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Cuerpos urbanos que se deshacen y desbordan

A través de su corporeidad el ser humano hace que el mundo sea a la medida de su experiencia […] el cuerpo produce sentido constantemente y de este modo el ser humano se inserta activamente en un espacio social y cultural dado. El proceso de socialización de la experiencia corporal es una constante de la condición social del ser humano […] tiene sus momentos más fuertes en ciertos periodos de su existencia, especialmente en la infancia y en la adolescencia”

(Le Breton, 2002)

 

Hablar del cuerpo, de las identidades, de las culturas urbanas y sus diversas construcciones en estos tiempos contemporáneos, nos remite a un sinnúmero de estéticas emergentes que deambulan por las calles —en este caso— quiteñas. Estéticas con las que se identifican a miembros de las culturas alternativas, que se muestran ante vitrinas humanas que consumen este tipo de corporalidades e identidades con la misma velocidad con las que se construyen.

 

Se vuelve necesario mirar el panorama urbano de la ciudad en 360 grados, así quizá, visibilizaríamos ciertas expresiones culturales que involucran a poblaciones cada vez más jóvenes.

 

Culturas urbanas

 

Debido al desconocimiento sobre este tema, y dada la complejidad y premura con la que emergen estas expresiones culturales con diferentes estéticas corporales, es preciso configurar conceptos y categorías para abordarlas adecuadamente.

 

Diversas propuestas académicas y sociales a nivel mundial se han preocupado por problematizar estas nuevas ebulliciones culturales, pero la mayoría de esas miradas sobre el tema lo han hecho desde una lectura del estereotipo y la exotización.

 

Es pertinente retomar la categoría propuesta por Dick Hedbige, subcultura(1), para ubicar a las culturas urbanas del país. Según explica Hebdige, el término expresa un estadio caracterizado por su intensión política (como el anarquismo o la lucha de clase) y cultural de la que son partícipes quienes integran estos grupos, hoy asumidos como culturas urbanas.

 

Con la eclosión de expresiones alternativas como los hippies en EE.UU. o los punkies en el Reino Unido (U.K), en los sesenta, y de derivaciones culturales como los góticos, metaleros, skinheads, rastafaris, hip hoperos, emos, floggers, en los setenta y ochenta hasta la actualidad, las culturas urbanas se han establecido como un argumento importante dentro de las Ciencias Sociales.

 

Estos grupos, que además son sociales, surgen como respuesta a la construcción de fenómenos como el consumismo o la implantación de estereotipos sobre la “correcta” belleza, que irrumpen con fuerza en la actualidad.

 

La construcción de las culturas urbanas se produce mediante procesos de empatía y afinidad social, cultural y política. Por ello, estas agrupaciones se visibilizan como agentes irruptores del orden social. Sus modos de vestir, actuar y expresarse constituyen su identidad. Se manifiestan a través de la música, las estéticas alternativas, diversas corporalidades, ideologías y sentidos frente a los valores hegemónicos.

 

Sin embargo, el desconocimiento e invisibilización han generado estereotipos sobre ellos y se han registrado casos de violencia y discriminación hacia ciertos grupos, como los emo por ejemplo, y otras minorías culturales.

 

Para algunos estudiosos ecuatorianos que abordan esta temática, es necesario sustentar en términos académicos su existencia, siempre y cuando se la entienda como una categoría de análisis que permita superar los conceptos ampliamente difundidos acerca de “tribus urbanas” y “culturas juveniles”, generados y defendidos por los científicos sociales funcionales a los patrones académicos rígidos.

 

2-06-13-cp-maniqui-caraDispositivos de subversión estética: corporalidades

 

Los elementos a través de los que la irrupción social se vuelve más evidente son el cuerpo y las corporalidades. Estos se convierten en objetos distintivos y disonantes en una sociedad tradicional que se resiste a aceptar estilos alternativos y prácticas socio-culturales expresadas através de ellos.

Estas propuestas fusionan conceptos como belleza y estética para transformarlos en dispositivos corporales que, de la mano de propuestas político-ideológicas, buscan desestabilizar el canon hegemónico —según lo conceptúa Gramci— y tradicional, asumido desde una belleza simétrica y occidental.

