El Telégrafo
Ecuador / Lunes, 08 de Septiembre de 2025

Homo intellegens

La crisis económica, la ola de refugiados y el terrorismo avivan la verborragia del espectáculo de la política en Europa, que hoy incluso ha llegado a Estados Unidos. Gran parte de la responsabilidad de su proliferación recae sobre algunos medios de comunicación. La videocracia necesita la retroalimentación con personajes de discursos simples y maximalistas.

Giovanni Sartori expresaba en su Homo videns: “La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender”  además de “mover los sentimientos y las emociones”, por otra parte, observaba que las comunicaciones de masas crean un mundo en el que los legos dispersos se encuentran y de este modo adquieren fuerza.

Estos dos fenómenos convergen en el ajuste de lo vendible, un flujo recíproco entre medios y televidentes produce y consume lo visual; la antigua pasividad televisiva es rebasada por la aparición de un aluvión de monitores que originan la propia elección consciente de ver para ver, ya el ver no es un medio, sino que un fin en sí mismo. Por eso, como producto más, el videolíder, más que transmitir mensajes, es el mensaje.

La amplificación de la información, además de tender al resumen excesivo y la reproducción de las mentiras, expone la corrupción y la desigualdad, haciendo que la frustración se mueva al mismo ritmo hacia la clase política, las finanzas, los inmigrantes, Madrid, Berlín o  Bruselas. El populismo ahora fuerza las dicotomías hasta el límite y se queda más en el polo opuesto que en el propio, como bien lo definió Nietzsche: “El que vive de combatir a un enemigo, tiene interés en dejarle la vida”, lo cual cumple con la máxima expresión el Estado Islámico.

Este gran hermano (más parecido al de la telerrealidad que al de Orwell) funciona como una figura que vela por la disciplina del partido en los grupos parlamentarios británicos, incentivando o amenazando a los diputados, pero en este caso su campo de acción es toda la sociedad, sintetizándola en un enfado uniforme, ejemplos de estos videowhips van desde el cómico italiano Beppe Grillo hasta el magnate estadounidense Donald Trump.

La impaciencia que da lo digital se encarna en sus objetivos, fustigar y destruir, los proyectos constructivos implican un tiempo que no se condice con el carácter electrónico de su esencia mediática.

La transformación de la imagen en un líder de carne y hueso es la personificación de la falta de entendimiento. La herencia berlusconiana que se hace más ‘rebelde’ quiere ejercer el poder desde el mismo eje del espectáculo, ya no hace falta ofrecer circo a cambio de apoyo, sino que directamente se aspira a gobernar desde el centro de la arena, para así procesar los valores culturales y las pautas sociales hasta ser masticadas y escupidas en forma de enajenado entretenimiento.

La demagogia catódica es también un síntoma de la evolución de los partidos políticos, los cuales se enredan en la disyuntiva entre la modificación programática y la mayor participación en el juego mediático; la presión centrífuga indirectamente va aclarando la necesidad de escoger entre desaparecer, escorar o modernizarse. Los que se mantengan dentro de los márgenes del pluralismo moderado en torno al socioliberalismo necesitarán líderes cada vez más dinámicos e innovaciones periódicas que permitan filtrar el oportunismo y la aceleración tecnológica para tramitar las inquietudes ciudadanas.

Augusto Manzanal Ciancaglini
Politólogo