Ecuador, 25 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Usos y consumos contemporáneos de imágenes fotográficas en redes sociales: Facebook

Usos y consumos contemporáneos de imágenes fotográficas en redes sociales: Facebook
13 de enero de 2013 - 00:00

Los criterios estéticos bajos los cuales se seleccionan las fotografías consideradas “consumibles” o estéticamente publicables, parten de una perspectiva de estilo y novedad que según identifican los jóvenes-adolescentes (12-25 años), son muestras representativas de esas dinámicas identitarias que generan apego y aprobación social: prácticas que dan paso a la configuración de nuevas identidades de pertenencia, según diría Martín Barbero. Por su parte, Gruzinsky  explica que la sociedad actual está marcada por la visualidad y, sobre todo, por la saturación de imágenes que construyen nuevas maneras de sentir y percibir la realidad.

Gruzinsky deja ver cómo, a través de una selección arbitraria de imágenes, se generan fuertes disputas ideológicas a través del imaginario social.

Para el teórico Stuart Ewen, el estilo o nuevos estilos que surgen de las prácticas sociales de consumo generan a su vez nuevas posiciones sociales. En este sentido, se puede decir que el consumo llamativo y el empleo ecléctico de estilos se han vuelto parte de una maniobra frenética y progresiva en busca de una posición.

Si hablamos de identidades urbano-juveniles que oscilan dentro de un espacio virtual, cuya única finalidad es conectarlos, o por lo menos, generar esas sensaciones de conexión y comunicación constante, se pueden observar nuevos criterios bajo los cuales se consumen una serie indiscriminada de imágenes fotográficas a diario, pues son las redes sociales los nuevos espacios virtuales que dotan de posición social a sus usuarios, por ello, los diversos usos y consumos de imágenes.

Ewen explica cómo esta fijación en la memoria, “ser recordado”, se expresa por un aparato de representación que, mientras espera preservar un aura de perpetuidad, está implicado profundamente en un proceso de efimeración (Ewen, 1991: 287) y cambio superficial impuesto por el propio mercado en el que se insertan las nuevas dinámicas de comunicación virtual, como las redes sociales; así, el valor de las imágenes fotográficas se vuelve tan fugaz, como la durabilidad de las imágenes en las retinas de los espectadores.

Los criterios para mostrar/publicar fotografías en redes sociales depende de la intencionalidad que el usuario busca conseguir sobre las miradas de los “amigos” o personas con las que comparte los espacios virtuales, como en este caso, Facebook. Las imágenes que se escogen para ser publicadas, pasan bajo criterios estéticos, identitarios, consumistas y hasta cierto punto, artísticos. La intencionalidad es generar o llamar la atención de los amigos y convocar a que estos (otros usuarios virtuales: cibernautas) visiten “los perfiles” y hagan comentarios sobre las imágenes fotográficas. Al  visitar varios perfiles en Facebook de amigos, familiares, conocidos y personas al azar, se puede observar la presencia de los criterios antes mencionados para seleccionar las fotografías que  muestran a través de sus sitios virtuales.

Retomando la propuesta de Ewen, cuando habla de crear memorias sobre las imágenes que se consumen, resulta cierto que la obsolescencia de estas imágenes pasan por tiempos mínimos, pues al consumir cada vez más fotos, su valor disminuye y, por ende, la importancia o consumo que se haga de ellas. El valor que adquieren las imágenes fotográficas, entonces,   explica Pierre Bourdieu, está dado desde una perspectiva en la que la fotografía fija un aspecto de lo real como resultado de una relación arbitraria que trata de transcribir, entre todas las cualidades del objeto fotografiado, las más importantes o representativas que dejan ver un punto de vista intencional, en este caso, por quien tomó la fotografía y decidió publicarla en las redes sociales.

Cuerpo y corporalidad: ¿fotografías “artísticas” o “comunes y masivas”?

