Ecuador, 07 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte Just a moment...
&t=Cuando+%C3%A9ramos+ni%C3%B1os" target="_blank" rel="noopener" class="social-icons" title="Cuando éramos niños" aria-label="Compartir en Facebook" data-social-network="Facebook" data-social-action="sharer" data-social-target="https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/buen-sentir/1/cuando-eramos-ninos">
Just a moment...
&text=Cuando+%C3%A9ramos+ni%C3%B1os" target="_blank" rel="noopener" class="social-icons" title="Cuando éramos niños" aria-label="Compartir en Twitter" data-social-network="Twitter" data-social-action="share" data-social-target="https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/buen-sentir/1/cuando-eramos-ninos">
Just a moment...
" data-action="share/whatsapp/share" rel="noopener" class="social-icons hidden-sm hidden-md hidden-lg" aria-label="Compartir en Whatsapp" data-social-network="Whatsapp" data-social-action="send" data-social-target="https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/buen-sentir/1/cuando-eramos-ninos">

Cuando éramos niños

Cuando éramos niños
02 de junio de 2014 - 00:00

El amigo imaginario

“Yo tuve un amigo imaginario, en realidad eran 3, pero el que mejor me caía se llama Pipo. También tuve un triciclo, una familia que me apoyaba en todo y una máquina de escribir.

Yo escribía siempre. Cortaba pedazos de periódicos y armaba otros periódicos, hacía crítica política a los 9 años, era el gobierno de Hurtado, me acuerdo, y dijo que si las arvejas estaban muy caras, no había que comprarlas y dijo que nunca iba al mercado. Eso me pareció lo más terrible, porque era muy divertido ir al mercado.

Y era divertido que me cuenten historias y era divertido también contarlas.

El director técnico

Tenía equipos de fútbol que se integraban por todos los muñecos posibles, había astronautas, soldados, un Dino de los picapiedra. Se juntaban y eran un campeonato completo. Yo manejaba los 2 equipos, locutaba lo que pasaba en la cancha y me sorprendía de algunas jugadas que no estaban previstas. A veces leía.

Los vaqueros

Me encantaban las historias de vaqueros que me regalaba mi tío Hugo. Yo las devoraba y llevaba a la escuela. Casi nadie se emocionaba como yo. Digo casi, porque Alejandro Carnero me las quitaba para leerlas. Hoy es escritor, el pobre. También leía las series de Disney y algún que otro libro de Julio Verne. Siempre he sido tímido y de pocos amigos.

En quinto grado era terrible, era un niño al que le gustaba el tango. Mi papá tenía un disco de Gardel y me encantaba “adiós muchachos compañeros de la vida…”: y nunca me iba a ningún lado.

También me gustaba el fútbol

Debo confesar que yo jugaba solo porque era el dueño del balón. Fue un primer grado muy bueno. Podía escoger al equipo y demás. El balón se reventó, como los sueños de todos alguna vez, y volví a ser el último en ser escogido. La ventaja era que me gustaba ser arquero y no había tantos…

Freddy Penafiel. Foto: Andrés Darquea

Del amor

Me enamoré. Muchas veces. Desde quinto grado y unos poemas espantosos —nunca entregados por supuesto—. Hasta aprender eso que llamaban “declaraciones de amor”. Creo que fueron los momentos más terriblemente difíciles. Salir corriendo, enrojecer, no saber qué decir. Elegir la poesía como destino para no tener que hacer nunca más declaraciones de amor en vivo y en directo, y poder excusarse en libros publicados y textos en paredes. Otro problema era llamar por teléfono a la mujer amada (en realidad eso no quedaba muy claro cuando tienes 11 años), pero la historia era así: teléfono no digital en que la ruedita regresaba luego de cada número, y uno iba marcando de uno en uno… casi siempre la primera semana no podía terminar de marcar porque el corazón se quería salir del pecho. Al final un día se marcaba el número completo. Aló, está NN…de parte de un amigo… Hola, qué bueno que contestes, ¿sabes el deber de mate? Y colgar.

Y querer matarse por cobarde, por tímido, por todo.