 

En este sentido, el pensador francés, Pierre Bourdieu, explica cómo funciona el dispositivo estético al interior de la sociedad y cómo determina las relaciones interpersonales a todo nivel: “…la disposición estética es una dimensión de una relación distante y segura con el mundo y con los otros, que a su vez supone la seguridad y la distancia objetivas; una manifestación del sistema de disposiciones que producen los condicionamientos sociales asociados con una clase particular de las condiciones de existencia, cuando aquellos toman la paradójica forma de la mayor libertad que puede concebirse, en un momento dado del tiempo, con respecto a las coacciones de la necesidad económica (…).(2)

 

De esta forma, se puede concluir que las dinámicas al interior de las culturas urbanas tienen mucha relación con las construcciones estético-corporales que se configuran en la intimidad, aun cuando las prácticas estético-culturales dentro de las culturas urbanas son vistas por la sociedad en general como “aberrantes y anormales”, pues se configuran bajo parámetros por fuera de los hegemónicos y simétricos.

 

A su vez, las estéticas emergentes al interior de estas agrupaciones alternativas han propuesto un estilo en base al uso de zapatos converse, jeans, maquillaje e indumentarias que buscan “estilizar y embellecer” los cuerpos de los sujetos. Situación que ha derivado en nuevas formas de consumo y mercantilización de “modas” provenientes de sectores urbanos.

 

El cuerpo como espejo de la sociedad

 

Según explica David Le Breton la designación del cuerpo traduce un hecho del imaginario social. Entonces, se entiende que el cuerpo no es autónomo del ser humano, y por ello carga consigo un sinnúmero de imaginarios que en determinados momentos se convierten en estigmas y estereotipos negativos que lo relegan y denominan como anormal y monstruoso.

 

Tomando en cuenta este planteamiento, los cuerpos que emergen de las culturas urbanas se convierten en imágenes de cada uno de sus miembros, nutridas con material simbólico que tiene existencia en un tejido cerrado de correspondencias. El cuerpo está en el cruce de todas las instancias de la cultura, es el punto de imputación por excelencia del campo simbólico, según ratifica Le Bretón.

 

Esto permite comprender cómo las corporalidades de las culturas urbanas se encuentran en constante proceso de construcción y deconstrucción. A su vez, gracias a la carga simbólica y los mensajes emitidos simultáneamente que las corporalidades mutan y trastocan hasta llegar a convertirse en dispositivos escamoteadores(3) de los cánones hegemónicos impuestos por industrias culturales como la moda, el mercado, la música y las propia cultura normalizadora.

 

Dentro de estos dispositivos, Marcel Mauss incorporó la noción de técnicas corporales para considerar a los gestos codificados como índices que buscan una finalidad precisa. En el caso de las culturas urbanas, sus técnicas corporales dan cuenta de proyectos sociales, políticos, culturales y sobre todo estéticos que buscan generar cambios a todo nivel.

 

2-06-13-cp-maniqui02Comunidad Emo

 

Aterrizando el debate en un caso de estudio, es pertinente advertir la existencia de una comunidad cuya expresión corporal causó revuelo y planteó nuevas problemáticas en torno a los usos y consumos que, hasta hace algunos años, las culturas urbanas habían dado a este elemento identitario.

 

La comunidad Emo, cuyo origen se remonta a la década de los noventa en Norteamérica, se visibilizó en el Ecuador hace poco menos de una década a través de redes sociales, con sus “nuevas” ideas estéticas.

 

La población cautiva, en su mayoría adolescentes de entre 12 y 18 años, asumió este discurso estético desde perspectivas afectivas, emocionales y modas transitorias. Aunque esta comunidad a nivel nacional afirme que posee un discurso filosófico que ampara su propuesta estético-corporal, es preciso entender que los preceptos bajo los cuales se constituye están atravesados por elementos identitarios como la música (emotional hardcore, ramificación del género hardcore punk), vestimenta y estéticas andróginas que han logrado posicionarse y generar nuevos debates en cuanto a las construcciones corporales que surgen de estas prácticas emergentes.

