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Efraín Villacís: simplemente es necesario

Fotos: Fernando Sandoval
Fotos: Fernando Sandoval
28 de noviembre de 2014 - 21:01 - Sandra Araya, Editora de CartóNPiedra

¿En qué año nace el proyecto y con qué objetivo?

 

En 2013, Gustavo Jalkh me invitó a trabajar en el Consejo de la Judicatura y una de las cosas que hago en ahí es políticas ciudadanas de servicio. Entre esas cosas, se me ocurrió crear una revista, Justicia para todos, porque siempre habíamos pensado —con Antonio Correa, Gustavo Salazar y Juan Carlos Moya— que la Justicia era más o menos como de comisaría de barrio de bajos fondos, cuando la verdad es que la justicia es un tema de convivencia de todos los días. Mediamos todos los días. Juzgamos todos los días. Tomamos decisiones todos los días. Tenemos muchos conflictos todos los días. Normalmente se dice que quien está metido en cosas de justicia es gente que ha cometido un error o ha tenido una mala relación familiar y vecinal, cosa que no es cierto.

 

Hablamos, dentro del concepto Consejo, de convivencia y ciudadanía. ¿Cómo abordar la justicia a través de estos temas? Se nos ocurrió reunir un grupo de gente para hablar de temas de justicia desde la gente contando cosas, complementando nosotros esto con la proyección que tiene el Consejo, con Gustavo Jalkh al frente; con las leyes, con las normas. Empezamos a preguntarnos, con la gente, qué es esto de la justicia. Es ciudadanía, es vecindad, es amor, es escuelas, trabajo, ocio, campo, trabajo, esfuerzo. Es todo. Por ahí empezamos y nos inventamos la revista, y si bien tiene temas jurídicos específicos —porque hay gente que no conoce sus derechos y deberes, hay quienes no saben que hay un espacio donde puede denunciar que están siendo vulnerados sus derechos—, hay gente también que te cuenta cómo resuelve sus cosas, qué cosas pasan en los pueblos, en las fronteras, cómo resuelven la vida los comerciantes, los pescadores. Fuimos soltando estas ideas y armamos Justicia para todos. La gente dice que es un alto costo. Pero es una revista de calidad, de primer nivel en su diseño y contenido. Tenemos un equipo que se dedica a escribirla, a crearla, las fotografías son nuestras. ¿Por qué no hacerla de primer nivel?

 

Teníamos el otro elemento, que son los libros. Entramos con cariño y seguridad: Pablo Palacio, con Un hombre muerto a puntapiés, que es un clásico de la literatura ecuatoriana. Luego metimos a Leonidas Andreiev. Es una colección de Literatura y Justicia que abarca temas varios. Como el amor, las historias de los seres humanos también están atravesadas por la justicia, pues todos tomamos decisiones. Alguien decía en la feria que las madres son las grandes mediadoras, median para sus hijos duerman, para que estudien, para que lean, para que el marido esté más tranquilo, median para que su casa esté en paz. Este es un tema de justicia.

 

Iniciamos el proyecto con ganas, pero con escepticismo, no por negar capacidades, sino como creyendo que no es así. El poeta De Villena, quien recién estuvo aquí, nos decía que en España algo como este proyecto sería como un milagro, sería como trocar el mundo al revés, si la Judicatura de España decidiera hacer una revista ciudadana y promover una colección como esta.

 

Creo que hemos ido transitando por ese espacio. No competimos con nadie. La idea no es esa. Respetamos a los autores, sus derechos, así como a los prologuistas. Creo que lo que nos interesa es la literatura y el mundo diferente. Vale la pena hacerlo. Así nació el proyecto, imaginándolo y peleándolo. Gustavo Jalkh, el presidente del Consejo, tuvo y tiene la voluntad política de hacerlo. Una cosa se juntó a otra y lo hicimos.

 

 

Hablamos primero del nacimiento de la revista y luego de la aparición de los libros. ¿Seguirán estos apareciendo?

 

Sí, claro. Nació la revista en principio, y la gente creía que íbamos a hacer una revista institucional en la que las autoridades dicen quiénes son y van cortando cintitas en su tránsito por el servicio público. Pues no. Si bien hablamos de cosas del Consejo, hablamos para que la gente conozca a quienes hacen esto de la justicia, desde los administrativos hasta los jueces. Casi paralelamente iniciamos el proyecto con los libros.

 

El próximo año tenemos cosas muy chéveres. Esperamos salir con una antología de gente joven no muy conocida, porque tampoco hay que pensar que por ser esto literatura y justicia, solamente circulan ciertos textos. También tendemos a promover cosas. Quienes estamos en este equipo amamos la literatura, amamos la cultura, más allá de nuestro trabajo en la Función Judicial.