Y no volver a llamar en meses.

Y no tener nada que decir.

Y escribir poemas feos.

Y encima dicen que la infancia es un tiempo bonito.

De la política

Pero también, debo confesar, que fui un niño político. Metido siempre en todo, presidente del curso alguna vez, dirigente de otras organizaciones otras veces, político y discurseador desde guagua. Y no era tan mal alumno, digamos. Nunca me quedé a un supletorio, por lo menos.

Y me encantaba leer. Y empecé a encontrarle ese extraño gustito a escribir. El primer cuento, que hablaba de exilios y bohemias, cuando lo más cercano a una borrachera era tomar 2 tazas de Milo seguidas… y guitarristas, y lo más cercano que estuve de aprender a tocar guitarra fue la frustración de no saber ni dónde se ponían los dedos y mi compañero de clases sacaba canciones completas a los 2 días. Conclusión, él es cantautor y de los buenos, y yo soy poeta y regalé hace algunos años mi guitarra.

Y como novelero mismo me dediqué a intentar entender a Marx, Lenin y esa gente que decían que habían entendido cómo se debía cambiar un mundo que no nos gustaba. En mi pared tenía sus afiches y uno precioso, regalo del primo Marcelo que decía: “La revolución es sobre todo sentimientos humanos”. Todavía lo creo.

De la geografía

Ser niño era divertido.

En vacaciones solía tomar el Iñaquito-Villaflora e irme hasta el final. Luego caminar, pasear, oler un barrio que no era mío, o bajar a La Marín y ver, solo ver qué pasaba y cómo se movía la ciudad. Luego tomaba el bus de regreso, a almorzar en la casa, con la familia, siempre la familia.

Y tenía una bicicleta. Era la bicicleta más fea que había en el barrio. Pero era fuerte y podíamos viajar 2, uno manejando y el otro en la parrilla. Además era mía. Y con ella recorrimos buena parte del barrio varias veces. Con ella nos estrellamos contra un árbol en un accidente que nos causó más risa que heridas, pero que destrozó el pantalón en 2 y hubo que regresar a la casa varias manzanas, tratando de tapar las partes que el pudor exigía que estén tapadas.

De las mascotas

También tuve mascotas. Guliberto Peñafiel fue el que más recuerdo. Perro runa, increíblemente divertido. No se comía los botones de la ropa ni los albañiles vecinos, manjar preferido de otros perros. No tenía miedo a la oscuridad, pero sí a los ladrones y a las alturas. Ser asaltado en una cornisa era, quizás, la peor pesadilla.

Y siempre tuve libros. Leer y releer las colecciones de una revista que se llamaba Libro elegido y que traía resúmenes de historias que nunca llegaban acá y la colección de revistas estadio del abuelo escritor.

Del faquirismo

Yo era un niño suco. No rubio como hubiera sido, sino suco, porque parte de mi niñez temprana la viví en Cuenca. Aprendí a hablar cantando y a hacer sapitos. También aprendí que uno podía comer vidrios si quería (me comí una copa de agua alguna vez), pero se recuperaron todos los pedazos. Lástima que no seguí la carrera de faquir...

De la magia

En la escuela también aprendí a hacer magia. Trucos que les llaman. Con sombrero de copa de cartón, capa hecha por mi má, bigotes pintados y una chaqueta de cuadraditos.

Tenía algunos trucos y me presentaba en las reuniones familiares. Todavía guardo algunos, pero ya no tengo público para esa magia…

De la familia

Cuando nací fui el primer sobrino de varios de mis tíos, lo que hacía que me llevaran a las fiestas de navidad de varias empresas o a pasar las vacaciones de carnaval en Ibarra, donde lo más divertido era ver pasar una ciudad pequeñita y sin tiempo por la ventana hasta perderse en el Tahuando. Sin previo aviso empezaron a nacer mis primos y primas y ya no fui invitado. Aunque lo que sí era divertido era pasar las vacaciones con los abuelos. Mi abuelo me llevaba de la mano a su peluquería para el correspondiente ‘corte cadete’. Y regresar a comer el tostado de la abuela con su jugo de naranja. Eran unas vacaciones muy felices…

De los recuerdos

Nostalgia es una palabra que aparece cuando uno mira a la infancia.

