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Alan Moore: anarquía y arte para revivir la magia

Detalle de la portada de Ángeles Fósiles, de Alan Moore.
Detalle de la portada de Ángeles Fósiles, de Alan Moore.
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“El fascismo, que se basa en conceptos místicos como la sangre y el volk, se entiende mejor como religión que como postura política, dado que toda política se basa en una forma de razón, aunque sea una equivocada y brutal. Esa idea común de que hay que estar todos unidos en una sola fe, en una sola creencia, de que en la unidad (y por tanto en la uniformidad) está la fuerza, parece la antítesis misma de la magia, que si algo es, es claramente personal, subjetiva y perteneciente al individuo, a la responsabilidad que tiene toda criatura con uso de razón de alcanzar el entendimiento de sí mismo y, por tanto, de hacer las paces con Dios, con el universo y con todo. Así pues, si podemos afirmar que el fascismo es el equivalente político más cercano a la religión, ¿acaso no se podría decir que la magia tiene un parentesco más natural con la anarquía, que es lo opuesto al fascismo?”

Ángeles Fósiles, Alan Moore

Tradicionalmente vilipendiada por disciplinas y tradiciones hegemónicas de Occidente, la magia ha encontrado en el novelista gráfico Alan Moore a uno de sus principales ideólogos y -muy probablemente- al único escritor contemporáneo capaz de transmitir de forma amena y didáctica los saberes arcanos al gran público. Es apresurado considerar a este británico de larga melena y barba bíblica como un gran maestro de la magia a la usanza de John Dee, científico y ocultista británico del siglo XVI, pero los trabajos escritos y espirituales de Moore han aportado más al mundo de la magia que la parafernalia de ilusionistas pop estilo David Copperfield o Steven Frayne, cuyos espectáculos televisivos son diseñados para enriquecer a empresarios adictos al neón, quienes han vaciado de significado al acto mágico.

El leitmotiv de su obra Ángeles Fósiles es que la única opción para que la magia sobreviva en la actualidad es abandonar sus pretensiones victorianas de convertirse en religión absolutista o en ciencia racionalista, pues desde un inicio estuvo ligada al arte y hacia allí debe regresar.

Ángeles Fósiles surgió en 2002 como un ensayo para la revista Kaos, pero esta dejó de publicarse y Moore se quedó con el texto en las manos. Lo cedió gratuitamente a varios fanzines de contracultura, pero jamás había sido publicado en formato libro, hasta 2014, cuando la editorial española La Felguera asumió el riesgo de dar a luz este texto polémico y a ratos hilarante, en el que Moore condensa su pensamiento mágico y filosófico, sin excluir de sus páginas apuntes sobre diversas inquietudes políticas y estéticas, además de cargar con furia contra los masones “desharrapados, perroflautas de Pan y su hinchada hermética, proletarios pro-lémures, aspirantes a wiccanos y el Templo de los Cuarentones Psíquicos”, a quienes considera como lastimosos y nocivos seres más cercanos a la franquicia Disney que a los misterios del ocultismo.

El enigmático título de Ángeles Fósiles, proviene de un cuadro pintado por la actriz Marjorie Cameron, quien apareció en la película Inauguration of the Pleasure Dome -dirigida por Kenneth Anger-, en el papel de Mujer Escarlata, personaje que al mantener contubernio carnal con un príncipe-sacerdote llamado La Bestia, dará paso a un nuevo Eón o era de Conciencia Absoluta. La contradicción que encierra el nombre de la pintura de Cameron dio pie a esta reflexión de Moore sobre la postración de la magia contemporánea, la cual se encuentra calcificada pese a su naturaleza prodigiosa.

Con danza, jeroglíficos, disfraces, música y, sobre todo, la palabra, el chamán transforma la conciencia de su pueblo al obtener la sabiduría de la naturaleza. Los bisontes dibujados en las cuevas de Altamira anuncian que la zona era rica en recursos; la Venus de Valdivia fue diseñada con formas turgentes para incitar al coito y que la tribu crezca en número.

Para sus detractores, la magia de Moore es un mero juego intelectual y basada en la provocación en cuanto reniega de la vertiente dominante inspirada en rituales tomados de la masonería. Esto le ha valido ser tachado despectivamente como chamán mainstream y dibujante mistagogo, pero la compleja obra de Moore, cargada de humor y un profundo conocimiento filosófico e histórico, basta para echar por tierra dichas afirmaciones.

Alan Moore (Northamptom, Inglaterra, 1953) hizo de la rebeldía una forma de vida. Desde su adolescencia, siendo expulsado del colegio en repetidas ocasiones, a fines de los setenta, empieza a colaborar con viñetas para publicaciones musicales con el seudónimo de Curt Vile. Al poco tiempo gana relevancia como dibujante, pero prefiere centrarse en la escritura de guiones iconoclastas y dejar el trabajo artístico en mano de diversos dibujantes de su confianza.

