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El Telégrafo

Cartas al Director

11 de mayo de 2012 - 00:00

Sr. Orlando Pérez
Director de Cartón Piedra

De mi consideración:

Mi aproximación a los diarios de la ciudad es meramente circunstancial. Dicho así, muy raramente se cruza en mi camino un ejemplar de El Telégrafo y mucho menos de Cartón Piedra.

Valga esta introducción para disculpar posibles omisiones e imprecisiones en cuanto voy a exponer seguidamente con la mayor brevedad posible.

Debo reconocer que Cartón Piedra es una publicación inusual en nuestro medio. Los temas que aborda, los niveles de información que maneja y la calidad de los análisis están mucho más allá de lo que el lector medio demanda. Lo cual no está mal, si eso es lo que la publicación se propone.

Pero, siempre hay un pero, la publicación se sustenta en una visión elitista de lo que entendemos por cultura en una sociedad de contradicciones como la nuestra.

Desde la irrupción de Europa en la realidad sudamericana, se ha gestado un proceso cultural entre nosotros que se entiende como heredero de la antigua Grecia, que hace quinientos años saltó el charco y se estableció entre nosotros en un sector de la sociedad que ha alentado este proceso con los ojos puestos en los países del llamado primer mundo.

Así, todavía se sigue confundiendo cultura con los conceptos de arte y literatura que nos legó la dependencia cultural. Dentro de esta perspectiva a nuestra cultura se la quiere construir en procesos de adhesión a los diversos ismos que nos llegan de afuera.

Sin embargo, son pocos (siempre hay excepciones) los artistas nuestros que se nutren en los espacios de la cultura popular. Si los artistas del primer mundo son la expresión de la cultura cuyas raíces se pueden encontrar en más de veinte siglos de historia, los nuestros no pasan de ser un injerto en las ramas altas del tronco europeo. Cuando debería ser al revés. O, debería haber sido, al revés.

Los ejemplares de Cartón Piedra que llegaron a mis manos son los Nº 024 y 025. Tanto la errata del primero, que hace referencia a un artículo sobre la memoria, el olvido, la identidad y el poder (que no he tenido oportunidad de leer), como el editorial del Nº 025, me han impulsado a escribir estas líneas para recordar que las expresiones de la cultura, y entre ellas las artes y la literatura, tienen un fin trascendente: construir identidad.

Rescatar, afianzar, integrar, fusionar, si queremos una sociedad democrática en el mejor sentido de la palabra. Hay una realidad elitista en la que estamos inmersos, que no nos permite bajarnos del pedestal para establecer un diálogo horizontal con la cultura popular. Cuando lo hacemos, generalmente no pasa de ser un gesto condescendiente. Eso hay que revisar. No somos dueños de la cultura.

El periodismo tiene una gran responsabilidad en este sentido. No es solo informar, sino saber sobre qué y para qué se informa.

Y para no extenderme más: hay que encontrar a la gente que hace, más que a la gente que dice. Alejarnos de los comentaristas y acercarnos a los constructores.

Solo me queda agradecerle su atención y quedar a sus órdenes.

Jorge Massucco

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