En Venezuela está sucediendo, igual que en el Chile de Allende, cuando Pinochet dio el golpe de Estado utilizando los mismos procedimientos de exasperar a la población a través del hambre y la virulencia, que afecte tanto a los partidarios como a los opositores del régimen.
Así está sucediendo en el Ecuador que ya se había cansado de sufrir 10 años de espectar el lamentable horror de ver a grupos de jóvenes interesados en desatar un ambiente de hostilidad inducido por políticos acostumbrados a manipular a la juventud.
El Movimiento Popular Democrático pretende recuperar sus instancias de lucha estimulando a los jóvenes a desatar esa violencia que ha sido el arma de combate para alcanzar sus fines protervos. 17 profesores de un plantel quiteño reubicados a otros planteles donde podrían desempeñar sus funciones son, evidentemente, los instigadores de estos actos que abochornan al país entero. No se requiere de mucha investigación para presumir quiénes son los beneficiarios de esta violencia caracterizada también por la hipocresía de esta acción negativa en contra del ambiente ciudadano que fueron superados hace 10 años cuando perdieron su capacidad de maniobra para utilizar a la juventud y conseguir sus propios beneficios. Han llegado al extremo de agredir físicamente al Ministro de Educación que concurrió al plantel para dialogar con las autoridades y los padres de familia del grupo estudiantil.
Los directivos del plantel, por responsabilidad propia, estaban obligados a asumir la disciplina que debe estar vigente en centros educativos de cualquier naturaleza. Fue tal la violencia que emplearon los del grupo que querían protestar, que lesionaron a varios miembros de los cuerpos policiales que no pudieron repeler los actos de indisciplina y agresividad.
Estos actos contrastan con los ambientes de respeto que deben primar en planteles educativos que deben servir de ejemplo a toda la sociedad. Son también preámbulos de un plan violento para desestabilizar el régimen y sacar provecho del caos que pretenden instaurar. La población ecuatoriana espera de las autoridades nacionales y educativas, policiales y de justicia que actúen con severidad para evitar que se propale este tipo de violencias que no sean ejemplo a seguir por los demás estudiantes de la patria.
Así comienzan los desastres en muchas localidades de nuestra América y del mundo: un pequeño grupo que no goza de respaldo popular inicia actos de violencia tratando de generalizarlos hasta conseguir la muerte de algún ciudadano para utilizarlo como bandera de lucha y tratar de culminar con la caída del régimen que trabaja incansablemente por mejorar la educación y convertir el talento humano como el reemplazo en el empeño de cambiar la matriz productiva y permitir el desarrollo de la sociedad.
La derecha oligárquica, agazapada en la penumbra, impulsa a través de los medios de comunicación la inquina para estimular los intentos desestabilizadores, para volver al pasado que condujo a la educación al despeñadero de la mediocridad.
El verdadero pueblo ecuatoriano debe reaccionar para impedir que la educación vuelva a ser instrumento de los grupos reaccionarios que pretenden lograr con mano ajena, de los jóvenes estudiantes, sus intenciones de este retorno al oprobioso pasado. (O)
