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El Telégrafo
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Desde 1970, las poblaciones de distintas especies han disminuido el 52%

El mundo necesita 1,5 planetas para satisfacer la necesidad de consumo actual

Los ecologistas urgen a la población trabajar con las futuras generaciones, para que ellas cierren el círculo destructivo en el medio ambiente. Foto: Cortesía Ministerio del Ambiente
Los ecologistas urgen a la población trabajar con las futuras generaciones, para que ellas cierren el círculo destructivo en el medio ambiente. Foto: Cortesía Ministerio del Ambiente
22 de noviembre de 2015 - 00:00 - Secretaría del Buen Vivir

Estamos acostumbrados a recibir cada vez más mensajes advirtiéndonos de los riesgos para el planeta de nuestro actual modelo de desarrollo, ¿pero cuánto han calado en nuestra conciencia estos mensajes como parte de la responsabilidad ambiental que nos compete? Deberíamos ser responsables de nuestros actos, cada día, cada minuto, cada instante de nuestras vidas, cada vez que nos servimos de los recursos que la naturaleza nos provee.

Lo que se pretende en este artículo es poner a consideración una realidad que está presente y que muchas veces, por nuestra naturaleza humana, no percibimos o le somos indiferentes, aplacados por ese egoísmo que nubla nuestra conciencia, haciéndonos creer que la naturaleza y sus recursos nos pertenecen.  

El informe Planeta Vivo de la WWF menciona que la biodiversidad en la Tierra está disminuyendo rápidamente, mientras que nuestras demandas sobre la naturaleza aumentan y son insostenibles. Desde 1970, poblaciones de diferentes especies han disminuido el 52% a escala mundial.   

Los humanos, para satisfacer sus actuales necesidades, requieren 1,5 planetas, y solo tienen uno. Esto significa que nos estamos comiendo nuestro capital natural, haciendo más difícil su conservación para las futuras generaciones. El informe de la WWF sostiene que el efecto será doble, debido al crecimiento de la población humana y a una creciente huella ecológica per cápita que multiplicará la presión ejercida sobre los recursos naturales.

Afirma, además, que los países con un alto nivel de desarrollo humano tienden a dejar mayores huellas ecológicas e hídricas. Por tanto, el reto para los países es mantener un nivel digno de desarrollo humano al tiempo que se reduzcan las huellas a niveles globalmente sostenibles.

También menciona que probablemente ya hayamos cruzado algunos “límites planetarios” que provoquen cambios ambientales abruptos e irreversibles.

El bienestar de la humanidad depende de recursos naturales como el agua, la tierra arable, los peces, la madera, y de servicios ecosistémicos como la polinización, el ciclo de nutrientes o el control de la erosión.

Por lo tanto, estamos usando los regalos de la naturaleza como si tuviéramos más de un planeta a nuestra disposición.

Al tomar de los ecosistemas y procesos naturales más de lo que ellos pueden reponer, estamos poniendo en riesgo nuestro futuro y el de las siguientes generaciones.

Cuando una persona decide tener un hijo debe ser consciente de que si no cambia su forma de vida, el planeta en el que este vivirá será mucho peor de lo que podemos imaginar.  

Por otro lado, vale reflexionar sobre un elemento de la naturaleza cuya presencia es decisiva en la existencia de todos los seres vivos: el agua.  El agua por sí misma es abundante en la naturaleza.

Las dos terceras partes de la superficie del planeta están cubiertas por agua, pero la mayor parte es salada, encontrándose en mares y océanos en un 97,5%.

El restante 2,5% es agua dulce, de la cual el 69% se encuentra en los polos y en las cumbres de las montañas y solamente el 1% es el agua dulce que se encuentra en arroyos, ríos y las cuencas hidrográficas.

De esta agua superficial, el uso accesible es solo el 0,3%, por tanto, si nos referimos al total de agua en la Tierra, el agua dulce disponible significa apenas el 0,007%, del total del agua del planeta.

Si bien es cierto que el volumen de agua no cambia, la población humana crece en forma exponencial, provocando no solamente una crisis hídrica, sino también una crisis alimentaria.

Según el Fondo de la ONU para la Alimentación y Agricultura, 1.200 millones de personas, es decir el 18% de la población mundial, no tienen acceso a fuentes seguras de agua potable y más de 2.400 millones de personas carecen de saneamiento adecuado.

En el ámbito local, según la Secretaría del Agua, Ecuador es uno los países más ricos en recursos hídricos de Sudamérica: disponemos de 43.500 m3 por habitante y año (dos veces y medio más que el promedio mundial). Contamos con 79 cuencas hidrográficas; 72 descargan en el Océano Pacífico y las 7 restantes en la cuenca Amazónica.

A pesar de ello, aún existen amplios sectores de población, sobre todo en zonas rurales y urbano-marginales, que no tienen acceso a agua potable o a alcantarillado. Además, únicamente alrededor del 10% de aguas residuales tiene algún nivel de tratamiento.  

Según un análisis realizado desde el punto de vista de la ‘huella hídrica’, que  según la Water Footprint Network se define como el volumen total de agua dulce que se utiliza para producir los bienes y servicios consumidos por el individuo o la comunidad, Ecuador está en niveles preocupantes, ya que el consumo promedio es de 2.007 m3 por habitante al año, índice por encima del promedio de América Latina y del mundo que es de 1.783 y 1.385, respectivamente.

Ante esta realidad, no nos queda más que reflexionar sobre nuestra existencia presente y futura buscando un equilibrio entre lo sustentable y lo sostenible, ya que todos necesitamos alimentos nutritivos, agua fresca y aire puro en cualquier lugar donde vivamos.        

Ahora debemos trabajar para garantizar que la próxima generación pueda cerrar este capítulo destructivo de nuestra historia y construir un futuro en el que las personas puedan vivir y prosperar en armonía con la naturaleza.

Estamos todos conectados y, en conjunto, tenemos el potencial para encontrar y adoptar soluciones que salvaguarden el futuro de este, nuestro único y exclusivo planeta, donde los procesos de conservación de la naturaleza y el desarrollo sostenible van de la mano. (O)

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