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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

Cómo se enriqueció nuestro idioma

17 de julio de 2018

Una avalancha de vocabulario indígena americano invade el español del siglo XVI. Flora y fauna desconocidas hacen que el español crezca como ninguna otra lengua europea lo había hecho hasta entonces (aún hoy, solo el inglés tiene más vocabulario).

Hay cientos de indigenismos, pero algunos se usan tanto que nos huelen a castizos, sin serlo. Carpa (tienda de campaña), caucho,  cacique (“en esta oficina hay más caciques que indios”) o curaca (el cacique andino)… los españoles que vinieron a América en el siglo XVI no solo entregaron oro a sus soberanos, sino además enriquecieron la lengua española.

Y mientras el oro se fue de Madrid a Génova para financiar el despilfarro de los reyes, los nuevos vocablos se quedaron en España. ¿Qué sería del mundo sin chocolate, cuyo nombre viene del náhuatl? ¿Sabía que cancha viene del quichua? Sí, canchas como las de Moscú 2018. Con razón no tenían mundiales en el siglo XVI.

La mayoría de préstamos lingüísticos son explicables. Pero hay misterios lingüísticos. Batata, nombre caribeño, es lo mismo que camote, nombre del náhuatl. Está registrado, a fines del siglo XVI, el vocablo “kumal” con el significado de camote en un diccionario castellano-quichua (quichua es la variante norteña del quechua de los Andes), publicado en Quito.

Ahora bien, en todas las lenguas polinesias -que tienen pocos hablantes pero que, geográficamente, abarcan medio mundo- “kumala” significa camote. ¿Mera coincidencia? ¿Quizás los polinesios introdujeron el tubérculo a las costas americanas del Pacífico ecuatorial y de allí pasó al resto de América? Imposible, la arqueología nos demuestra que el camote ya se cultivaba hace 8.000 años en el Perú.

Mientras tanto, hace menos de 3.000 años fue poblada Polinesia. Hay dos opciones: indígenas provenientes de Manabí (Ecuador) llegaron en balsas hasta Polinesia hace mil años y llevaron allá el camote, en una aventura tipo Thor Heyerdahl, o es una coincidencia lingüística chocante, unida al misterio biológico de una semilla “voladora”. (O)

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