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El Telégrafo
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«El cine es un arte que se funde con nuestra propia experiencia»

Ana Hop
Ana Hop
Foto: Gatopardo.com
12 de mayo de 2018 - 00:00 - Juan Manuel Granja

Misterios de la sala oscura: Ensayos sobre el cine y su tiempo es el primer libro de Fernanda Solórzano. La editora y crítica de cine de la revista mexicana Letras Libres escribe haciendo énfasis en el hecho de que las películas nunca se dan en el vacío. Su libro no se centra solo en una serie de filmes reconocidos como clásicos (La naranja mecánica, El exorcista, Tiburón, El último tango en París, The Matrix…) sino que involucra los contextos políticos, las condiciones históricas e incluso las irrupciones del azar que afectan a cineastas, actores y guionistas. Solórzano reflexiona sobre filmes que, aparte de ser hitos cinematográficos, integran el imaginario colectivo, y que, más allá de reflejar ciertas realidades, han influido en la realidad misma.

¿La escritura de este libro cambió de alguna manera tu perspectiva en torno a la reflexión sobre el cine por la oportunidad de ver más allá de las coyunturas industriales (editoriales o fílmicas) que exigen centrarse en los estrenos o la actualidad cinematográfica?

De alguna manera, el proceso fue inverso. El libro confirmó mi manera de aproximarme al cine. Desde un inicio, me interesé en el cine por sus coyunturas culturales y no necesariamente por su relevancia mercadotécnica o comercial. Siempre me interesó mucho más el análisis al que regreso en este libro. Sin embargo, no creo que sea un regreso como tal, porque en toda reseña o crítica que hago intento incluir los elementos que contemplo en esta publicación. Pero sí fue una oportunidad de hacerlo a largo aliento. El ensayo te permite pasear por temas, especular, plantear hipótesis, algo que la crítica y los formatos de los medios a veces te exigen. Me interesaba hablar de cintas que, en realidad, hubieran dejado huella en el imaginario colectivo, y creo que, a pesar de que podemos hablar de películas francesas o alemanas y demás que lo hicieron, el cine popular estadounidense, simplemente por su alcance, es el que más puede presumir de haberse convertido en un referente. Es más, las coordenadas políticas de Estados Unidos son las que rigen las de los otros países, para bien o para mal.

¿Por qué es importante que la crítica y la reflexión cultural no solo se desarrollen en términos y campos académicos?

Si algo tiene de positivo la revolución digital y la posibilidad de que se lean varias voces en Internet —esta democratización de la crítica, por así llamarlo— es que saca de la academia o de los círculos especializados la reflexión sobre el cine. Los trabajos académicos son válidos y necesarios y le dan rigor al análisis de cine, pero creo que el diálogo cultural se da fuera de estos círculos y, siendo el cine un arte que prácticamente se funde con nuestra propia experiencia e incluso puede determinarla en un futuro, pues creo que la reflexión sobre ese mismo arte tendría que ser así de penetrante e incidir en otros círculos. En efecto, pensé mi libro como un aporte en ese sentido, nunca como algo dirigido a especialistas o personas que conocieran la historia o manejaran la terminología cinematográfica. Por supuesto, tampoco tiene un corte académico, conozco y he trabajado en ese formato, pero eso tiene su lugar y no era el que me interesaba abordar.

Lo concebí más como un libro de ensayos literarios y quería acercar a lectores que tal vez jamás hubieran leído un libro sobre cine. Los libros de cine se conciben, por un lado,  como libros teóricos o recopilaciones de reseñas de ciertos críticos, lo cual es válido como referencia, aunque creo que con el acceso que permite Internet ya no es tan necesario, en términos editoriales, un libro que compile reseñas. A la vez que me quise alejar de los círculos especializados también me quise alejar de los discursos publicitarios y el ruido digital en el sentido de que estamos dominados por la coyuntura y la necesidad, a veces autoimpuesta o a veces exigida por los medios, de hablar de lo que está sucediendo al día. Así, a la semana siguiente una película es reemplazada por otra y la conversación cambia y después viene la temporada de premios… En fin, es un huracán de hechos que a veces eclipsa o anula la conversación sobre temas que no son necesariamente caducos, pero que sí requieren mirar hacia el pasado. Este también es uno de los propósitos del libro: ver que el pasado no significa necesariamente algo caduco, mirar hacia el pasado también nos permite desenterrar preocupaciones que todavía están vigentes y que se pueden actualizar con nuevas películas y este libro habla de ciertas cintas que podrían fácilmente encontrar sus equivalentes en el cine contemporáneo.

