La potencial amenaza de las mafias comunicacionales
Es 4 de abril y en uno de los noticieros matinales que contacta directamente a sus entrevistados, luego de la rutinaria verborrea del presentador intentando pintarnos un país de angustia económica y tragedia social, pasa a entrevistar a cierta asambleísta de raíces golpistas por vocación y muy reconocida por la mentira y cinismo de opinión. Como era de esperarse, con la complaciente permisividad del presentador, con el mayor desparpajo soltó que los más afectados por la propuesta del incremento de impuestos a las bebidas gaseosas y azucaradas iban a ser los grupos más vulnerables, ya que tanto los ancianos como las personas con discapacidad son los que más consumen Coca Cola.
Además de sentir vergüenza ajena, sin embargo es verdaderamente preocupante el libertinaje con el que día a día se manifiesta el ejercicio de la información en manos privadas. En ninguna forma se debe descuidar o soslayar el hecho que las recientes victorias electorales de las élites empresariales, representativas del molde neoliberal, en Venezuela, Argentina y Bolivia, y de los intentos golpistas de la misma ralea que amenaza a la presidencia del Brasil, son producto directo de la práctica innoble de la desinformación. Realmente, a simple vista resulta difícil entender cómo pueblos, históricamente reprimidos, sojuzgados y empobrecidos por el dominio de las minorías oligárquicas tradicionalmente corruptas, hoy estén dando las espaldas a aquellos líderes, cuyo único pecado ha sido el de luchar por reivindicar y procurar la justicia económica y social, tan venida a menos en el conglomerado de los países subdesarrollados de nuestra América Latina.
Pero, insistiendo en la búsqueda de una explicación, ¿será que todavía vivimos tiempos en que persisten las grandes mayorías carentes de la más elemental conciencia política y, por tal, fácilmente propensas al engaño y manipulación por parte de los poderosos medios de comunicación serviles a los detentadores del poder económico? Pues la realidad no genera otra respuesta. Definitivamente el protagonismo que desde siempre han explotado las empresas privadas dedicadas al negocio de la comunicación, a través de la inmoral práctica de que ‘el fin justifica los medios’, hoy se lo percibe en plena vigencia. Así, resulta muy normal presenciar el ejercicio de un periodismo descompuesto por la falsedad, el irrespeto y el engaño.
Sin reparo alguno observamos, por ejemplo, cómo verdaderos descalificados de la politiquería nacional son convertidos en referentes de opinión; cómo reconocidos personajes con probados historiales delictivos por evasión de impuestos, explotación laboral, estafa financiera, contrabando y corrupción política, hoy son elevados a la categoría de ser aspirantes presidenciales. Esa es la pura realidad, que en alguna forma en 2014 ya se vivió en Ecuador y lo revela el mismísimo asesor de campaña del actual alcalde capitalino, al alardear que su pupilo, sin conocer la ciudad, venció a un alcalde casi perfecto, aprovechando, según él, la resistencia del quiteño a vivir en un ambiente a lo suizo.
En este escenario no sería sorpresa que las mafias comunicacionales privadas empujen a los ecuatorianos a tener que escoger al próximo presidente de entre un conjunto de candidatos con mayoría distintiva delincuencial. ¿Qué hacer? En este caso, solamente nuestro pueblo, cuya desmemoria muchas veces lo consume, tiene la palabra.
Jacinto Alejandro Henríquez Barzola