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De la locura como salvación: sobre una novela de Bioy Casares

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No man is an island, entire of itself;

every man is a piece of the continent, a part of the main.

John Donne

Una vez más, el epígrafe de John Donne.

Es que una vez más, la muerte y la soledad —y la locura— son las constantes en las lecturas del mundo que se pueden hacer a través de la literatura, del arte, de la percepción, en general. Toda esta digresión nace a raíz de una novela de Adolfo Bioy Casares, quizá una de las más perturbadoras que he leído. Aunque todo depende de la percepción, claro…

 

La percepción

En 1945 aparece Plan de evasión, la segunda novela de Bioy Casares. Tras el éxito de La invención de Morel, este texto no recibe mucha atención ni de los lectores ni de la crítica, a pesar de ser una novela rica a nivel de trama, basada en el suspenso, en teorías psicológicas y filosóficas, basada, como toda buena obra, en otras obras, y en teorías, en colores, en los colores que vemos todos y en su impacto en la psiquis humana.

Una fábula sencilla es esta, en principio, y en apariencia, pero todo depende de la percepción, claro… Nevers, un oficial de marina, ha sido destinado en un cargo oficial al archipiélago de Cayena, a una colonia penitenciaria; su designación obedece, según él —aunque todo puede ser parte de una percepción errónea—, a una conjura familiar para separarlo de la mujer que ama, Irene, y él ha aceptado su destino con la consigna de cumplir con su deber y regresar pronto a brazos de su amada. Pero desde el primer día en las islas Nevers nota situaciones inusuales, fuera de lo común, comportamientos extraños. El gobernador Castel, que debía esperarlo a su llegada, se encuentra prácticamente aislado en una de las islas(1), la del Diablo, y no recibe visitas; ahí convive con dos o tres presos, su ayudante y muchos animales. Desde entonces, la intranquilidad de Nevers crece y su único afán es descubrir qué trae entre manos el gobernador. Nevers sospecha de una revuelta de los prisioneros, pero siempre puede haber algo que supere a la ilusión más trágica.

Hasta ahí la historia, un thriller que juega con la percepción del lector, sobre todo por las voces narrativas, las voces confundidas. Un tío que transmite lo que su sobrino Nevers le ha contado por cartas es quien nos cuenta esta historia, pero de repente, los saltos entre tercera y primera persona nos confunden, como si escucháramos dos voces distintas, una que se muestra a la sordina, casi escondiéndose en la otra, camuflándose. Y es que todo en este texto aparece así, tras nieblas equívocas, detrás de colores entremezclados, apariencias engañosas, las palabras de Nevers a veces son totalmente aceptadas por su tío, otras, demuestra su desconfianza a través de comentarios velados… ¿Acaso Nevers sea un paranoico? O ¿tiene razón y en la colonia penitencia se está fraguando una rebelión o algo peor?

Él mismo desconfía de sus impresiones, desconfía del entorno: “¿cómo no desconfiar de un hombre que tiene vocación para dirigir un presidio? Sin embargo, reflexionó, yo estoy aquí; ¿es la vocación lo que me ha traído?(2) Nevers, a pesar de la desconfianza y/o repugnancia que pueda sentir por Castel, no puede evitar, de cierta forma, identificarse con él, y al final, entender su propuesta, sus experimentos, ansiar, quizá, la soledad que lo cobijó en su locura.

Así mismo, el narrador, el tío de Nevers, no puede dejar de sentir empatía por el relato de su sobrino, aunque después tome distancia y trate de deslindarse de cualquier responsabilidad por los actos de su pariente, en un momento en que este parece perder la cordura y puede volverse el artífice de una tragedia en la colonia. Luego vuelve al cariño inicial, a la comprensión, del mismo modo en que Nevers pasa de la apatía a la desesperación y al mismo tiempo se eleva en un gesto de esperanza.

Hay un juego de espejos macabro, que nos presenta varios reflejos, muecas de los personajes, Castel, Nevers, el narrador, Dreyfus, quien puede ser o no una persona confiable. Todo depende, claro, de la percepción de cada cual sobre el otro…

 

De la percepción a la locura

Nevers cree que una mala jugada de su hermano Pierre lo ha llevado a Cayena. Nevers cree que el gobernador Castel fragua una rebelión junto con los presos de la colonia. El tío de Nevers, quien recibe sus cartas, cree lo que este dice, pero también atribuye su relato a cierta tendencia de su sobrino a la exageración…

En el principio fue el verbo y aquí el que prima es ‘creer’.

Nevers cree que debe ir más allá hasta que se encuentra, al fin, con una respuesta sorprendente a sus pesquisas: el gobernador Castel cree, también, en algo más allá de los límites de la ciencia, pretende alterar la percepción de algunos prisioneros, parte de su ‘rebaño’, para otorgarles la ilusión de la libertad. Siguiendo la teoría de los colores expuesta por Goethe, y acatando ciertos conceptos de William James sobre la percepción a través de los sentidos, Castel ha preparado un ambiente propicio en la isla del Diablo, para que sus prisioneros puedan convertirse en hombres libres, gracias a que su mente les mostrará otro horizonte.