 

El próximo año sacaremos El extranjero, de Albert Camus, una selección de Poe, sacaremos a Luis Félix López. Estamos haciendo una antología de mujeres, no por un pretexto, pero queremos llamar a una antología Relatos de familia, para que escriban mujeres desde distintos ámbitos. Es un poco jugar con el título para quitarnos el estereotipo de que las mujeres escriben a su asado. Existe literatura escrita por mujeres. Estamos haciendo también una antología de 200 años de literatura ecuatoriana.

 

 

Pero el próximo año se cierra el proyecto de los libros porque la colección no puede ser eterna. Cerraremos el próximo año con Los miserables, de Víctor Hugo. No significa que no va a continuar, pero estamos generando un par de líneas editoriales más.

 

Estamos trabajando con la Escuela de la Función Judicial, con Tomás Alvear, su director, un par de concursos. Uno dedicado a estudiantes de las escuelas de Jurisprudencia, de ensayos sobre lo que crean de justicia, pero más tirado hacia lo cultural. Algún rato se nos ocurría que los jóvenes hagan un ensayo de por qué Napoleón en sus gestas siempre llevaba el Derecho romano. Entre abogados, sobre un poco de historia y todo el tema posterior de los derechos humanos, implica que hay gente que pueda escribir sobre esto.

 

Otro espacio que vamos a crear es una línea absolutamente jurisprudencial, generar un concurso a través de jueces: qué se piensa de la justicia, cómo juzgan. Quizá un ensayo que hable sobre qué significa la pena condicionada. Hacer, entonces, pensamiento jurídico.

 

Este pensamiento jurídico se iniciará con un libro de Gustavo Jalkh para ver cómo piensa la gente lo jurídico, las relaciones humanas atravesadas por la ley, por el ámbito de la convivencia. Tenemos líneas editoriales claras. Creo que mutará la colección, pero no dejaremos de sacar cosas de literatura. Hay mucho que decir todavía.

 

En la presentación del proyecto una señora nos decía que esto era muy lindo mientras había niños que se morían de hambre, que era profesora de literatura y que le tocaba regalar libros, así que le parecía muy caro esto. No sé si sea un tema de presupuesto ni de quién lo haga mejor o peor, pero nosotros le entregamos el proyecto al país, los libros, la revista. Tenemos un sistema de distribución amplio, más allá de que lo haga EL TELÉGRAFO. Tenemos un sistema de distribución propio también, y podemos decir que el Proyecto Editorial ha llegado adonde no imaginamos y la gente lo espera. Lo necesita. Hemos comprobado que los voceadores de esquina, los días domingo, tienen reservas de loslectores cuando saben que va a salir un producto del Proyecto Editorial. Hay un interés, hay ganas.

 

Ahora, en la Feria, nos ha ido muy bien. La gente llega a nuestro estand. No vendemos nada. Más bien, contamos cosas.

 

Hicimos también la Gaceta Judicial, el proyecto de reseña histórica. El Proyecto Editorial tiene algunas cosas. Acabamos de digitalizar 120 años de justicia en este país. Nunca se ha hecho. Vamos a incluir toda la Colonia de lo que hay en documentos. Se incluye todo lo que viene. Se ha hecho un plano de más de 60 mil páginas. Hasta julio del próximo año tendremos una página web tipo Google en la que puedas saber lo que quieras de este país desde el ámbito jurídico. Y gratuita. En Japón, en China, donde tengan una página web, podrán ver esto.

 

¿Dónde está la utilidad de esto? Toda la gente, los jóvenes que quieran ser abogados —porque las sociedades requieren de abogados, para bien o para mal—, tendrán otra perspectiva de lo que es el país. Hay curiosidades sobre demandas, sentencias. Está ahí como el otro lado no visto de nuestras vidas, como país. En eso estamos, sacando cosas.

 

En el estand de ustedes, en la FIL, hay una sección para niños. ¿Están haciendo algo para ellos?

 

De hecho, en la colección sacamos Tom Sawyer detective. Pero más que con el Proyecto Editorial, tiene que ver con el estand. En el Consejo de la Judicatura, el equipo de Gustavo Jalkh pensó en algo muy importante, aunque no lo parezca así. Decidieron poner las famosas ludotecas en cada unidad judicial del país. En Quito no se ven muchas, pero a nivel cantonal hemos creado salas lúdicas porque los papás y las mamás van a hacer sus trámites, desde un tema de tierras hasta de alimentos, y no tienen dónde dejar a sus hijos. Entonces, las unidades judiciales tienen salas lúdicas con parvularias, aparte de que jurídicamente un sicólogo podrá atender a los menores si han sido violentados, etc.

 

Cuando hicimos el estand de la Feria, queríamos que representara al Consejo. No como institución de funcionarios o burócratas, gris, sino como lo que es: el Consejo de la Judicatura está ahí para trabajar. Tenemos gente ahí que les cuenta cuentos a los niños, les dice cosas, como que ellos también toman decisiones en los temas de convivencia: cuando le niegas el préstamo de tu muñeca favorita a tu amiga, estás tomando una decisión. Y se divierten los niños.

