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Reseña
Una lectura de la incapacidad de vivir el ocio
La explotación de sí mismo es más eficiente que la ajena
porque va unida a la idea de libertad.
Byung-Chul Han
Cómo nos volvimos incapaces de jugar para trabajar más? ¿Qué significa hablar de una sociedad del agotamiento? ¿Por qué nos obligamos a renunciar al ocio y al amor? Estas son algunas de las preguntas que Byung-Chul Han, filósofo surcoreano nacido en 1959, intentó responder con su libro La sociedad del cansancio, que fue un éxito en ventas y también la primera de sus publicaciones en ser traducida al español en 2012. Este ensayo, lastimosamente difícil de hallar en librerías locales, cuestiona el sentido de la libertad individual y plantea una nueva modalidad de explotación del ser humano basada en una esclavitud autoimpuesta.
Creador de aproximadamente 16 libros, Han dice ser un lector lento y la prensa lo proclama, según algunos con demasiada anticipación, sucesor del gran filósofo alemán y su maestro Peter Sloterdijk. Acusado de superficialidad y falta de originalidad, los planteamientos centrales en sus títulos no dejan de ser atractivos y producto del trabajo de un intelectual poco convencional.
Fugado de su país natal a los 30 años, el ahora profesor en la Universidad de Arte de Berlín es un exobrero metalúrgico desencantado que viajó a Alemania para estudiar literatura, un objetivo que abandonó para dedicarse a la filosofía, disciplina en la que detenta un postdoctorado logrado con un análisis del pensamiento de Heidegger. Nada mal para quien llegó a Europa sin conocer el idioma y mucho menos los postulados de los pensadores occidentales.
Basado en una postura deconstructivista con influencia de la doctrina Zen, entre sus lecturas occidentales usadas para escribir sobre una sociedad cansada, Han cita a Roberto Espósito, Hanna Arendt, Baudrillard, Melville y especialmente a Peter Handke, autor del Ensayo sobre el cansancio. De este último, los detractores del coreano aluden que habría tomado lo esencial de sus postulados para La sociedad del cansancio.
Con cierta nostalgia por un pasado perdido y la preocupación por un futuro sin capacidad de vivir la contemplación o el ocio, Byung-Chul Han relata en el inicio de su ensayos, cómo los males del presente no son ataques bacterianos o virales procedentes del exterior; sino enfermedades psíquicas, provocadas por una carrera narcisista hacia la nada que fatiga y aboca a la depresión, la hiperactividad y el desencanto. Para Han el agotamiento voluntario encuentra su origen en el liberalismo económico, social, cultural y tecnológico, que gobierna o interfiere con sus distintas formas en la existencia de más de 7.000 millones de personas. De estos, el filósofo asume que una buena parte han asimilado masivamente el positivismo, el narcisismo y el querer siempre más como horizontes bastante claros.
Incluso, dentro de los fracasados y depresivos —los derrotados—, abundan los optimistas alternativos, sin importar su procedencia o formación cultural. Chinos, latinoamericanos, estadounidenses, europeos o rusos adolecen de la hipertrofia del “yo puedo”, un brote de megalomanías estimuladas por todas partes, visibles sobre todo en redes sociales y medios tradicionales. A su vez, el sistema económico incita a buscar la libertad en la excentricidad y las diferencias guiadas por la mercadotecnia, un producir copias descartables de lo mismo en la banalidad. En resumen, y en palabras del propio autor, “la supresión de un dominio externo no conduce a la libertad; más bien hace que la libertad y coacción coincidan. Así, el sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada o a la libre obligación de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se convierte en auto-explotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad.”
Parecería que de acuerdo con el libro de Han los seres humanos de la época contemporánea aspiramos, consciente o inconscientemente, a convertirnos en un inmenso y monstruoso triunfador por mérito propio, con todo lo que ello trae aparejado, incluso la autoexplotación y el consiguiente agotamiento. Inevitable pensar al leer este texto en una especie de lógica del ‘selfie’ trasladada al esclavismo. Es muy peculiar pensarnos como nuestros propietarios y esclavizadores, un elemento de contraste entre nuestro siglo y los anteriores, más exactamente con un cambio de paradigma.