La configuración del cuerpo y la corporalidad a través de la fotografía “artística” o “vulgar” está definida como lo explica Lynda Nead  a través de la mirada del espectador, pues es él quien dota de diversos significados a las imágenes que consume. Para Nead, la construcción de la mirada proviene, según lo explica Bourdieu, desde una perspectiva de clase y un sentido de apreciación de lo artístico, producto de un capital simbólico que marca la “mirada pura” sobre las imágenes y, por supuesto, marca una posición con respecto al poder cultural de las clases altas (Nead, 1998: 135-172).

Dentro de esta propuesta Nead explica, además, que lo artístico está mediado por esa mirada desinteresada, que brindaría un “placer purificado de placer” (Nead, 1998: 135-172), en este sentido, al analizar el consumo masivo y fetichizado de las imágenes fotográficas a través de las redes sociales, es preciso volver a Bourdieu cuando explica la cuestión de lo natural y lo artificial en las imágenes fotográficas (Bourdieu, 2003: 142-143). Así, la configuración de las corporalidades de las identidades urbano-juveniles pasa por un proceso de autorrepresentación y exposición al otro, es decir, una identidad/alteridad. Al construir una fotografía se   trata  de crear una nueva imagen que expresa nuevas estéticas y estilos de vida, producto de la velocidad de las relaciones sociales, lo que Bauman definiría como un estado líquido, en el que lo natural ha perdido su condición y ha sido reemplazada por la artificialidad.

Las poses de los jóvenes que fotografían cada una de sus actividades para luego publicarlas en las redes sociales, deja ver cómo se juegan  nuevas corporalidades, las mismas que dan paso a modificar el imaginario social sobre lo que se puede concebir como artístico y de consumo masivo a la vez.  En este sentido se podría hablar de nuevas estéticas de la simulación .
Siguiendo el postulado de Castells, al afirmar que   Internet genera y profundiza imaginarios, esta se convierte en una plataforma  donde se construyen y deconstruyen nuevas percepciones y sentidos a  la velocidad con la que circulan en la red.  Podemos decir que las redes sociales se han convertido en las nuevas ciudades virtuales que modifican el aparato perceptivo, según Perniola: sentir lo ya sentido.

Las redes y plataforma virtual jugarían un papel importante al momento de tratar de generar procesos democráticos dentro de la sociedad, pero estarían marcando o demarcando aún más esas opacidades sociales de las que habla Martín Barbero; por ello, Bourdieu explica que la fotografía es un “arte intermedio” (Bourdieu, 2003: 164),  ya que se halla entre la artesanía y el arte culto. En este caso, son los usos y consumos de las imágenes fotográficas las que median para asignarlas a un público de clase alta, media y popular.

Fotografías: elementos que diseminan identidades y estéticas alternativas

Debido al poder de la representación, las imágenes y la sobrecarga de ellas en las redes sociales, generan un efecto diseminador de identidades de diversos tipos (pertenencia, heterogéneas, segregadas, etiquetadas, heterodirigidas y desviantes (Martín Barbero, 2008) y nuevas estéticas que marcan nuevos “estilos de vida” que dejan ver cómo se construyen y re-construyen los significados y símbolos de cada una de estas subculturas dentro y fuera de ellas. Por otro lado, las gestualidades y “poses” de las que habla Bourdieu se tornan elementos significativos e importantes al momento de fotografiarse. Los usuarios de las redes sociales que están dentro de este rango etáreo (12-25 años), muestran implícitamente la necesidad de mostrarse ante un público invisible y visible, a la vez. Esa naturalidad simulada de la que habla Bourdieu, es una constante en las imágenes fotográficas que se hallan en las redes sociales (Bourdieu, 2003). En este sentido, Ewen retoma la explicación de Mintz, quien explica que “el uso público de los símbolos culturales no puede comprenderse, simplemente, como una cuestión de elección individual o independiente. La mayoría de los símbolos que empleamos está profundamente arraigado  en los códigos históricos de percepción y significación; son parte de un legado, transmitido por generaciones” (Ewen, 1991: 145).

