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El viaje íntimo de la locura: la primera novela del último rockero maldito

Roberto Iniesta, imagen tomada de la cuenta @frasesRobe.
Roberto Iniesta, imagen tomada de la cuenta @frasesRobe.
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Jim Morrison, Bob Dylan, Leonard Cohen, Joaquín Sabina… Han sido muchos los cantautores que han publicado libros de poesía, pero muy pocos los que han incursionado en los cenagosos territorios de la narrativa. Con la publicación de El viaje íntimo de la locura, Roberto Iniesta, el líder de la inclasificable banda de rock español Extremoduro, ha entrado a formar parte del club de los cantautores novelistas, tras 20 años de experiencia sobre los escenarios y al menos 14 discos grabados, sin contar los singles ni las colaboraciones.

 

La novela de 370 páginas se publicó el 28 de septiembre de 2009 bajo el sello editorial El hombre del saco, y vendió en apenas dos meses más de 25 mil ejemplares. La obra no es nueva, pero en nuestro medio ni los más acérrimos fans de la banda habíamos tenido acceso a ella. De hecho, tuve la fortuna de encontrarla porque a un vendedor de discos se le ocurrió exportar un ejemplar a propósito del concierto que el cantante extremeño y sus compañeros ofrecieron en Quito hace algunas semanas. Además, Iniesta no promocionó demasiado su ópera prima, con la convicción de que era mejor que gustara mucho a cien, que poco a mil.

 

En la presentación que el autor hizo de su obra, se negó a contar el argumento y pidió a críticos y lectores que no la ‘destriparan’ demasiado en medios y redes sociales, para mantener ileso el interés.

 

Puesto que buen tiempo ha transcurrido ya desde que apareció el primer ejemplar, viene al caso acercar a los lectores que no tendrán acceso a ella, a sus territorios ficcionales.

 

Iniesta escribió El viaje íntimo de la locura para matar el aburrimiento, entre la publicación de Yo, minoría absoluta (2002) y La Ley Innata (2008), discos de canciones menos crudas que las del resto de su producción. De hecho, los seis movimientos de rock programático del segundo disco mencionado se inscriben en la tradición iniciada por Vivaldi y continuada por Pink Floyd. Una producción inédita en lengua española que narra una historia de amor, desde la ruptura, hasta la sanación del alma herida, pasando, desde luego, por una dolorosa y larga agonía.

 

Esta aclaración es necesaria para comprender que nos encontramos ante la obra de un autor maduro, en la cúspide de su proceso creativo, conocedor de los recursos creativos.

 

Herencia costumbrista

 

Tras leer las primeras páginas de El viaje íntimo de la locura, uno se pregunta si Iniesta está pagando tributo a la tradición costumbrista de la literatura española, y es que aquellos que esperen encontrar, de entrada, dada la autoría de la novela, drogas, locura, amor descarnado e irreverencia, se llevarán una auténtica sorpresa. De hecho, en la primera parte se dedica a presentar a Don Severino, un notario de vida apacible y repetitiva, cuya mayor aventura consiste en fabricar barcos a escala y llenar un diario de vida, hasta el día en que, por obra y gracia de la ficción y con la venia de la verosimilitud literaria, su casa se eleva de la tierra, como si fuese un globo aerostático, y empieza a navegar por encima de las nubes.

 

Decir que la obra rinde tributo al costumbrismo español no es peregrino; Iniesta ha reconocido que su obra ha sido elaborada en la tradición de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, un libro que más allá del argumento, se asienta en la belleza lírica de su prosa.

 

La segunda parte de la novela es de corte fantástico, pues al elevarse la casa al mejor estilo (esto hay que decirlo también) de Up, la película de Disney/ Pixar, se produce un hecho que rompe el orden natural del personaje y lo enfrenta a una serie de sucesos insólitos y monstruosos. Este momento de la historia concluye con las brutales manifestaciones de locura de Don Severino.

 

Del mismo modo en que unos desarrollan una fobia hacia la oscuridad, a la velocidad, o a otros miles de elementos cotidianos, Don Severino, el protagonista de esta novela de corte ‘tradicional’, pausado, le tiene un miedo descomunal a las alturas. Por eso, para él es verdaderamente escalofriante que un día el lugar donde él se refugia se eleve a alturas que le impiden asomarse siquiera a los bordes, para comprobar qué tan lejos está de la tierra. Tanto es el miedo que el personaje siente durante su viaje por las alturas, que prefiere no ver lo que ocurre a sus pies y termina convirtiendo el retrete en una ventana. Este episodio del libro hay que leerlo con una toalla para secarse el sudor de las manos.

