Ecuador, 19 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Discretos encantos de la Zhona

Discretos encantos de la Zhona
17 de febrero de 2013 - 00:00

1. Cinco de la tarde: más intacto que a mediodía el solazo no deja sitio a la sombra, y encima el color de la camiseta patria vistiendo a la muchedumbre. Y aún más encima, las pantallas gigantes suspendidas en el cielo. Esto es vida, dice la cara de todo mundo.

Esto es guerra, dice la cara sucia del trío de zarapatrosos que juntos no suman ni quince abriles. Vea, señor, vea señorita, compre frunas hirvientes por culpa de este puto sol, compre chocolates derretidos por culpa de esta puta vida. Un grito súbito y unánime sacude cielo y tierra a causa de un gol ecuatoriano que se repite en las mil pantallas. Los mocosos, a causa del puro patriotismo casi desaparecen aplastados con frunas y chocolates. La cerveza es una ola dorada en los vasos y en las gargantas.

Hasta el rimmel y el carmín se manchan de espuma. Pero el pecho esponjado, los abrazos, los viva-elecuador, no dura nada porque de manera compacta todos caen en un súbito vacío a causa de un gol uruguayo. Y para que no haya duda, el silencio y el vacío se repite de manera perfecta con el nuevo gol enemigo. El Ecuador termina descalificado del mundial y eso es como si se perdiera el amor de la vida, como si todo fuera un paquetazo. Pero aunque se sienta el alma como un estropajo, también eso se festeja.

Tres dobles más para la mesa siete, otra caminera de caña manabita para el manojo de colegiales anclados en la esquina.  Una esnifada para salir del hueco. Dos horas más tarde, la zona está en llamas. Los bares, las boites, las esquinas, las tiendas, las calles, revientan de gente que vocifera, bebe, carcajea, coquea, llora, folla, busca la salida.

2. Como su apodo lo indica el Vate es un poeta a tiempo completo, que a medio tiempo es yerba de la Foch. Un jueves cualquiera camina por la Reina Victoria y Veintimilla, seguido del rumor frenético de la zona que, como cualquier incendio, va quedando atrás.

Son las diez de la noche. Se diría que en esas calles empieza la calma, pero no es eso sino el inicio de otro anillo concéntrico. Un anillo dentro del que se trabaja en completo silencio, ya sea en el acecho, ya sea en la seducción. Desde luego, tal paisaje hecho de sombras y cuerpos destelleantes, para el poeta resulta habitual, pero al llegar a la esquina de la Carrión, se queda clavado en la acera: bajo un  haz de luz anémica se cadencia un portento de mujer semivestida de rojo, rubia, delgada, con una mezcla de clase y belleza fuera de serie. Más tiene de topmodelo, de call-girls de lujo, caída desde un sueño ajeno, pero está allí, fumando, cadenceándose, jugueteando con la cadena metálica de su diminuto bolso dorado. El poeta se desclava, cierra la boca y, ayudado por las copas que lleva dentro, atraviesa sin disimulo la calle con el solo fin de constatar si esa beldad era cierta, no vaya a ser una versión siglo veintiuno de la Dama Tapada, que en este caso más bien está destapada.

Cuando se halla a tres pasos del portento, que es por entero cierta como cierta su belleza, el Vate le oye susurrar su nombre. Diez minutos después, en un bar casi muerto, Vate y beldad comparten tragos e historias personales que despegan desde la primaria del colegio Americano. Nítidamente, el poeta recuerda a Sergio, el niño afeminado, mientras le oye deshilvanar su doble historia que termina en los USA, allí donde al fin pudo recibir la ayuda quirúrgica para sacar de su angosto cuerpo de muchacho el prodigio de mujer que actualmente, y no solamente en las noches, se llama Claudia. Tócame, le pide, llevando una mano del poeta a sus espléndidos senos. Soy más cierta que tú, tesoro ¿Quieres comprobarlo ?

3. Trankilo, ñaño, dice una sombra ante el iluso desplante del fotógrafo, casi al mismo tiempo que le estoca sin aspavientos, más bien con rotunda precisión, un  destornillador en la garganta.

Ya ve, broder, por cabrón, le dice una segunda sombra que con destreza se apropia de la cámara, antes de escabullirse entre los autos y la multitud que circula como si estuviese en otro mundo. El resto es un chorro de sangre –sangre negra, dada la noche- colando por las manos del fotógrafo que de pronto se queda solo, tambaleando como tanto borracho que circula por la zona. Desde el segundo piso de un bar de vidrio que más bien parece una nave enquistada en el asfalto, una mujer, sorbiendo de su copa, contempla la silueta del hombre que apoyado al muro y con las manos en el cuello, empieza a resbalar al piso.

A pocos pasos, aunque en otro mundo, un grupo de extranjeros hacen cola ante el cajero automático que saluda y se despide en varios idiomas y que de tanta luz parece un retablo navideño.

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media