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De las palabras a los hechos

Elementos indispensables para el diálogo

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El principal objetivo de la lengua es comunicar. Y la comunicación se vale de la lengua como uno de sus principales medios. Comunicar es poner en común nuestras ideas, nuestros pensamientos; es lograr que el otro, el receptor de nuestro mensaje, comprenda aquello que queremos decirle. Y es convertirnos en receptores cuando el otro nos transmite el mensaje que nos quiere dar. El proceso de la comunicación siempre debe ser de doble vía.

Como sabemos, la comunicación tiene elementos que permiten que fluya sin problemas. Los primeros, quienes dan pie a este proceso, son el emisor y el receptor. Alguien emite un mensaje, dice algo, y alguien recibe ese mensaje, lo interpreta. Para que la comunicación sea adecuada, esta relación entre emisor y receptor no puede ser unidireccional, es decir, siempre se esperaría que aquello que se transmite (el mensaje) llegue al receptor y este, a su vez, se transforme en emisor de un nuevo mensaje. Es ahí donde ocurre el diálogo.

Para transmitir adecuadamente el mensaje, es necesario que tanto emisor como receptor compartan un código. Este es el conjunto de signos y símbolos común a los participantes en el diálogo.

En un inicio, el lenguaje funciona como código, y se espera que emisor y receptor lo compartan, ‘hablen el mismo idioma’. Cuando este código falla, el mensaje no puede transmitirse adecuadamente. Pero no solo es importante que el código (el ‘idioma’) sea, formalmente, el mismo. Es importante que el emisor cuide que el código sea tan claro que el receptor pueda entenderlo, y viceversa. Si el código que usamos es ininteligible para el receptor, la comunicación es imposible. Si ese código, además, está lleno, por ejemplo, de insultos, de dobles sentidos, de tergiversaciones, y carece de empatía, el diálogo es imposible. La comunicación se corta y deja de ocurrir.

Para que la comunicación se produzca también es necesario el contexto. Este constituye los elementos comunes de conocimiento del mundo que emisor y receptor deben compartir. Ambos deben saber de qué hablan, situarse en el mismo lugar, y estar abiertos también a ese situarse, si es que, por alguna razón, no se ‘perciben iguales’.

Otro elemento importantísimo en el proceso de comunicarnos es el canal. Este es el medio por el que se transmite el mensaje. Es indispensable que el canal posibilite la comunicación y es vital que este permita una retroalimentación.

Si, como emisores, usamos intencionalmente canales que imposibilitan el diálogo, estamos, a priori, levantando una barrera que impedirá que el mensaje llegue, porque el receptor no podrá respondernos. Con canales unidireccionales, la comunicación es imposible. Con canales que incapacitan al otro devolvernos el mensaje, ningún diálogo puede ocurrir.

Pensemos siempre que para comunicar deben estar en armonía los elementos que constituyen este ejercicio, ignorarlos o tergiversarlos es evitar unánimemente cualquier forma de diálogo, es deshumanizarnos.

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