 

 

Presentaron ya oficialmente el proyecto en la FIL. ¿Cómo les fue?

 

Fue absolutamente divertido. Presentaron el proyecto Tomás Alvear, director nacional de la Escuela Judicial, y Juan Carlos Moya, periodista de la iniciativa. Contamos todo lo que venimos haciendo. Si bien el año pasado estuvimos en la feria también, decidimos presentarlo ahora porque es una cosa ya hecha, con un cuerpo. Presentamos también el proyecto Cine y Justicia, que se inició en Cuenca y se desarrollará el próximo año.

 

Queremos tomarnos los espacios públicos de todas las unidades judiciales y presentar como en cartelera comercial películas para la gente, con el eje de la justicia. Vamos a hacer grabaciones en los foros después de la película, ojalá con el director, con una actriz, con un actor, siempre con un juez, un abogado, la ciudadanía preguntando. Vamos a editar estos foros y los vamos a poner en la película. El Consejo está firmando un convenio con el Consejo Nacional de Cine como un aporte para derechos de los creadores, para tener los derechos iberoamericanos de películas y poder exhibirlas.

 

Es una institución de justicia y somos justos con lo que hay que hacer, y somos legales. Pagamos derechos de autor cuando así se lo requiere, como hay que hacerlo. Preguntamos a los colaboradores, a los autores, pagamos a los prologuistas, al igual en el cine. Vamos a aportar al Consejo de Cine para su fondo. Tenemos los derechos y haremos un paquete de películas que serán distribuidos con EL TELÉGRAFO para la gente, para los estudiantes, desde temáticas jurídicas y humanas. No es un tema muy complicado, pero sí vamos a ponerle nuestro sello, nuestra mirada. En los transportes públicos interprovinciales vamos a poner nuestras películas.

 

 

Definitivamente, el proyecto está abarcando casi todos los ámbitos de la cultura.

 

Me preguntan siempre eso, como diciendo que no deberíamos hacerlo nosotros sino otra cartera de Estado. Yo más bien pregunto: ¿y por qué no? No creo que estén desvinculados la cultura, la justicia, el amor, la literatura, el crear, el imaginar, el pensar, el amar, que están en todos los ámbitos en que vivimos. Si el Consejo de la Judicatura, si Gustavo Jalkh, con una mirada abierta, a quien se le plantea un proyecto dice: “Claro, vamos…”, no estamos quitándole nada a nadie. Estamos haciendo eso que nadie hace. Y si mañana lo hace otra institución, qué bueno, ojalá nos juntemos, ojalá seamos capaces de unir ideas y de construir cosas juntos.

 

No hay mucho espanto en esto ni tampoco mucha genialidad. Es solo trabajar sobre la ciudadanía y sobre lo que somos. Hay iniciativas privadas que hacen estas cosas. El Estado lo hace, de una forma u otra. Ahora es el Consejo de la Judicatura, un poder autónomo del Estado, que ha decidido entrar en esto, no porque sea un gusto burgués, o porque quiere pasar por interesante o cosmopolitas. Simplemente es necesario.

 

En el siglo XIX se inventaron las vacaciones y se descubrió desde el siglo XVIII, más o menos, que el ocio era productivo. Se inventaron las horas laborables, pero también se inventaron porque el hombre no podía trabajar más de ocho horas diarias, y después él no sabía qué hacer. Ahí están la literatura, la lectura, la música, está todo eso que nos envuelve. Ahora le toca a la justicia, a una institución judicial, hacer temas culturales, porque nos compete, porque somos parte de eso. ¿Por qué no?

 

 

Todo esto parece inspirado en el Renacimiento.

 

El Renacimiento, nace en el siglo XIV a la caída del Oscurantismo. El ser humano se dio cuenta de que su trabajo, su acción en la Tierra, no estaba solamente conectada con Dios, de forma vertical, sino que su acción era horizontal con quien es, con quien logra ser en su tiempo y a través de sus generaciones, sus hijos y los hijos de nuestros hijos.

 

Esa es la clave del Renacimiento. Empezamos a mirarnos como seres humanos. Creo que no queremos apagar esa luz del Renacimiento, que tiene que ver con renacer, recrear, reconstruir. Dice la gente que no hay nada nuevo bajo el sol. Yo difiero un poco de esa frase hecha. Quizá no haya nada nuevo bajo el sol, pero cada ser humano es capaz de hacer un montón de cosas, de crear y sentir cosas. Cada día, cada experiencia son posibilidades de decir, de contar, de transmitir, de amar de otras formas. Es un poco creer en nosotros mismos.

 

Este presente, este momento, es importante para el Consejo y para este país. No estoy haciendo proselitismo, pero el momento es ahora. Hagamos todo lo posible: crear, trabajar juntos. Y el Proyecto Editorial, como el Consejo invita a los ciudadanos a trabajar por esto, por lo que creemos.

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