El consumo, según   Stuart Ewen, es entendido como un estilo de vida de la aristocracia, en tanto demuestra su poder adquisitivo y, por supuesto, el consumo está marcado por el buen gusto: un gusto de clase que en la actualidad aún es indicador de niveles sociales,   explica Bourdieu. De esta manera, el estilo se ha convertido en una actividad de consumo, agotamiento y consumo nuevamente (Nead, 1998: 141), dando paso a la configuración de círculos viciosos que desgastan a las imágenes transformándolas en objetos transparentes que han perdido su espesor, como diría Vattimo.

Las imágenes que usan y consumen los jóvenes que tienen cuentas en Facebook permiten leer o, por lo menos, comprender que el uso que ellos dan a las imágenes que suben y muestran de manera pública en estas redes sociales, son fotografías que han sido seleccionadas de manera específica y que para ellos representan una manera de visibilizarse en público. En este sentido, Mark Dery explica que las subculturas “actúan como prismas, refractando las cuestiones centrales que atraviesan la cibercultura, como la intersección lineal y metafórica de la biología con la tecnología o la menguante relevancia de los sentidos corporales al ser reemplazados por la simulación digital”, una simulación que va ganando terreno en el sentido de crear esa ficción de conexión y visibilización.

Bourdieu explica que la fotografía ha pasado de tener un sentido social y político, ha ubicarse en un campo social, pero estético y de consumo masivo, que lo lleva a la fetichización de las imágenes, ahora convertidas en objetos de consumo masivo y que poco a poco   pierde el significado y su valor simbólico. Por su parte, Ewen explica la desechabilidad actual de los objetos, como la satisfacción a ese apetito voraz de la actualidad que pone en peligro la durabilidad de las imágenes; es por ello que en este constante consumo se generan acciones implícitas de destrucción y gasto de las propias imágenes. Ewen afirma, además, que en una sociedad donde las ideologías entrelazadas del individualismo y el estilo personal corren con desenfreno, y donde se supone que las imágenes son continuamente “nuevas”, es preciso entonces, tener en cuenta el recordatorio de la continuidad histórica y los lazos culturales (Ewen, 1991: 274).

Por otra parte, está la cuestión de la fiabilidad y el de ese incontrolable deseo o necesidad de dejar huella y marcar las espacialidades y temporalidades que de una u otra manera representan dentro del mundo simbólico de los jóvenes y las nuevas identidades que se conforman a partir de estas nuevas formas de comunicarse y estar conectado con los otros simultáneamente. Esto, en palabras de Maffesoli, sería ese “estar juntos”  aun cuando las distancias sean cada vez más o menos cortas: lo cotidiano es representado a través de las fotografías como una huella de la propia existencia de los jóvenes.

Finalmente, se puede decir que las imágenes fotográficas que usan y consumen los jóvenes-adolescentes que oscilan entre los 12 y 25 años que pertenecen a diversas culturas urbano-juveniles de la capital, dejan ver de manera explícita esa necesidad, en primer lugar, de mostrarse ante los otros y, por otro lado, de generar nuevas lecturas de esas corporalidades que se van construyendo socialmente. La fotografía entonces ha sido reapropiada por los jóvenes con un sentido que parte de esa urgencia de comunicarse y mostrarse y, a su vez, como un dispositivo visual que amplifica las voces e imágenes de unos grupos antes relegados, y que ahora empiezan a visibilizarse de manera masiva generando nuevas maneras de sentir y percibir la ahoridad  y la velocidad de las relaciones y fenómenos sociales.

No obstante, es importante tomar en cuenta que estas nuevas prácticas sociales de estar comunicados y conectados con los otros se vinculan con procesos que el mercado ha sabido manejar de manera inteligente, pues son las grandes redes de mercado y capital que manejan y usufructúan del uso y consumo que los sujetos, en este caso jóvenes-adolescentes,  hacen de las redes sociales haciéndolos vivir en estados de hiperconectividad e hipercomunicación, estadios que deben ser analizados y estudiados con sumo cuidado por las implicaciones que estas prácticas socioculturales generan al interior de la cultura y, por supuesto, repercuten en la cotidianidad del propio sujeto contemporáneo.

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media