Por supuesto, los sujetos que son parte de esta promesa de libertad no entienden realmente por qué camino transitarán para obtener la salvación. Castel hace las veces de Dr. Moreau en su recinto privado, donde tiene a su disposición sujetos suficientes para sus experimentos. Estos acceden, en un principio, porque ¿qué costo no asumirá un hombre prisionero al que se le ofrece la libertad inmediata? ¿Y si el precio fuese la locura, un encierro absoluto, la enajenación total? La locura de unos es la razón de otros…

Pero qué largo, cansado y enloquecedor, valga la redundancia, sería definir la locura. La RAE, en pocas palabras, dice: “Pérdida del juicio o la razón”. Y qué son el juicio y la razón sino una imagen convenida entre varios seres(3), una situación compartida, una misma percepción del mundo, no importa si este es cruel o generoso, justo o injusto. La opinión general prima, quien se desvía de la percepción colectiva es alejado, y quizá, dadas las circunstancias, en medio de un mundo donde la violencia y la miseria se imponen como condiciones naturales, la locura sea la única manera de salvarse de un destino que no conduce sino a la muerte. Pero y si la locura no fuese otra cosa que una máscara de la muerte, una portavoz suya…

 

De la locura a la salvación

“No man is an island”, repetimos con la voz de Donne, como negándonos a creer en la posibilidad del aislamiento absoluto, de la soledad redentora que implicaría la locura, aunque, realmente, el estado de enajenación mental no corresponde sino a un viaje iniciático, heroico, tal vez, circunscrito dentro del trazado del destino de cada hombre.

¿Es posible esta redención?

La locura es el abandono de sí mismo, y el abandono de los otros, sobre todo, situarse en una isla que se transforme en un hogar y refugio. “El abandono le significa salvación; la exclusión es una forma distinta de comunión”(4), nos dice Foucault sobre la situación de los leprosos en la antigüedad, pero sabemos que esa enajenación con fines mesiánicos, por supuesto, también puede aplicarse a los locos, a los que viven en el borde la cordura. Así, no es raro que Castel planee ‘abandonar’ a los presos en una isla solitaria donde podrían encontrar su anhelada libertad. Por qué una isla, podrá preguntarse uno, podría haber escogido Castel otro paraje lejano, un bosque, una montaña donde el prisionero practicara el ascetismo… Porque a la isla no se puede llegar sino a través del agua, del color azul, ancho, inmenso, “el agua agrega la masa oscura de sus propios valores; ella lo lleva, pero hace algo más, lo purifica; además, la navegación libra al hombre a la incertidumbre de su suerte; cada uno queda entregado a su propio destino, pues cada viaje es, potencialmente, el último”(5).

Bogaba por los ríos y por los mares, en la antigüedad, la nave de los locos, la barquichuela tripulada por los dementes que nadie quería en sus pueblos, los extranjeros, los extraños a cada tierra que, aparte, eran extraños en todo el mundo por su condición mental. De igual forma, los pacientes de Castel bogan en su propia dimensión, quizá desde el momento en que pisaron el territorio de las islas (reales) hasta cuando pudieron adentrarse en sus islas privadas, las que escondían en su mente, conjugando en la sinestesia las palabras, los colores, los sonidos.

La locura es la nave que nos mantiene a flote sobre el ancho azul.

Por supuesto, esta percepción puede ser comprendida solamente por quienes padecen la locura y esto con el optimismo que los locos compartan sus alucinaciones:

 

Improvisó, otra vez, la hipótesis de la locura. Se preguntó si enfermos de una misma locura tenían simultáneamente las mismas visiones (...) Pensó que después él mismo quedaría en su memoria como en un infierno, haciendo bromas imbéciles en ese pintarrajeado patio de pesadilla y caminando hacia el horror(6).

 

Nevers ha ingresado al corazón de la isla del Diablo y Castel le ha dejado una carta explicándose: es compromiso de quienes están a cargo procurar el bien del ‘rebaño’, aunque no sea comprendido, aunque esto, al final, sea entendido por los otros como una locura.

 

Camino a la salvación…

Al final, el tío de Nevers ha recibido una nueva carta de su sobrino Xavier, quien iba en reemplazo del primero, a Cayena, con el plan de relevarlo para que el muchacho abandonase sus delirios y pudiese volver a Francia. Por último, Xavier se siente también traicionado por el hermano de Nevers, cree que hay una conspiración en su contra, para alejarlo, también, de Irene, y que por eso ha sido enviado al exilio... Manía persecutoria, quizá. El archipiélago de Cayena, allende el mar, es el sitio donde la lejanía es absoluta, es umbral hacia otro estado, si se traspasa la frontera que divide el juicio de la locura.

Si un hombre no es una isla, entonces, la locura de uno, la locura de todos, implica la salvación total de la raza.

Notas:

1.- No, no es un error de la editora o de la escritora: aislado en una isla, sí, aquí todos los significados obedecen a la intención del autor, de quien comenta, de quien edita, aunque…

2.- Todas las citas de la obra de Bioy Casares corresponden a la versión digital recuperada en http://es.scribd.com/doc/6593945/Bioy-Casares-Adolfo-Plan-de-Evasion

3.- Nótese que no he especificado la condición de seres humanos que comparten una condición, pues los animales también comparten percepciones, según sus razas, géneros, tipos.

4.- Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica, http://es.scribd.com/doc/137625604/Historia-de-La-Locura.

5.- Íbid.

6.- Bioy Casares, Op. Cit.

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