Pero lo bueno de haber vivido una infancia completa, compleja, leída, escrita, soñada es que la nostalgia tiene buenos sabores de boca: choquilla comida con el dedo, el abuelo goloso, las papas fritas que preparaba mi mamá para llevar en la lonchera con el huevo duro envuelto en papel de aluminio, las empanadas de morocho cuando el inge me llevaba al fútbol (claro el requisito era que no debía jugar ni la Liga, ni el Quito…). Y sabores de los helados de hielo, la sopa de coles (que nunca me gustó, pero que sigue siendo inolvidable), las reuniones familiares, los 2 abuelos consentidores, la familia de nuevo, la nostalgia, los juegos, los cuadernos y la mala letra….

El personaje

Freddy Peñafiel Larrea

• Poeta, profesor de Literatura, trabaja como viceministro de Educación.

• Estudió Periodismo y hasta segundo grado fue el arquero titular de la selección del grado.

 

Nando Campos. Foto: Pilar Vera

Naldo Galvarino Campos Sornoza

‘El zafarrancho de mi vida empezó en un partido de fútbol’

Desde niño sus pasiones fueron la guitarra y el fútbol

“Yo nací en Santa Ana, Manabí. Toda mi familia es de allá por lo que no era extraño que mi mamá se llamara Amalia Fania Sornoza de Campos y mi papá José Alberto Campos Zambrano. Cuando me iban a bautizar el padre que no era de la zona, me quiso cambiar el nombre, porque no sabía qué sentido tenía mi nombre: Naldo Galvarino.

Es más preguntó ¿qué día era para ponerme el nombre del santo? Así fue que me bautizaron con el nombre de San Carlos, el santo del 4 de noviembre, aunque la cédula diga que es el 7.

Vine a Guayaquil de pequeño y vivía cerca de la Placita, cómo le llamábamos a la zona de Cuenca y la 7ma. ¿A qué jugaba? Me gustaban los carritos y también jugar indor en las calles. Pero mi pasión era la guitarra. Desde los 6 años veía cómo mi hermano mayor tocaba, acompañando el canto de mi hermana.

Veía lo que él hacía y a escondidas lo imitaba.

En una de esas me pesca, y me dice “¿Naldito -como me dicen todos hasta ahora porque soy el menor y el último de toda la familia- le gusta la guitarra?”. Cuando le contesté que sí me ensenó a tocarla.

Así comenzó mi aventura con la música... a los 10 años empecé a tocar en las horas sociales, y para los profesores era un deleite que toque en el colegio. Como a los 16 años ya tocaba bastante bonito, mi hermana se le ocurrió armar un trío de requintistas, junto a mi cuñado Enrique Peña.

Justo por la época había regresado Julio Jaramillo a Guayaquil y quería grabar 2 LPS.

Ahora sé que Rosalino Quintero fue quién le comentó sobre este muchacho que tocaba bien la guitarra. Le mostraron el disco que habíamos grabado con mi hermana y fueron a buscarme a La Placita.

Recuerdo que habíamos cerrado la calle y estaba en medio de un buen juego de indor. Entonces se armó un alboroto porque venía el gran Julio Jaramillo. Todos lo conocían y el único ‘tartoso’ era yo.

“Te buscan Naldo, les dije que estabas jugando pelota”, me dijo un amigo. Como estaba sudado me quería cambiar de camisa, y por el apuro me dieron una más sudada pero igual me la puse.

Nos saludamos con J.J y luego me preguntó si podía grabar con él. No dude en aceptar la invitación y fue así que se armó el zafarrancho de mi vida... de mi historia”.

El personaje

Naldo G. Campos

• Nació en Santa Ana en la provincia de Manabí el 4 de noviembre de 1949.

• A los 16 años inició sus estudios en el Conservatorio Antonio Neumane.

• Actualmente da clases de guitarra y requinto en la Escuela del Museo de la Música.

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media