 

La tercera parte de la novela narra la vida del personaje, después de que ha aterrizado y que, sintiéndose cómodo dentro de su vida silvestre, mira con desprecio el mundo que lo rodea. Se convierte en el buen salvaje soñado por Rousseau, en un Tarzán que no tarda en convertirse en héroe de monos capuchinos de un mundo en extinción. Lo cual lleva a considerar también que El viaje íntimo de la locura tiene mucho de novela de aventuras; Don Severino atraviesa una Odisea y al igual que Robinson Crusoe naufraga en una isla desierta en la que combate a cangrejos gigantes. Todo esto pese a que el autor ha intentado no transparentar sus influencias, e incluso ha tratado de alejarse de ellas leyendo obras de todos los géneros y épocas.

 

La mirada del gusano

 

Para escribir la novela, Iniesta se matriculó en las clases de ortografía y gramática que ofrece la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España, y al cabo de 2 años de pruebas y ensayos, entregó una novela plagada de modernos recursos literarios, que cuenta la historia, en tiempo presente, desde la visión de un narrador omnisciente, pero que incluye, con muy buenos resultados, la voz del personaje en sus diversos niveles de locura; la de un grupo de camarógrafos; la de los gusanos que habitan la parcela de tierra que se ha elevado por los aires y la de los monos capuchinos que viven con él en la selva. Y es que Iniesta, como dice en su canción ‘Extremaydura’, quiere a los animales, y los humaniza constantemente.

 

Las temáticas malditas

 

1. Profanación de lo sacro

 

Si bien el lector puede pensar que se encuentra con un trabajo diferente, que no produce el vértigo de montaña rusa que se experimenta la primera vez que se escucha una de las canciones de Extremoduro, conforme pasan las páginas las obsesiones ‘malditas’ del artista van saliendo, como ranas, de su caldero encantado.

 

Iniesta llama a las cosas por su nombre. Llama pan al pan, y al vino lo llama vino. Algo que no siempre gusta a quienes, desde una visión conservadora, consideran que el arte es el territorio de las buenas costumbres.

 

No solo eso, la crudeza se mezcla en sus textos con elementos escatológicos. Y el libro no es la excepción. De hecho, Don Severino defeca, literal y no metafóricamente, sobre el Papa y sobre la reina misma de Inglaterra, representantes en la Tierra de los poderes divino y político.

 

Más aun, el personaje se divierte viendo cómo la casa decapita a la Estatua de la Libertad.

 

2. La violación de las normas y lo políticamente correcto

 

Pese a los esfuerzos de autores como Henry Miller, y muchos otros, cuyas temáticas se manejan en torno a un erotismo descarnado, algunos sectores de la sociedad viven aún bajo una visión de la sexualidad como la de Don Juan, personaje de Tirso de Molina que condena la voracidad sexual y enaltece las virtudes de la mujer.

 

Así las cosas, no es raro que las canciones románticas, pero a la vez textualmente crudas de Iniesta suenen un tanto desafinadas para algunos oídos o sensibilidades. En ellas hay faunos que amenazan con metérselas a sus amadas hasta las orejas, marginales que vuelven a casa y “joden, ¡qué guarrada!, sin ellas”, es decir, se entregan al vicio de Onán, el ‘maldito’ que desobedeció a Dios y regó su semilla en tierra.

 

También en El viaje íntimo de la locura hay un momento de onanismo; el buen salvaje en que se convierte Don Severino es sorprendido en estas faenas por un grupo de camarógrafos, cuando llegan a los lejanos parajes adonde ha ido a parar el antes apacible personaje.

 

Y no sería adecuado cerrar esta breve aproximación a la novela sin mencionar el tema fundamental: la locura. Esta, en El viaje… es absolutamente palpable cuando Don Severino mata con un cuchillo de cocina al gato, que podría hacer menos dura su soledad, para comérselo. Este pasaje podría resultar altamente desagradable a los amantes de los gatos e, incluso, podría ser visto como una apología al maltrato a los animales, hoy en día. Pero eso es precisamente la locura, un estado del alma que lleva al personaje a acciones extremas y que Iniesta, lamentablemente, no logró definir en la presentación de la novela, pero que en esta, ha recreado endemoniadamente bien.

 

Breve nota sobre el lenguaje

 

Roberto Iniesta ha dicho que construir el argumento fue menos importante para él que jugar con las palabras y paladearlas. No se podía esperar menos de un autor que hace canciones de amor y de guerra, que invita al oyente a apreciar textos como: “Volar, siempre hacia arriba, / y pensar que no puedo perder”, para inmediatamente después arrojarlo de una patada al agua con el estribillo: “Voy a hacer un tambor de mis escrotos…”

 

Con esta obra, Iniesta demuestra que su narrativa no requiere el histrionismo de las canciones de su grupo para que su mensaje sea comprendido y degustado. El cantautor disfrutó escribiéndola y concluyó que la novela es un género más “agradecido” que una canción, en la medida en que su proceso de creación dura más.

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