Nueva Ley de Comunicación no es para las clausuras ni para las persecuciones
Con la nueva Ley de Comunicación, la libertad de expresión se consolida como un derecho del hombre y la mujer en su universalidad y deja de ser un privilegio exclusivo de los medios comerciales, prensa, radio y televisión. No se admite postergación alguna, es una realidad, la urgentísima y pronta expedición de ese documento jurídico que pondrá fin al abuso de quienes se creían dueños absolutos de la verdad y los únicos diseñadores de la opinión pública.
Aparentemente, se silenciaron las bullangas, los foros amañados y los concursos de afiches patrocinados por los empleados de los medios privados y los organismos -supuestamente- gremiales, frente a la inminente aprobación de un instrumento, que, por primera vez en la historia del Ecuador, garantizará responsabilidades, ética, social y jurídica del periodista en el desempeño de sus actividades profesionales. No es para perseguir a periodistas o clausurar medios “independientes”, como insinúan ciertos sabios analistas, ávidos de figuración y políticos fracasados que todavía se amparan como último recurso de supervivencia, en el alero de la prensa comercial.
El periodismo requiere vasta preparación y conocer dónde se originan los problemas sociales, a fin de analizarlos y formular propuestas de soluciónLos periodistas de oposición, frente a la victoria electoral de Alianza PAIS, y convencidos, ahora sí, de la inaplazable expedición de la Ley de Comunicación, disimuladamente, guardan silencio y esperan con rabia la vigencia del documento para reaccionar con nuevas estrategias, peligrosas y hasta subversivas. La prensa “independiente” jamás va a desaparecer, pero eso sí, su influencia nociva, y ya limitada por la presencia de los medios públicos y comunitarios, entrará en el camino de su extinción. Se sentía la falta de un instrumento jurídico que controlara y regulara el funcionamiento de los medios periodísticos en general, públicos y privados. Se entiende que controlar no significa prohibir, censurar o perseguir, sino la obligatoriedad de los comunicadores de someterse al imperio de la ley como cualquier ciudadano o profesional.
La Ley de Comunicación regirá en un crucial momento histórico de los cambios sociales y económicos que se operan en el continente, y el papel del periodista es de gran valor, pero para desempeñarlo con idoneidad se requiere vasta preparación y conocer a profundidad dónde se originan los graves problemas sociales, a fin de analizarlos y formular propuestas de solución.
El perfil del egresado de Facso sugería, entre otros aspectos: “Regirse con imparcialidad, según los principios éticos y de respeto a sus semejantes, tanto en la elaboración de sus mensajes veraces como en su comportamiento en el medio social. Respetar las opiniones de los demás y tener conocimientos amplios de las funciones del periodismo para no invadir terreno ajeno a sus tareas específicas. Su misión es orientar hacia el cambio social. El periodismo no es poder, es un instrumento al servicio de la humanidad”.