde cualquiera puede hacer de todo, a partir de una estética impregnada por la cultura pop de los años ochenta, pero la muerte de su creador —el excéntrico James Halliday— y el anuncio de un tesoro escondido en las profundidades de ese universo que permitiría controlarlo todo, aboca a héroes y villanos en una búsqueda insaciable. Como siempre, el papel de héroes buenos recaerá en un grupo de adolescentes al más puro estilo de Super 8, Stranger things o Los Goonies.
Tampoco es la primera vez que Steven Spielberg sorprende al público con grandes creaciones que nos devuelven a las virtudes de la ciencia ficción o la estética de los años ochenta, en películas tan clásicas como E.T. el Extraterrestre, La guerra de los mundos o Minority Report. Mundos presentes o distópicos, con un carácter especulativo, en los que la imaginación va de la mano de los avances científicos y tecnológicos, en paralelo con el sentido de la curiosidad del ser humano por los misterios del universo.
Este breve y anecdótico contexto de «fiebre ochentera», si bien está enfocado en el ámbito cinematográfico y en relación a uno de sus directores más empedernidos en su «alma de niño grande», permite volver la mirada al mundo del cómic y la novela gráfica.
Ciertamente, el revival pop de los años ochenta y noventa también ha coincidido en la actualidad con la consolidación del cómic, que actualmente se codea en las estanterías de las librerías con sus hermanos narrativos de papel, e incluso se ha adherido como una característica más del tradicional género narrativo, esto es, la novela gráfica.
La imagen del clásico cómic de superhéroes salvando el mundo de villanos y malhechores ha dado paso a una novela gráfica más heterogénea, que ha permitido acercarse a un nuevo público adulto, no tan acostumbrado a leer cómics pero también abierto a nuevas perspectivas de lectura. La popularidad actual de la nóvela gráfica también se corresponde con una amplia variedad de géneros: desde los clásicos superhéroes y el mundo de la ciencia ficción, hasta las novelas históricas, la autobiografía o la adaptación de los grandes clásicos de la literatura.
En lo que respecta al formato gráfico tradicional y los superhéroes de antaño, el cómic ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, bajo la mirada atenta de historietistas contemporáneos tan esenciales como Alan Moore, creador de Watchmen, a mediados de los ochenta, así como de otras sagas como V de Vendetta o La liga de los hombres extraordinarios; y, Frank Miller, autor de universos tan conocidos como Sin City, 300, Ronin, Batman o Daredevil.
Pero considerando que la sociedad actual vive de forma apabullantemente acelerada, es demasiado proclive al olvido y adicta a la brevedad de las tendencias, a la imaginación le queda la responsabilidad de rescatar de la sombra inmerecida a otros grandes del cómic que, en muchos casos, o sentaron un precedente en nuestro imaginario actual o permanecen vigentes a la espera de un rayo de luz.
Pocos deben acordarse ahora de Edgar Rice Burroughs, quien escribió la novela de Tarzán de los monos, un personaje del que se realizarían interminables adaptaciones al cómic y al cine; o del mismísimo Alex Raymond, uno de cuyos personajes —Flash Gordon— fue la excusa indirecta para que George Lucas creará su propio universo, el de La Guerra de las Galaxias, porque no le cedieron inicialmente los derechos para adaptar por su cuenta al mencionado héroe galáctico.
En efecto, Alex Raymond había nacido en Nueva York el 2 de octubre de 1909. Aunque inicialmente trabajó como agente de bolsa, el crack de 1929 hizo que su vida se inclinara definitivamente hacia el dibujo, para lo cual tenía una natural facilidad desde niño. Si bien a principios de la década de los treinta había empezado a trabajar «en negro» para terceros, pronto se convertiría en el artífice de héroes que serían publicados en las tiras diarias y suplementos de periódicos a lo largo de las siguientes décadas: Agente Secreto X-9, Jim de la Selva o Flash Gordon.
Flash Gordon echó a andar el 7 de enero de 1934 y pronto se convirtió en el ícono más famoso de la ciencia ficción hasta la aparición de la saga de Star Wars. Además, había surgido a partir de un universo intergaláctico peculiar. Todo partió de un avión en el que viajan Flash Gordon —jugador de polo— y Dale Arden —su futura novia—, el cual choca con un meteorito, y al lanzarse en un paracaídas caen junto al laboratorio de Hans Zarkov, un científico expulsado de la NASA. Por diferentes avatares, van a parar al planeta Mongo, gobernado por el emperador Ming, de cuya tiranía deberán salvarse posteriormente.
Nuestro héroe también tuvo su adaptación cinematográfica en 1980, y aunque la película —dirigida por Mike Hodges bajo la producción de Dino de Laurentiis— fue un evidente fracaso comercial, muchos todavía recuerdan la banda sonora compuesta íntegramente por Queen, de la que curiosamente cuentan que «el álbum fue editado el mismo día del asesinato de John Lennon».