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La reacción fue inmediata. Los gobiernos de Sudamérica no dudaron en respaldar a Ecuador frente a la amenaza del Reino Unido de invadir nuestra embajada en Londres para intentar detener a Julian Assange. Varios premios Nobel hicieron lo mismo, así como personalidades de todo el mundo con pleno reconocimiento, no solo intelectual, cultural y político, sino de honestidad y decencia.
Desde el balcón de la embajada, Assange agradeció la decisión de Ecuador calificándola como valiente. Y en verdad lo es. Atrás quedaron los tiempos en los cuales apenas se asentía, con la cabeza gacha, los mandatos de las grandes potencias. Siempre había un pretexto. Gobiernos y cancilleres que respondían a los intereses de grupo o particulares y no a los intereses nacionales. Esos mismos cancilleres y embajadores que hoy aparecen intentando generar miedo por las represalias, sobre todo comerciales, que el Ecuador podría recibir. En verdad, nuevamente, los miedosos son ellos.
Aunque ya no debería, no puedo negar que me sigue sorprendiendo la forma en que los medios privados y sus comunicadores que ayer alababan a Julian Assange, hoy critican la decisión del asilo, por el solo hecho de que proviene del ejercicio, libre y soberano, del presidente Correa. