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El Telégrafo
Alfredo Vera

¿Y los capos rubios?

19 de enero de 2016 - 00:00

Después de la cinematográfica captura del capo mexicano ‘El Chapo’ Guzmán y la del argentino Lanatta, y antes con la muerte del colombiano Pablo Escobar, se demostró que las policías latinoamericanas son capaces de someter a los jefes de las mafias y a  las  ramificaciones que laceran a estas sociedades, cada vez con más fuerza, cuando contaminan a los jóvenes convirtiéndolos en consumidores de drogas y que son parte de los círculos delincuenciales, hay situaciones que deben y merecen ser comentadas.

El sentido común nos orienta a sostener que ese tráfico de drogas, en todas sus características y versiones, tiene el destino manifiesto de llegar a manos y bocas de los grandes consumidores que es el imán que atrae ese sucio y criminal negocio.

Y es que en torno al crimen organizado de Chicago y otros lares, en las épocas de Al Capone, Luciano o Dillinger, circulaban financistas camuflados, tinterillos y politiqueros solapados que formaban un círculo protector para defenderlos y compartir las fabulosas utilidades mal habidas, pero eran identificados y, como era evidente, había un remedo de persecución. Había algo de ello, pero algunos terminaban siendo castigados por evasión del pago de impuestos. Beber whisky en esa época era delito pesquisable y en las grandes fiestas de los rubios magnates y las juventudes descarriadas se bebía con excesos incontrolables.

Más tarde las nuevas mafias cambiaron el tráfico de whisky por las drogas y gestaron las conexiones ampliadas con los delincuentes latinoamericanos y africanos, y sofisticaron los procedimientos en todos los aspectos del sucio negocio que alimentan los vicios de los nuevos consumidores: cambió el material y los mecanismos de enriquecimiento ilícito y los de movilización, pero el de tráfico sigue alimentando a los herederos de la ‘cosa nostra’ que ya dejó de usar nombre de origen italiano, pero en los procedimientos resultan corregidos y aumentados.

Los actuales capos rubios del norte no han adquirido  fama ni los han tomado en cuenta en Hollywood, pero de que existen no cabe la menor duda porque ellos son los abastecedores al más grande cartel de consumidores de todo el mundo.

Ese anonimato de los capos rubios que importan o distribuyen el mayor porcentaje de la droga que producen y proveen los ‘chapos’ criollos o negritos no pone en duda alguna que el tráfico de drogas no tiene color de piel, como algunos creen.

A no ser por la habilidosa gestión de los policías mexicanos, a estas horas ya estaría filmándose una película con la apología del ‘El Chapo’ Guzmán y habría una carrera desenfrenada de los productores de la meca del cine por conseguir los derechos para filmar las historias de los grandes y afamados traficantes de la cocaína y otras hierbas venenosas de la era contemporánea.

El complejo de inferioridad de los latinos y el de superioridad de los gringos se refleja en superficialidades como estas que provocan utilizar las redes mediáticas para que ayuden a identificar quiénes son los capos rubios y dónde están sus e-mails para pedirles que se identifiquen, ya que la DEA hasta ahora, en más de medio siglo desde que se afianzó el crimen organizado de drogas, no ha dicho ni pío.

Es fundamental para la salud universal que se mantenga una lucha sin cuartel en el combate a los ejecutantes de este criminal y nefasto negocio. (O)

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