Ya a mediados de los ochenta es contratado por la gigante estadounidense DC Comics, con quienes mantendría una tensa relación de trabajo: la empresa se apropiaba de los derechos de autor y regalías de su trabajo. Un factor no menos importante en esa relación fue la constante censura que sufrían algunas de sus historias, que eran vistas por los ejecutivos como obras poco comerciales que abordaban temas polémicos o eran demasiado innovadoras en aspectos formales. Moore trabajaba varios proyectos de forma simultánea y en su actividad febril de los ochenta surgieron dos de sus obras icónicas: Watchmen y V for Vendetta. La lista de proyectos de Moore es larguísima, y el espacio no alcanza para enumerarla, pero a propósito de Ángeles Fósiles, vale destacar dos obras de finales de los noventa: Promethea, heroína de un universo paralelo que a través de sus aventuras recibe una introducción hacia la magia, y The League of Extraordinary Gentleman (La liga de los caballeros extraordinarios), cuyos personajes son extraídos de novelas clásicas de autores como H.G. Wells, Julio Verne o Robert Louis Stevenson

Negarse a abandonar su Northampton natal, sus continuas disputas con editoriales y las subsecuentes rupturas de contratos millonarios, así como su intento por formar una especie de sindicato junto a otros artistas gráficos británicos, lejos de cerrarle las puertas motivó a Moore a tomar el control total sobre su trabajo, asumiendo al anarquismo como único posicionamiento político posible.

Según Moore, la anarquía no es una patente de corso para el caos y el individualismo, por el contrario, anarquismo implica asumir la responsabilidad de nuestros propios actos para dejar de depender de un Estado opresor que no respeta la diversidad de pensamientos. En contraposición al anarquismo mooreano, tenemos al judeocristianismo y al que Moore considera el principal heredero del monoteísmo: el fascismo clásico, que bajo la muletilla de “la unión hace la fuerza” cometió las mayores atrocidades del siglo XX. El anarquismo es entendido como evolución y fuerza natural, tal como Moore lo expresa en una entrevista publicada en 2007 en un fanzine, un texto recuperado en el brillante prólogo que realiza el escritor Servando Rocha para la primera edición en español de Ángeles Fósiles:

“La anarquía, casi empieza con el principio de ‘en la diversidad, está la fuerza’, que tiene mucho más sentido desde el punto de vista del mundo natural. La Naturaleza, y las fuerzas de la evolución -por supuesto, si te ha tocado vivir en un país donde aún se siga creyendo en la evolución- en realidad no considera necesaria la idea de ‘en la unidad y lo uniforme está la fuerza’. Si quieres hablar sobre especies que han conseguido el éxito, entonces hablemos de los murciélagos y las cucarachas. Hay miles de variedades diferentes de murciélagos y cucarachas. Ciertos tipos de árboles y arbustos se han ido diversificando de forma tan espléndida que tienes a miles de ejemplos de esas especies básicas. Si lo contrastamos con los caballos o los humanos, sólo tendremos un tipo básico de humano y dos o quizá tres de caballos. Bajo términos del árbol evolutivo estamos demasiado al descubierto, con las ramas al desnudo. El programa al completo de la evolución parece ser la diversificación, porque en la diversidad está la fuerza”.

Alan Moore, entrevistado en Strangers in a Tanlges Wilderness (fanzine), 2007

Alan Moore considera que los cómics son herederos de los ideogramas y jeroglíficos que en la antigüedad eran usados para registrar las epopeyas de líderes tribales y dioses, idea compartida entre otros por el celebérrimo experto en mitología y religión comparada Joseph Campbell. Ergo, no sorprende que desde los noventa gran parte de la obra y actividades de Moore tengan a la magia como hilo conductor.

El devenir místico de este artista que se autodefine como un “traficante de ficciones y realidades” inició al cumplir los 40 años, cuando anunció formalmente que había decidido convertirse al caoísmo, escuela heterodoxa de la magia posmoderna, basada en el uso libre y pragmático de cualquier sistema de creencias de los practicantes. Con el tiempo, abandonó esta corriente por considerarla insuficiente para responder a sus inquietudes espirituales y artísticas. Pero cuando Moore se proclamó Mago del Caos, también anunciaba que había decidido adorar a Glycon, un extraño dios serpiente con cabeza vagamente humana y desordenada melena -muy similar a la que lleva el propio escritor-, cuyos únicos rastros se han encontrado en las costas del Mar Negro y en escritos de Luciano de Samosata, quien afirmaba que dicho “dios” no es más que un títere del hereje Alejandro de Abonuteicos.

Que Glycon haya sido un fraude o un culto real es secundario para Alan Moore, quien encuentra en la simpática serpiente a un equivalente válido a Jesucristo. Todos los dioses no son más que ideas que cobran vida en cuanto nuestra experiencia subjetiva nos diga que existen en un plano real. Pero toda idea llevada con fanatismo se vuelve peligrosa, así que Moore escogió a Glycon como deidad tutelar porque, desde su denostada condición de parodia de un dios, es incapaz de inducirle a creer en absolutos.

