Hablar de educación es mirar el futuro y la construcción de un nuevo país, es contemplar un pueblo sin miseria y el advenimiento de la justicia social. Recuerdo el pensamiento de Confucio: “Donde hay educación no hay distinción de clases”. La educación, en general, consiste en enseñar a las nuevas generaciones, no lo que deben pensar, sino a pensar, reflexionar, crear y practicar valores para servir a la patria y a sus semejantes, desde su sitio de trabajo. El gobierno del Buen Vivir ha considerado invertir esfuerzos para lograr cambios profundos en el sistema educativo, con proyección a mejorar la calidad de la enseñanza y graduar eficientes profesionales en las distintas ramas del saber humano y para ello se ha preocupado en aplicar correctivos severos en el deficiente manejo administrativo y académico, en sus tres niveles, que atentó contra los altos fines de la educación, constantes en la Constitución, entre otros, “elemento indispensable para el ejercicio de los derechos y la construcción de un país soberano en su condición de eje estratégico para el desarrollo nacional”.
Escuelas, colegios y universidades entraron a las reformas contempladas en las nuevas leyes educativas en vigencia. Miles de profesores atados al ocio del pasado se retiraron como jubilados, otros se mantienen en el magisterio, resistentes a los cambios y en abierto boicot contra los nuevos administradores del sistema. En la selección para cubrir las vacantes, los aspirantes deberán demostrar sentido vocacional, capacidad y convencimiento de que su aporte, en la era del cambio, contribuirá en la construcción de la nueva patria.
Los columnistas, en su mayoría, de los medios comerciales, eluden exaltar la obra educativa que avanza en todas las regiones del país con el carácter prioritario e indagan pormenores para fustigar al régimen en ese ámbito. Relatan con exageración casos aislados de alumnos inconformes en el proceso de matriculación y exhiben fotografías de locales con daños en su estructura y sin pintar.
Disimuladamente critican la decisión del Ministerio de Educación de construir unidades educativas en los sitios donde se desarrollaban ferias cada año en octubre, en el colegio Guayaquil y en Durán. Silencian que durante la Presidencia de Rafael Correa, según la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades), se han invertido más de 1.000 millones de dólares en la construcción de las universidades Yachay, De las Artes, Ikiam y Nacional de Educación. Entre 2007 y 2013 se han entregado 7.166 becas a los mejores estudiantes del país. Esta inversión representa 30 veces más de lo que entregaron los siete gobiernos anteriores juntos. Jóvenes incorporados a la etapa del cambio aprecian con transparencia una nueva política por las gigantescas obras impulsadas por el régimen del Buen Vivir en el área de la educación.
La educación en la actualidad es de primera calidad y gratuita en los niveles primario, medio y superior. En el país funcionan 44 escuelas del milenio y otras constan en el proyecto de construcción de locales escolares. El Gobierno considera que la educación es el eje del progreso y bienestar social, pero que es indispensable la presencia de maestros del siglo XXI, con principios definidos y con fe en los jóvenes como los nuevos y eficientes conductores de la patria.
Sectores estudiantiles, padres de familia y gremios coinciden en que se está mejorando la calidad de la enseñanza y celebran con beneplácito el nuevo modelo de bachillerato, porque responde a la necesidad de incorporar a los jóvenes al mundo de la creatividad en relación con su vocación y aptitud. Todavía faltan tramos por recorrer para alcanzar la excelencia educativa y para ello se requiere el concurso de todos, incluida la prensa comercial que, comprometida con la derecha política, se resiste a ofrecer colaboración a la obra del gobierno de la Revolución Ciudadana.