Un alcalde embustero. ¿Quién podría ser? Identifique al personaje:
A propósito de un reportaje realizado por uno de los canales de TV, en la mañana del 29 de febrero del presente, sobre el reclamo de un grupo de moradores de la cooperativa Guerreros del Fortín, al noroeste de la ciudad más poblada del país, que daba clara evidencia del infame abandono en que se encuentran desde hace ya 25 años, desprovistos totalmente de los servicios básicos fundamentales; sin mucho esfuerzo y sin la menor intencionalidad de falsear la verdad, hoy práctica muy normal de la impúdica burguesía criolla, se puede asegurar que las mencionadas imágenes son copia calcada de otros barrios marginales de la misma data que penosamente constituyen el escenario del cinturón de miseria que asfixia a la ciudad, por dos décadas administrada por un alcalde farsante que, con el burdo soporte periodístico de ciertos canales y medios escritos, muy bien denominados corruptos, con la mayor desfachatez, perifonea que el 99% de los habitantes de la ciudad, cuenta con todos los servicios básicos, gracias a la ‘excelente labor’ que realiza una de sus empresas ‘concesionadas’.
Por otra parte, el señor Alcalde miente descaradamente cuando alardea que cada habitante de la urbe cuenta con 8,67 m² de áreas verdes. Haciendo un cálculo muy elemental, para una población actual de 2 millones 290 mil habitantes, totalizarían 1987 hectáreas (*). Considerando que una hectárea equivale al tamaño de una cancha de fútbol, significaría que por toda la ciudad deberían estar esparcidos 1.987 parques y jardines con dicho tamaño. ¿Dónde están esos parques? Todo lo contrario, el Alcalde farsante se ha convertido en Alcalde depredador al arrasar a su antojo con la escuálida arborización cuando, en uno de sus tantos despropósitos, perversamente ordenó la tala de 44 especies en una de las ciudadelas más antiguas de la ciudad, para dar paso a los adoquines -aquí sí debo reconocer me cuentearon- que forman parte de sus negocios ‘camuflados’.
Otro ejemplo más de su verborrea se da cuando intenta justificar las inundaciones que con el menor aguacero ahogan a la ciudad, culpando a los delincuentes de ser los responsables por tapar las alcantarillas para facilitar sus asaltos. ¿Tantos delincuentes como alcantarillas hay en la ciudad favorecida, según su propia cantaleta, con un modelo de desarrollo exitoso? ¿Por qué no explica que por culpa de un sistema de drenaje colapsado está convirtiendo a la ciudad, antes ‘de mis amores’, en ‘la ciudad de los hedores’? Por supuesto, su olfato difícilmente puede percibir la pestilencia desde sus lujosos y lejanos aposentos en la isla Mocolí.
En fin, son tantos los ejemplos de farsas y mentiras con que el señor Alcalde insulta la inteligencia de sus conciudadanos o les ve la cara de p…, que ahora, de remate, se los quiere cuentear como la mejor opción electoral que existe para sacar de la grave crisis a este ‘pobre país’, tal como lo imploran sus serviles, entre los que destacan por su belleza dos asambleístas, tan guapas como mentirosas.
¿Adivinen quién podría ser? Si acaso acierta, usted es de esos ciudadanos que no come cuentos. Si no acierta, entonces usted es un p… al que con razón le ven la cara de c… Y si acaso acierta y aun así aplaude la gestión municipal, entonces usted es de aquellos que conjuga con los pillos.
Jacinto Alejandro Henríquez Barzola. C. I. (*)
Datos del artículo ‘Ciudad a la deriva’. El TELÉGRAFO,
edición 28 febrero 2016.