 

Estéticas andróginas y eróticas reapropiadas

 

Al erotismo, George Bataille lo describe como la “experiencia interior”, como el lugar donde el ser humano vive la experiencia del límite y del exceso, como una forma de acceso a la soberanía que es una exigencia del mundo interior del ser humano opuesta a cualquier tipo de conducta servil o subordinada (4).

 

En el caso específico de la comunidad Emo, su erótica se erige bajo preceptos andróginos, porque juega con la concepción binaria de hombre/mujer y masculino/femenino. Los cuerpos y las corporalidades emo irrumpen en la delimitación del “ser y parecer un hombre”.

 

El estilo emo puede ser entendido, entonces, como un estadio de feminización de los cuerpos masculinos, hecho que genera incomodidad en una sociedad tradicional, pues la norma legítima ha sido la heterosexualidad.

Estas prácticas irruptoras han desencadenado nuevas problemáticas en torno a la concepción de lo masculino/femenino, que han sido términos opuestos históricamente. Sin embargo, las eróticas andróginas emergentes deconstruyen ese ideal binario, transformándolo en un estadio subjetivo, sujeto de modificaciones, pero además, funciona como un dispositivo contrahegemónico que desarma el canon tradicional.

 

Luego de hablar con miembros de diversas culturas urbanas del país, se identifica a través de sus expresiones que —como toda cultura emergente— la Comunidad Emo es marginada no solo por la sociedad adulto-céntrica, sino por miembros de otras culturas urbanas que ven en sus expresiones estético-corporales, marcados rasgos andróginos, por lo que los identifican como “homosexuales”, y por esta etiqueta, su rechazo es mayor.

 

Rockeros, punkeros, emos, hip hoperos, rastafaris: imágenes comerciales

 

Para el filósofo Zygmunt Bauman, vivimos un tiempo en el que la vida se ha tornado líquida y transparente, haciendo incapié en que estos estados de liquidez, son producto de la pérdida de ese sentido de pertenencia social del ser humano al volverse independiente, y esto a su vez es resultado de complejos procesos mercantilistas y globalizadores que se han filtrado en la sociedad contemporánea en círculos de consumo y, como explica Stuar Ewen, de “desechabilidad de estilos”(5) debido a la premura por vivir y consumir.

 

Según explica Guy Debord, el espectáculo en la sociedad actual no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes(6). La sociedad que reposa sobre la industria moderna no es fortuita o superficialmente espectacular, sino fundamentalmente espectaculista. El análisis que realiza Debord expresa la preocupación por la vertiginosidad en la que las imágenes y el espectáculo logran fusionarse para dar como resultado una sociedad de consumo desechable. En el caso de las culturas urbanas este fenómeno de consumo espectacularizado puede entenderse desde la posibilidad de los sujetos de absorber y adaptar elementos y objetos ajenos a sus estilos y modas.

 

Así la diversidad de construcciones estético-corporales nos permiten ver cómo el espectáculo mediático cubre el imaginario de los miembros más jóvenes de las diversas expresiones urbanas, en tanto la(s) moda(s) irrumpen en sus vidas transformándolas de manera acelerada.

 

De esta manera los usos del cuerpo se ven atravesados por el consumo de accesorios que travisten a estos cuerpos en constante transformación. Aquello se corrobora en testimonios de los propios miembros de estas culturas urbanas, quienes reconocen que consumen “modas alternativas” para resaltar entre sus pares y tener acceso así a una vida social amplia en la que pueden ser admirados por sus compañeros, sin importar que el resto de la sociedad los discrimine (7).

 

Hay que señalar la importancia de la publicidad y los medios de comunicación como amplificadores de estos estilos de vida. Con la actual implosión de las TIC a nivel mundial, el acceso a una infinidad de páginas de Internet es posible en cuestión de segundos, gracias a este libre acceso a la información, en el país se publicitan tiendas o lugares especializados donde se puede conseguir ropa emo, accesorios rocker y diversidad de productos que constituyen estas y muchas otras estéticas.