¿Cómo se dio el paso de la reflexión sobre las películas a la reflexión sobre lo que representan en el imaginario colectivo?

Siempre fue mucho más interesante ver de qué manera una película impactaba mi realidad y la de quienes me rodeaban. Siempre me interesó encontrar estos paralelos aunque fueran películas que, en apariencia, no tuvieran nada que ver con mi contexto, porque eso es lo que vuelve al cine universal. En algunas entrevistas me han preguntado por qué me interesó el cine y una de las razones fue la posibilidad de complementar aquello que quizá no veía en mi círculo familiar; solo la posibilidad de asomarme, por ejemplo, a otras formas de vivir en un círculo familiar distinto creo que ya me permitía entender cosas de mi propia familia. No quiero creer en el cine como una terapia, como una especie de herramienta para encontrar soluciones a problemas, nada de eso. No creo que el arte tenga una función determinada, pero acaba cumpliéndola en la vida de cada quien, y asomarme a estos mundos tan distintos a los míos me permitía entenderlos. Quiero creer que eso puede sucederle a muchas personas: el cine como espejo y posibilidad de aquello que quizá racionalizándolo o buscándole una explicación por medio de la teoría o enunciándola como tal, no se encontraría. La ficción tiene ese poder de revelar aquello que estaba oculto y esa función catártica que está desde la tragedia, ya lo planteaba bien Aristóteles.

¿Desde qué ejes políticos o culturales se vuelve relevante la reflexión a propósito del cine que llamas catártico?

Creo que estos géneros que se consideran menores, justo por eso, hacen que el espectador baje la guardia y al hacerlo surgen las grandes transformaciones en el interior de una persona. Los terapeutas y psicólogos suelen decir que muchas veces los pacientes llegan a una sesión con temas que a ellos les parecen importantes pero en realidad no dicen nada, están construyendo un discurso para ocultar algo más. En cambio otras veces llegan hablando de cosas intrascendentes, cosas cotidianas que les sucedieron antes de llegar a la sesión, y es ahí, cuando no están poniendo una defensa, cuando dejan ver lo más relevante para su proceso. Pasa igual en el cine: cuando como espectadores no estamos obligados a tener respuestas intelectuales muy sofisticadas respecto a cierto tipo de cine, permitimos que los textos y subtextos de esas cintas, que pueden ser igual de penetrantes e importantes que aquellos de las películas de arte (lo que sea que eso signifique), es cuando permitimos que esos subtextos penetren, porque tenemos la ilusión de que simplemente estamos pasando el tiempo. 

El cine puede ser considerado un arte incluso cuando se habla de cine de género. El cine hace su magia cuando no nos lo esperamos, cuando parecería que simplemente estamos siendo receptores. La crítica de cine Pauline Kael, a la que hago muchas referencias en mi libro, contaba que tenía un nieto y que la forma de enseñarle a ver cine era primero mostrarle todos esos filmes que muchos otros consideraban basura. Kael dice que, a la larga, son las películas que le permiten a un espectador desarrollar el gusto por el cine y una capacidad incluso de discernir el buen o mal cine, pero antes de haberlo hecho consciente. La catarsis se da en estos filmes en los que nos dejamos ser, aterrorizar, reír, en los que nos dejamos guiar o incluso manipular. En el caso del cine de horror, al desarrollarse en un plano sobrenatural, consideramos que lo que estamos viendo es imposible y, por supuesto, sabemos que todo lo que sucede en el cine de ciencia ficción o de horror, son metáforas del mundo real. Pero como no estamos teniendo esas referencias a la hora de ver la película, entonces nos dejamos ir. Ese es el poder de las películas que a veces parecieran inverosímiles: a lo mejor los personajes lo son, las situaciones lo son, pero hay un subtexto que tiene mucho que ver con nuestra realidad, con lo que define nuestra interacción como seres humanos. El cine de horror es catártico en ese sentido: nos permite confrontar miedos que a lo mejor no querríamos confrontar si se nos presentaran con su cara real.   

Casi todas las películas elegidas para este libro son de los setenta. Se suele decir que los temas abordados por un crítico a lo largo de su vida van configurando una especie de autobiografía indirecta. ¿Hay algo de eso en el libro?

