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El Telégrafo

“Los periódicos y los canales producen contenidos tutelados”

“Los periódicos y los canales producen contenidos tutelados”
09 de abril de 2012 - 00:00

Julian Assange es un acérrimo crítico de la prensa. Tiene para ella una mirada agria y severa. No deja escapar ocasión, delante de sus entrevistados, para señalar las causas que han llevado al periodismo a bajar su credibilidad, a los medios a revelar sus verdaderas motivaciones políticas y económicas, y a los periódicos su rol en ciertas estrategias belicistas y geopolíticas.

“Yo soy un editor. Y como editor, también dirijo, y soy portavoz de mi, nuestra, publicación. He estado involucrado en periodismo desde que tenía 25 años, cuando cofirmé el libro “Underground”, y actualmente, dado el estado de impotencia del periodismo, me parecería ofensivo que me llamaran periodista”, dijo a un reportero español frontalmente. Antes, la entrevista daba vueltas sobre WikiLeaks sin mucha profundidad.

El periodista Joseba Elola, del diario El País, el 24 de octubre de 2010 replica su respuesta:

“¿Por qué?

Por los abusos del periodismo.

¿A qué abusos se refiere?

El mayor abuso es la guerra contada por los periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales”.

Y, quizá, no es para menos. En una larga y detallada muestra de lo que han dicho de Assange muchos medios hay una constante: haber afectado a la seguridad mundial. ¿La seguridad de quién? ¿A favor de quién? Pero también se añadiría otra: Assange se convirtió en el “revelador” del verdadero rol de la prensa a nivel mundial y fue atacado en innumerables editoriales, artículos, columnas, aunque al interior de muchos diarios envidiaban el poder que había conseguido y la fama por ello al revelar documentos que muchos reporteros buscan a diario para dar un “golpe” noticioso y encumbrarse en la gloria del oficio. Para Assange, “los medios replican las mentiras que otros deslizan y se retroalimentan ad infinítum manchando mi biografía”.

En otra entrevista, la coautora de “Underground”, Suelette Dreyfus, periodista e investigadora australiana, cuenta cómo con Assange miraban el oficio:

“Ya entonces (a principios del presente siglo), los dos estábamos muy desencantados con la situación del periodismo. Era la época de las grandes fusiones corporativas, que lograron eliminar el pensamiento crítico de la prensa. Julian entendió que era un peligro inmenso. La gente solo estaría capacitada para protestar contra prácticas inaceptables si disponían de toda la información necesaria. Como los medios estaban dejando de abastecerla, decidió inventarse algo como WikiLeaks. Ya ha logrado cambiar para siempre las relaciones entre Estado y ciudadano. Es un agente del cambio, en un momento en que las instituciones desearían dar marcha atrás. No han entendido que la caja de Pandora no se puede volver a cerrar. El cambio es irreversible”.

Es sintomático, además, que el surgimiento de WikiLeaks y de la figura de Assange se conecta con la ebullición de la tecnología de la información, de la Internet, las redes sociales y la horizontalidad que produce todo esto con respecto a los poderes. Él introduce un factor de desequilibrio en el manejo informativo: mientras los medios, en general, se someten a la agenda de las grandes potencias, reproducen las declaraciones de los mandatarios o presidentes de corporaciones financieras, en un momento de gran crisis económica, WikiLeaks rompe el “esquema” y sin hacer periodismo clásico produce lo que todo diario quiere tener a la mano: revelaciones, con documentos confidenciales y que exponen una realidad que para muchos era incontrastable desde el testimonio y la vivencia de miles de personas.

Y gracias a la tecnología, como dice Suelette Dreyfus, su compañera de oficio, “Assange se ha convertido en una figura de referencia para ese frente de jóvenes politizados que germina en Internet. De hecho, los primeros reflejos de esa politización de la red se encuentran entre los hackers de hace 15 años, que luchaban contra un mundo en el que la información estaba reservada a unos pocos. En una década, la evolución ha sido significativa. Pero no se va a detener aquí. Cada generación futura exigirá más transparencia a sus representantes”.

Y para Assange hay otro elemento en cuestión en el manejo informativo mundial. Le dice al diario El País que el Ejército de EE.UU. gasta al año miles de millones de dólares “en su comunicación de asuntos oficiales para producir contenido tutelado como videos, fotos y notas de prensa que al final son historias gratis para que los periodistas les pongan la firma. Y similares contenidos tutelados producidos por empresas y gobiernos. En ese sentido, los periódicos y las televisiones se convierten en seleccionadores de contenidos tutelados”.

Para él, además, el planeta experimenta un momento singular en relación con la información y con los medios, pues estos dejaron de darle importancia al periodismo de investigación, trasladaron su atención a lo banal y perdieron la mística, según ha dicho en varias entrevistas y declaraciones. Y después de que los diarios de mayor tiraje y atención en la web publicaron los documentos desclasificados, esos mismos periódicos se quedaron a la espera de más y luego de eso no hicieron más nada. Casi en la misma lógica que critica Assange: si no se les provee información de primera mano, desde donde sea, no se activan.

Por eso ha dicho: “Los medios de comunicación internacionales son un desastre. Estamos en una buena posición para verlo porque nos llega material política e históricamente significativo, lo liberamos, y vemos cuántos medios se hacen eco y con qué rigor. Podemos ver también los esfuerzos para suprimir la información que damos. Mi conclusión es que el entorno de los medios internacionales es tan malo y tan distorsionador que nos iría mejor si no hubiera ningún medio, ninguno”.

El debate está abierto para todo tipo de argumentos y contribuciones, desde el periodismo, por supuesto, con las herramientas del oficio y con la distancia más prudente de los intereses económicos y financieros mundiales. (OP)

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