Al parecer de Han, habríamos dejado atrás el mundo bosquejado por Foucault basado en el “no se puede” punitivo para arribar al “sí se puede” agotador. Consecuencia de ser arrojados a un mundo de posibilidades infinitas, aparentemente sujetas solo a nuestra propia capacidad —no siempre potente—, aparecen con más frecuencia y fuerza enfermedades como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y el síndrome de desgaste ocupacional. En lo que la relación entre el cansancio y las enfermedades se refiere, el lector aquí hallará un poco forzada la pretensión de universalizar el fenómeno. Aparentemente, y sin sustento científico, la tesis del filósofo coreano sugiere que en el llamado primer mundo, meca del estilo de vida globalizado, son más los que mueren por infartos relacionados con enfermedades neuronales que los que lo hacen por enfermedades virales. De regreso al tema sociológico de la esclavitud en el esfuerzo autoimpuesto por los patrones sociales, aparece el concepto de la nada. Se trata de un camino hacia un éxito alentado desde el sistema neoliberal que provoca en el ser humano una competencia corrosiva.
Aborda Han también el tema de la otredad en un mundo que a su criterio nos empuja a destruirnos a nosotros mismos en la búsqueda de superar al otro que se nos vuelve secundario, invisible o mero competidor. El principio elemental de esta manera de vida impuesta primordialmente desde la economía del libre mercado es una forma de violencia basada en la exacerbación de la individualidad. “La violencia (…) ya no destruye desde fuera del propio individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión (…) el sistema neoliberal obliga al hombre a actuar como si fuera un empresario, un competidor del otro”, apunta Han.
Para este pensador que elude las grabaciones en las entrevistas y urge en la defensa de la privacidad y la recuperación del erotismo frente a la pornografía, temas que aborda en su libro La sociedad de la transparencia, la patología mental es apenas la consecuencia obvia de un sistema económico, cultural y social que ha logrado algo muy importante: interiorizar la represión.
El ser humano se habría convertido en su propio explotador, lanzado solo a la búsqueda de metas trazadas por un sistema que obliga a actuar como si el sentido de nuestra existencia fuera ser en cada espacio social un competidor. Abandonamos en este esfuerzo el ocio, una condición difícil de asumir si la creatividad colapsó en la preocupación de ser lo que nos dicen debemos ser.
Estudioso de Freud, Walter Benjamin, Carl Schmitt, Deleuze, Michel Foucault, Pierre Bourdieu y Martin Heidegger, Han peca en La sociedad del cansancio de intentar abordar un tema extremadamente complejo con pocas páginas y muchas referencias que a momentos superan un esfuerzo logrado a medias y que deja abiertas muchas inquietudes.
Queda en todo caso abierta una discusión sobre lo que él llama el animal laboral, el ser humano verdugo y víctima de sí mismo lanzado a un terrible fracaso, siendo la solución que ofrece Han, como todo buen romántico, el amor en la negación del presente represivo y la aceptación de la existencia del otro. Otro que no se podría analizar desde el marxismo porque la explotación radica en el interior psicológico y no en el exterior materialista.
Un poco decepcionante en su lectura global, el libro La sociedad del cansancio es un proyecto que al parecer de lectores y académicos pudo proceder del sentido común de varias personas, sin desconocer con ello una clara sensibilidad para comprender lo que puede o no suceder en la actualidad. Para los ojos de quienes busquen respuestas no vislumbramos nada concreto, salvo ideas poco ortodoxas sin miedo de escrutar críticamente en conceptos modernos de la sociedad de la libertad, la individualidad y la realización personal, sacando a la luz sus lados sombríos.