 

Entonces, la influencia del mercado ha logrado penetrar en estas culturas urbanas y sacar provecho de ellas a través de la mercantilización de sus identidades. Quizá esta sea una de las razones para que la sociedad las mire con ligereza y las conceptúe como modas pasajeras.

 

Margarita Riviere, en Crónicas Virtuales: La Muerte de la Moda en la Era de los Mutantes(8), advierte sobre la fugacidad de las nuevas tendencias o modas corporales que se ven afectadas por la sociedad virtual y la inmediatez de las comunicaciones dejando ver cómo la artificialidad contemporánea del cuerpo resalta dentro de los procesos de construcción de la identidad, que a la vez se nutre de objetos y artilugios “cotidianos” para resaltar su alteridad y encajar o desafiar a un grupo social de estructura canónica y tradicional.

 

Violencia corporal

 

La violencia, en este caso, es entendida como un acto en el que se infringen penitencias sobre el cuerpo. Esta práctica ha sido históricamente aceptada en tanto ejercicio de expiación y penitencia social, desde miradas religiosas y castradoras (como la militar), que ven en el dolor corporal una huella de aprendizaje y formación del espíritu. Lo importante es entender los usos y consumos que le dan las culturas urbanas a este dispositivo de “biopoder”, como lo denominara décadas atrás Michel Foucault.

 

Como se puede apreciar al interior, no solo de la comunidad Emo, sino dentro de todas las culturas urbanas emergentes, la cuestión de la imagen corporal retoma importancia debido a su poder de representación(9). Sergi Gruzinsky(10) explica que la sociedad actual está marcada por la visualidad y sobre todo por la saturación de imágenes que construyen nuevas maneras de sentir y percibir la realidad. Gruzinsky deja ver cómo a través de una selección arbitraria de imágenes se generan fuertes disputas ideológicas a través del imaginario social. En conclusión, el poder de las imágenes en el mundo contemporáneo es vital para comprender por qué las culturas urbanas construyen representaciones corporales fuertes e irruptoras.

 

Tatuajes, perforaciones y modificaciones corporales son elementos claves que explican las nuevas expresiones estéticas urbanas. Dentro de la cultura Emo, por ejemplo, las lasceraciones corporales funcionan como vínculo societal y a manera de expresión emocional. Es decir, el cuerpo es asumido como lienzo a través del cual se pueden plasmar un sinnúmero de mensajes, cuya significación social expresa estadios de descontento y, sobre todo, esa necesidad de visibilización como sujetos en igualdad de condiciones, dejando de lado presupuestos estigmatizantes.

 

Este tipo de prácticas socioculturales disruptivas van ubicando al cuerpo como un territorio que no solo se configura como un espejo de nuestro devenir cultural, sino que es un lienzo a través del cual es posible comunicar imaginarios colectivos emergentes, deseos y memorias soterradas y también, procesos de autonomía subjetiva y colectiva, a nivel cotidiano y molecular, donde se advierte la transgresión de las políticas acerca de lo que debe ser el cuerpo en nuestras sociedades, su orden y organización, los usos y los cuidados definidos como permitidos, las funciones y definiciones que posibilitan rentabilizándolo económicamente y domesticándolo políticamente. (11)

 

Huellas

 

Esa necesidad de identificarse y construir una imagen propia que sentimos los seres humanos es el reflejo de lo que se quiere generar en la memoria social. Ewen explica cómo esta fijación en la memoria, “ser recordado”, se expresa por un aparato de representación que, mientras espera preservar un aura de perpetuidad, está implicado profundamente en un proceso de efimeración y cambio superficial impuesto por el propio mercado en el que se insertan las nuevas dinámicas de comunicación virtual, como por ejemplo las redes sociales.

 

Cuerpos, imágenes e identidades son huellas plasmadas en el imaginario social. Según manifiestan rockeros, emos, punkeros, metaleros, góticos, hip hoperos y demás miembros de culturas urbanas, todo tipo de inscripción que ellos realizan sobre sus cuerpos: tatuajes, perforaciones, cortes de cabello, maquillajes extremos, atuendos extravagantes y, en algunos casos, cortes en sus cuerpos, son parte de un complejo ritual que busca dejar huellas en la memoria social del grupo al que se pertenecen.

