Ecuador / Miércoles, 24 Septiembre 2025

Los matices del optimismo

Ese marco de inconveniencias que hace presencia en la cotidianidad es como un árbol que se interpone para no dejarnos ver el bosque. A éstas hay que darles la importancia que tienen, en cuanto son un punto de atención a considerar en el desarrollo de nuestras ideas.

El optimismo debe sustentarse en objetividades, y estas, en realidades posibles. Ser conscientes de nuestras habilidades de manera que caminemos desde la eficiencia hacia la eficacia, como resultado de un aplicado conocimiento en favor de lo que nos imponemos desarrollar.

El pesimismo es, en cualquiera de sus formas, en lo personal, una conducta a la que no le otorgo espacio alguno en el análisis de las ideas productivas. Su inclinación es anticolaborativa por encima de lo razonable posible, y a mucha distancia de aquella que crea barreras o cuestiona procesos sustentados en argumentos, que aunque empíricos, están referidos a constructos socialmente entendibles.

Creo válido incluir en este análisis el factor dependiente que está fuera de nuestro control y que es, en buena medida, determinante para la consecución de objetivos. Ya hemos hablado sobre la relevancia que tiene la interacción y la no menos saludable actitud de cumplir con todos los parámetros sociales, desde la optimización de resultados, pero en ese análisis no aportamos que, cuando esa interacción es inconducente, las posibilidades de éxito están asistidas por juicios perniciosos que suelen fácilmente apoderarse del medio social.

Podemos ser altamente competentes, plenos de convicción, prudentes soñadores con sólida esperanza de triunfos, pero así mismo, conscientes de que estamos informados de aquellas reglas socialmente impuestas que regular intereses de poder y de visiones anquilosadas que ven en la innovación un peligroso desajuste al statu quo al que se está acostumbrado y de cuya comodidad es mejor no moverse.

Sin embargo, nos queda la persistencia, aquella voluntad por romper barreras; de no dar cabida a la flaqueza, y proponernos el éxito, basados en lo que creemos y de lo que estamos seguros, sabemos.

Hay tareas muy difíciles, pero no por eso menos excitantes y posibles. Los retos a veces nos confunden y se apropia de nosotros la inseguridad al punto de obnubilar nuestros pensamientos, y en esa batalla por esclarecer ideas debe aflorar la intuición y ese coraje de los que ya nos hemos ocupado. El profesor José Carlos Sánchez, en la pregunta que nos hace: ¿Han probado a conseguir algo difícil sin estar confiados en lograrlo, o dudado del valor de los resultados que se persiguen?, subyace otra: ¿Cómo saber cuán difícil puede ser conseguir algo sin el intento de iniciar la tarea?

No hay la menor duda de que, como él mismo lo afirma, la experiencia, archivo de éxitos y fracaso, es acaso la mejor y más idónea herramienta para salir del barullo que conjuga emociones positivas y negativas en ese ir y venir de decisiones a las que debemos darle término. Y no es menos cierto que los triunfos y fracasos son los adminículos que nos llevan a ser objetivos, además de la seguridad de no equivocarnos en las argumentaciones que se asumen en la implementación de procesos de compleja realización. Es una competencia con recursos innumerables en la vida profesional y en el cumplimiento de las más variadas tareas.

El optimismo matizado, entonces, conlleva todas las variables referenciales, mediado por la prudencia y la capacidad del aporte de habilidades y valores que se remiten a nuestra personalidad, y a la trayectoria por donde nos ha llevado la vida con sus circunstancias.

Vicente Nevárez Rojas