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El Telégrafo

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Embajada de Turquía en Quito

15 de diciembre de 2013

Le escribo en relación a la ‘Imagen del día’ que el  El Telégrafo publicó en su edición del 4 de diciembre de 2013.

A pesar de que la imagen es en esencia mostrar a los dos países, la Federación de Rusia y Armenia, esto tiene un aspecto que está estrechamente relacionado con mi país, como la
escena en la foto y las explicaciones debajo de esta que se refieren al ‘monumento a las víctimas del genocidio armenio de 1915’.

Los últimos años del Imperio otomano fueron un período trágico para las personas que conformaban el imperio. Turcos, armenios y muchos otros sufrieron inmensamente. Este
período debe ser entendido en su totalidad y el recuerdo de tantas vidas perdidas tiene que ser respetado apropiadamente. Este ejercicio  requiere una base fáctica fiable, un enfoque abierto y empatía.

Sin embargo, el punto de vista armenio sobre la historia selecciona el sufrimiento armenio, lo adorna de varias maneras y lo presenta como un genocidio -un delito tipificado en el derecho internacional- perpetrado por los turcos contra los armenios.

Turquía no niega el sufrimiento del pueblp armenio, incluyendo la pérdida de muchas vidas inocentes durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, un mayor número de turcos murió o fue asesinado en los años previos y durante la guerra. Sin menospreciar las consecuencias trágicas para cualquier grupo, Turquía se opone a la presentación de un solo lado de esta tragedia como genocidio de un grupo contra otro.

Los puntos de vista de Turquía se basan en documentos disponibles en archivos, en la investigación académica, en la historia oral, en el conocimiento de las dinámicas de las grandes rivalidades de poder en Europa de fines del siglo 19 e inicios del siglo 20, el reconocimiento de los efectos del fervor nacionalista entre los grupos étnicos que forman el tejido multinacional del imperio, así como de la propia memoria nacional colectiva que incluyen las historias de muchas familias turcas. Estas no son compatibles con la narrativa armenia.

Sin embargo, no existe evidencia auténtica para apoyar la afirmación de que había un plan premeditado por el gobierno otomano para matar a los armenios. La pérdida de la vida, independientemente de los números y con independencia de la posible culpabilidad por parte de las víctimas, es trágico y debe ser recordado.

La memoria nacional de turcos y armenios no se apoyan mutuamente. Por lo tanto, la necesidad de construir confianza y alcanzar una base común y confiable de la información se vuelve aún más importante. Turquía fue la que  propuso a Armenia el establecimiento de la Comisión Conjunta compuesta por los historiadores turcos y  armenios para estudiar los acontecimientos de 1915 de los archivos de Turquía, Armenia y todos los archivos relevantes de terceros países para compartir sus conclusiones con el público internacional.

Aunque el asunto tiene una autoritaria dimensión humanitaria, su dimensión jurídica también es fundamental para el debate. El genocidio es un crimen claramente definido. El genocidio no es una palabra genérica que se utiliza ligeramente para describir alguna atrocidad grave. Es el peor de los crímenes.

Los turcos y armenios deben trabajar para reconstruir su amistad histórica sin olvidar los períodos difíciles en su pasado común. Pero en este esfuerzo, todas las partes deben ser honestas y de mente abierta.

Korkut Güngen
Embajador


Los desafíos legítimos a la narrativa de Armenia, incluso cuando se basan en investigación académica o historias personales, son dejados de lado como propaganda, son suprimidos o atacados como negación.
Esto sucede a menudo acompañado por una retórica antiturca y la difamación de la ascendencia y la historia turca. Durante la década de 1970 y en adelante, tal celo nacionalista llevó a una campaña de terror que costó la vida de 31 diplomáticos turcos y sus familiares, así como de 43 personas de varias nacionalidades -incluso turcas- e hirió a muchas personas.
En consecuencia, ocho siglos de relación turco-armenio, la cual era predominantemente sobre la amistad, tolerancia y coexistencia pacífica, se han olvidado. En lugar de ello, se toma solo una versión incriminatoria de los trágicos acontecimientos de 1915 para representar esta relación. Este clima hace que sea difícil para las dos naciones llegar a acuerdos abiertos sobre lo que sucedió durante la Primera Guerra Mundial, extraer enseñanzas correctas -en lugar de animadversión- de su historia común y renovar su amistad. Es por esto que Turquía ha iniciado un proceso dirigido a un diálogo abierto y honesto con Armenia. La finalización exitosa de este proceso no solo beneficiará a los dos pueblos, sino que también contribuirá a la paz, la estabilidad y la reconciliación regional.

Por el contrario, apuntan a un imperio al borde del colapso que lucha por la supervivencia en varios frentes con
estrategias de las principales potencias de Europa, por lo menos desde la década de 1870, para explotar los botines de guerra, incluyendo la manipulación de los grupos étnicos como los otomano-armenios, algunos de los cuales unieron sus fuerzas con los ejércitos mvasores extranjeros con la esperanza de crear una patria armenia étnicamente homogénea.
En respuesta, el gobierno otomano ordenó en 1915 que la población de armenia que resida en las cercanías de la zona de guerra sea reubicada al sur de las provincias otomanas lejos
de las vías de suministros y líneas de transporte armado. Algunos armenios que viven lejos de la frontera aún son reportados o son sospechosos de estar involucrados en colaboración bélica, también fueron incluidos en el mandato.
El gobierno otomano tomó una serie de medidas para el traslado seguro durante la reubicación. No obstante, las condiciones en tiempo de guerra agravadas por los conflictos
internos, los grupos locales que buscaban venganza, el bandidaje, el hambre, las epidemias y un aparato de Estado fallido (incluidos funcionarios rebeldes que fueron llevados frente a un consejo de guerra y condenados a la pena capital por el gobierno otomano en 1916, mucho antes del final de la guerra) se combinaron para producir lo que se convirtió en una tragedia.

De hecho, es problemático, moralmente erróneo
y jurídicamente infundado llamar a este episodio un  genocidio.
Las memorias nacionales son importantes, pero no constituyen una realidad por sí mismas.
 
Por otra parte, los protocolos firmados en octubre de 2009 entre Turquía y Armenia estipulan implementar un diálogo sobre la dimensión histórica con el objetivo de restablecer la confianza mutua entre las dos naciones, incluyendo un examen científico imparcial de los archivos históricos para definir los problemas existentes y formular recomendaciones. El hecho es que el problema es
una cuestión de debate académico legítimo con historiadores prestigiosos de ambos lados.

Mi carta es un breve pero sincero intento por transmitirles

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