 

El sinnúmero de prácticas performativas que se experimentan al interior de estos grupos urbanos permiten comprender la importancia que tiene la memoria anclada a un sentido de pertenencia e inclusión, por ello sus integrantes “plasman en sus cuerpos gran parte de sus historias de vida, así como momentos y situaciones que quieren recordar toda su vida”, este es el testimonio de gran parte de miembros militantes de diversas expresiones urbanas.

 

La disputa

 

A lo largo de la historia, el cuerpo se ha convertido en un objeto que genera fuertes disputas, debido al poder simbólico de representación que tienen y, sobre todo, por ser un elemento constitutivo de la identidad social de diversos grupos. En el caso formal de las culturas urbanas, el cuerpo se halla atravesado por dispositivos de control y poder que lo han convertido en un lienzo en blanco en el que se expresan discursos de todo nivel.

 

La comunidad Emo, como cultura urbana, lo usa desde lineamientos estéticos que trastocan puntos neurálgicos en tanto rompe las construcciones binarias y heteronormativas de lo que significa “ser” hombre o mujer.

 

El “sabotaje” andrógino permite a estos sujetos infiltrarse en subterfugios que la sociedad ha dejado de lado o, por lo menos, ha rechazado debido a su irrupción en la norma. La cuestión corporal se convierte entonces en un espacio de disputa y lucha constante; proyecto que en manos de sujetos cada vez más jóvenes, revoluciona las miradas adulto-céntricas y, por sobre todo, plantea nuevas problemáticas en torno a categorías canónicas como la estética, la belleza y los cuerpos socialmente aceptados.

 

Reflexión

 

El papel actual que desempeñan los miembros de las diversas culturas urbanas en el país es fundamental en tanto, se han convertido en actores y agentes culturales que movilizan nuevos discursos alrededor del cuerpo, las estéticas, la identidad y sobre todo, cómo estos han sido absorbidos por el sistema actual. Es importante tomar en cuenta que estas expresiones están reconocidas constitucionalmente, es más, se las defiende por ser sujetos que promueven determinadas prácticas culturales vinculadas a la interculturalidad, el inconveniente está en que prácticas discriminativas y estereotipantes siguen marcando las relaciones sociales entre estos sujetos y la comunidad.

 

En consecuencia, es necesario reconocer que las prácticas generadas al interior de las culturas urbanas son indicadores que dan cuenta de nuevos fenómenos que emergen en la sociedad actual, por ello, quizá sea urgente rever las políticas públicas y culturales que se han propuesto alrededor del tema.

 

NOTAS DE PIE

 

1. Hebdige, Dick, Subcultura. El significado del estilo, Barcelona, Paidós Comunicaciones, 2004.
2. Bourdieu, Pierre, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, Madrid, Taurus, 1998, p. 53
3. Término utilizado por David Le Breton para explicar los procesos en los que el cuerpo y las corporalidades se ven inmersos cotidianamente y que dan la ilusión de ser aceptados.
4. Bataille, George, Las lágrimas de eros, Barcelona, Tusques Editores, 1997
5. Ewen, Stuar, Todas las imágenes del consumismo, CNCA-Grijalbo, 1991, p. 272.
6. Debord, Guy, La Sociedad del Espectáculo, Revista Observaciones Filosóficas, pdf, 1967, p. 2.
7. Alvear, Mariana, Diario de Campo, enero - diciembre de 2012.
8. Riviere, Margarita, Crónicas Virtuales: La Muerte de la Moda en la Era de los Mutantes, España, Anagrama, 1998
9. Bourdieu, Pierre, La Fotografía. Un arte medio, Barcelona, Gustavo Gilli, 2003, p. 164
10. Grusinsky, Serge, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner, (1492-2019), México, Fondo de Cultura Económico, 2003.
11. Ganter Solis, Rodrigo, Cuerpos suspendidos: cartografías e imaginarios de la piel en jóvenes urbanos, Chile, 2004, archivo pdf, p. 9.

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