Tras este escandaloso ingreso al mundo de la magia se esconde toda una filosofía y un proyecto que busca reivindicar a esta “ciencia paleolítica” como arte sanador para nuestra civilización.

“Las doctrinas endebles no podrán escaparse de los argumentos depredadores, esbeltos y de dientes afilados. Dogmas ancianos y mastodónticos, descendiendo por la cadena alimentaria, quedándose sin fuerzas y desplomándose bajo su propio pese para acabar devorados por viajantes de antigüedades carroñeros, convertidos en lugares donde esas zumbonas moscas de los chats pueden poner sus huevos”(1).

La propuesta de Alan Moore para la magia del siglo XXI es que se despoje de rituales y disfraces estrafalarios cuya única función es nostálgica. Conservar la parafernalia implantada por S. L. McGregor Mathers y deformada por el “fascista mágico” Aleister Crowley implica que la magia siga estancada en guetos de organización vertical, donde prima el egoísmo por sobre la creatividad. En el breve repaso histórico de la magia occidental tampoco sale bien librado el cabalista Eliphas Lévi, cuyos aportes Moore considera sintéticos pero orientados hacia la mera archivología de saberes.

Cabe mencionar que durante su obra noventera como novelista gráfico, Moore fue decisivamente influenciado por los trabajos mágicos de Crowley. Sin embargo, la evolución de su pensamiento hizo que Moore terminara por desechar muchos de sus aspectos rimbombantes y autoritariamente psicóticos para quedarse solamente con su faceta de escritor y artista.

Moore considera más vital la magia del científico renacentista John Dee, quien si bien nunca encontró la ansiada piedra filosofal, realizó aportes concretos al mundo de la magia como las primeras crónicas detalladas de experiencias mediúmnicas y el redescubrimiento del “lenguaje de Enoch”, un idioma supuestamente enseñado por los ángeles Gabriel, Uriel y Rafael a Dee, quien afirmaba que esa era la lengua que hablaba Adán antes del pecado original.

La necesidad de abandonar estas escuelas caducas no debe conducir al mago ni hacia el fascismo de la religión organizada -de naturaleza represiva- ni hacia el frío racionalismo de la ciencia, pues el objeto de estudio de la magia no es cuantificable ni válido dentro de postulado científico alguno. Además, la magia jamás cumplirá con el requisito de la neutralidad exigido por la ciencia, tiene una personalidad compleja, trabaja con un material indócil como es la conciencia y hasta sentido del humor.

Los ángeles fósiles que inspiraron el título del libro de Moore provienen de la artista Marjorie Cameron.

Para afrontar esta problemática, Moore afirma que la magia debe regresar a sus orígenes chamánicos, la época primigenia en la que las artes fueron inventadas como medio de comunicación entre el chamán y la tribu.

“La literatura, por su parte, está tan intrínsecamente relacionada con la sustancia misma de la magia que en la práctica las dos se pueden considerar la misma cosa: conjuros y conjugaciones, ensalmos bárdicos, grimorios y gramáticas, magia en el sentido de ‘enfermedad del lenguaje’ que es como la describió sagazmente Aleister Crowley. Odín, Thoth y Hermes: dioses de la magia y dioses escribas. La terminología de la magia, su simbolismo, sus conjuros y evocaciones, son casi idénticos a los de la poesía. En el principio estaba la Palabra”(2).

La danza, los jeroglíficos, los disfraces, la música y sobre todo la palabra fueron creadas para que el chamán transforme la conciencia de su pueblo para obtener la sabiduría de la naturaleza. Los bisontes dibujados en las cuevas de Altamira están allí porque a través de ese dibujo se anunciaba a los cazadores que aquella zona era rica en recursos, la Venus de Valdivia fue diseñada con formas turgentes para incitar al coito y que la tribu crezca en número.

La magia fue la madre de las artes, ahora debe integrarse como una rama de estas para sobrevivir, pues solo dentro del mundo artístico encontrará la libertad para crecer, algo que le está vedado dentro de los campos de lo religioso y de la ciencia. El mago-artista debe ser capaz de producir una obra concreta o artefacto que pueda ser compartida con su comunidad, caso contrario se caerá en el sectarismo que ha desnaturalizado el origen de su poder.

No todo mago está capacitado para ser artista. Solo sobrevivirán aquellos que tengan una obra realmente fuerte, capaz de imponerse mediante una suerte de selección natural artística a aquellas obras carentes de ingenio. Visionarios como William Blake, H.P. Lovecraft, Marcel Duchamp, los pintores prerrafaelitas, Hieronymus Bosch y Arthur Rimbaud lo supieron y -actuando como chamanes- con sus obras generaron una retroalimentación entre ambas disciplinas, propiciando terribles bellezas y una mejor comprensión del universo por parte de la humanidad.

NOTAS

1. Moore, Alan (2014). Ángeles Fósiles. España: La Felguera Editores, primera edición. Cita modificada, pág 106.

2. Moore, Alan. Ibídem, pág 129.

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