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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

VII Cumbre: Del pasado al futuro

20 de abril de 2015 - 00:00

La VII Cumbre realizada en Panamá el 10 y 11 de abril (2015), marca un cambio en las relaciones hemisféricas. Estuvieron presentes 35 delegaciones, incluida Cuba, otrora excluida de las anteriores Cumbres, por lo cual la VII fue, realmente, una cumbre americana. La presencia de Cuba es el resultado de las posiciones latinoamericanas a su favor y contra el bloqueo, encabezadas por los gobiernos de nueva izquierda, que afirmaron la nueva era que vive América Latina.

A diferencia de la I Cumbre (Miami, 1994), en la que EE.UU., bajo la presidencia de Bill Clinton (1993-2001) quiso constituir el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), contando con la inicial receptividad de la mayoría de países con gobernantes inclinados al neoliberalismo (Ecuador con Sixto Durán-Ballén, 1992-1996), en la última los EE.UU. fueron el centro de las referencias por tres motivos: su acercamiento con Cuba; el decreto del presidente Barack Obama que consideró a Venezuela como “amenaza” a su seguridad interna; y el recordatorio que le hicieron varios gobernantes latinoamericanos (Cristina Fernández, Argentina; Evo Morales, Bolivia; Rafael Correa, Ecuador; Daniel Ortega, Nicaragua; Nicolás Maduro, Venezuela) sobre la historia de injerencias norteamericanas en la región, un asunto sobre el cual se mantuvo la contundente solidaridad latinoamericana con Venezuela y por el fin del bloqueo a Cuba.

Sin embargo, el presidente Obama, aunque reconoció que los EE.UU. no obraron con coherencia en el pasado, prefirió dejar atrás toda memoria histórica, enfatizando en su interés por mirar y encarar el futuro, demostrando con ello un cambio en la actitud de los EE.UU. Dijo: “Aquellos días en que nuestra agenda en este hemisferio a menudo suponía que Estados Unidos podía inmiscuirse con impunidad ya pasaron”. También el presidente cubano Raúl Castro, además de calificar a Obama como honesto y valiente, si bien no dejó de recordar el intervencionismo norteamericano, se manifestó dispuesto a seguir al futuro, reconociendo que Cuba tendrá paciencia y estará abierta a un “diálogo respetuoso y a la convivencia civilizada” con EE.UU. “dentro de nuestras profundas diferencias”.

Sin duda, a EE.UU. le conviene dejar atrás la memoria histórica, algo que América Latina no puede desechar, por más que las dos partes tengan que afrontar el futuro, superando el pasado. Pero también ha quedado marcada la diferencia: Norteamérica (EE.UU. y Canadá) es una región y América Latina es otra, y ambas se mueven bajo modelos, conceptos, valores y principios distintos sobre la vida de sus sociedades. Por eso, la VII Cumbre no concluyó con una declaración única, pues las diferencias resultaron evidentes.

Además, Cuba y los EE.UU. también marcaron un viraje en el discurso de corte latinoamericanista, pues los EE.UU. por fin parecen comprender la necesidad de superar su tradicional diplomacia imperialista sobre América Latina, región que, a su vez, en consonancia con esa actitud, podrá afirmar mejores criterios para la convivencia respetuosa e igualitaria con los EE.UU.

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