Mirando hacia el futuro inmediato, el camino hacia el progreso está en abrir nuestro comercio y nuestras relaciones económicas con la República Popular China. El modelo económico de Ecuador, llevado a cabo por más de cien años, circunscrito a empresas, compañías o consorcios norteamericanos, ¿qué progreso real ha obtenido el país, a no ser los bajos precios, trabas e imposiciones para llegar a duras penas a una incipiente economía y duros momentos de subsistencia?

Nosotros creemos -o nos hacen pensar a pie juntillas- que la inversión o capitales extranjeros no vienen por nuestras pésimas leyes comerciales o jurídicas, pero en décadas pasadas el país casi estaba regalado con leyes a favor de estas.

En una ocasión, alguien mencionó que Ecuador es un país potencialmente agrícola, petrolero, minero, comercial... pero que todo está por hacerse. ¿Sabemos lo que es potencial? Que no es, no se manifiesta o no existe, pero tiene la posibilidad de ser, de manifestarse o de existir en un futuro.

La economía de las empresas estadounidenses, quiéranlo o no admitirlo, no están en situación boyante ni para invertir sin riesgo en el extranjero. Después de la caída de la URSS, el país del Norte basó su economía en la globalización, quiso abarcar al mundo sin prever el pragmatismo de países de la Unión Europea, los de Asia Central y Rusia, que intercambian comercio, tecnología y ciencia con la fábrica del mundo que es China, país ávido de alimento, materias primas, petróleo, minería metálica, etc.

1.400 millones de chinos desean lo que nosotros tenemos. Abramos los ojos al mundo, no nos aferremos al pasado. (O)
   
César Antonio Jijón Sánchez