Ecuador / Lunes, 10 Noviembre 2025

Los cambios de un experiodista

Quito, la capital de los ecuatorianos, al igual que sucede con todas las capitales en el mundo, tiene algunas ventajas y oportunidades no muy comunes a otras ciudades. En el caso nuestro, Quito se caracteriza por tener amplia oferta cultural, social, deportiva, recreacional, etc. Y precisamente se destaca dentro del aspecto cultural, por tener una ‘cultura política’, diría casi predominante o decisiva en el plano nacional.

Hasta hace pocos años, tenía nuestra ciudad un periodista con buena trayectoria en los medios televisivos, radiales y escritos, que en esos tiempos lucía frontal, incisivo, agudo, irónico, inteligente, justo, pero sobre todo, objetivo. Quienes escuchábamos diariamente sus opiniones, sabíamos que era creíble. Tanto es así que cuando otros periodistas de esos días confundieron su profesión y tomaron otro rumbo, públicamente les decía: “Ustedes solo tienen que ser periodistas, y nada más que eso”.

Lamentablemente quien daba tan sanos consejos a sus ‘buenos amigos’, ahora ha olvidado por completo tal prédica y diariamente, aprovechando la inexistente -para él- libertad de expresión, utiliza un medio ‘público e independiente’ para ser vocero de una oposición política burda, sin propuestas. ¿En dónde queda la imparcialidad de un buen periodista? Actualmente este periodista empieza su programa leyendo y vanagloriándose de lo que dicen ciertos medios escritos, también ‘libres e independientes’, pese a que no hay libertad de expresión en Ecuador, tomando como suyos los criterios y opiniones claramente políticos o politiqueros interesados, resaltando los ‘valientes y frontales’ enunciados. Pregunto: ¿Cuándo leerá un editorial, por ejemplo, del diario EL TELÉGRAFO? Sus invitados mañaneros, casi siempre, son los mismos ‘buenos amigos de esta casa’; y cuando asisten otros invitados, trata de convencernos de que él -usted, señor periodista- siempre busca un justo ‘equilibrio ideológico’, dando todo el tiempo sin interrumpir a sus amigos, pero indicando a los que no lo son: “Escucho con mucha atención sus palabras, aunque no necesariamente comparta su opinión”. Señor periodista, a los escuchas, audiencia en general, gente culta de mi país, no nos interesa saber su opinión, usted solo cumpla su trabajo, su profesión y déjenos a los demás escoger cualquier opción. Eso es LIBERTAD.

Como se desprenderá de esta nota, soy un oyente del programa que dirige el periodista, y aunque él pueda aducir que yo perfectamente podría dejar de escuchar su frecuencia, no creo que sea una solución. De lo que se trata es de expresar que si la comunicación, la expresión, están permanentemente manipuladas por oscuros, pero a la vez claros intereses de grandes transnacionales, es necesario rescatar valores y principios morales y éticos, como por ejemplo, la objetividad de los periodistas.

Augusto González Artieda
C.C. 1702191006