Sí y no. Nací en el 71 y realmente mi infancia no me la pasé viendo estas películas, muchas no se exhibieron en México, las vi quizá en mi adolescencia. Me interesan porque creo que sí es un periodo del cine estadounidense en el cuál hubo una revolución importante, no solo a nivel de producción e industrial, sino temático. Tiene que ver con un gusto, mi gusto particular. Toda lista de películas es arbitraria en ese sentido, y esta lo es más que ninguna porque no pretende ser sistemática en la selección; no pretendo cubrir una época ni un género ni nada de eso. Me interesa simplemente crear una especie de figura geométrica, un poliedro, donde se analizan ni siquiera distintas películas sino distintos temas a propósito de estas. Son películas que me gustan, que tienen una vigencia indiscutible y su influencia es palpable. Y sí, hay una autobiografía del gusto, de mi propia sensibilidad, revelan qué es lo que me interesa. No a todas las considero las mejores, es el caso de Forrest Gump, pero de esa me interesa, por ejemplo, cómo presenta grietas a partir de las cuales se puede hacer un análisis.

¿Se puede decir que son filmes representativos de una época del cine o de un Zeitgeist cultural? ¿Qué diferencia o acerca esa época a la actual?

Definitivamente son películas representativas de una época del cine, el surgimiento del nuevo Hollywood, cuando una nueva generación de directores le arrebatan de las manos el poder a los estudios y a los jefes de estudio, que fabricaban las películas hasta ese momento, pues los directores y los guionistas eran accesorios, trabajaban a sueldo con proyectos encargados. Estos nuevos directores concibieron el cine de una manera distinta, pelearon por sus proyectos, algunos revolucionaron la industria desde afuera, como Francis Ford Coppola o Martin Scorsese, pero otros lo hicieron desde adentro, como Steven Spielberg. Creo que hasta la fecha las formas de hacer cine que propusieron estos directores son, si no las vigentes, las que han dado las mejores películas.

En Forrest Gump, lo que es interesante es que su recreación del pasado se dio desde un revisionismo del propio Spielberg y del propio Robert Zemeckis en el sentido de que ellos son los directores que más conciben el cine como entretenimiento y como algo que no debe perturbar al público. Ambos se dedicaron a limpiar Forrest Gump de cualquier connotación racista, homófoba o políticamente incorrecta que está presente en la novela. Leída desde el presente, es una de las novelas más políticamente incorrectas. Por supuesto, cuando se publicó no fue percibida así. La película se estrenó en la década en la que se estaban formando los movimientos de la corrección política y a favor de las personas con discapacidad; estaban teniendo un auge. De alguna manera, presentar a Forrest Gump no como la persona con desventajas que presenta la novela sino como una persona cuyas aparentes deficiencias la vuelven superior, resultó ser un hit, pues era lo que se estaba queriendo ver y entender en una historia, sobre todo en un país donde la discriminación ha sido un tema permanente y, aunque se cree erradicada, una y otra vez asoma su cabeza.

El libro muestra a estas películas como clásicos en el sentido de que soportan una lectura desde problemáticas contemporáneas. La reflexión sobre la violencia estilizada, el lugar de las mujeres en el cine, las formas retorcidas del poder político o el atractivo pop del criminal, en estas cintas, ¿hablan de una insistencia en estos temas, a los que el cine más actual no estaría tomando mejor en cuenta?

Son paradigmáticas, son clásicas, porque dan pie a estas lecturas, no es que películas más contemporáneas no lo hagan, el problema es que lo hacen deliberadamente. Cuando una película se propone tratar un problema de manera muy consciente, se vuelve un panfleto y pierde mucho como película. Las películas de las que hablo resultaron ser paradigmas para hablar de todos estos temas porque fueron concebidas primero como películas. Los directores, si dejaron filtrar preocupaciones y si acabaron capturando un Zeitgeist, fue porque primero fueron fieles a su noción de narradores de historias, de  audiovisuales y es algo de lo que hablo mucho cuando comento cine contemporáneo.

Las películas reciben muchas lecturas sobre temas universales si es que primero se concentran en lo particular, y por lo particular me refiero a un guion bien construido, a personajes verosímiles que actuarían como alguien lo haría en las situaciones planteadas, y no como nos gustaría que actuaran con base en cierta agenda. Por eso son clásicas; confluyó una constelación de factores que dio lugar a que fueran así, muchas de las decisiones para su realización no fueron planeadas sino de último momento, pero ante todo son buenas películas, en el sentido de que no son filmes que se conciban como historias sobre la violencia o sobre el feminismo, por ejemplo. Sí, es posible verlas así, pero son películas que dejan huella por muchísimas otras razones, razones que sí tienen que ver con la ejecución de la película misma. (I)

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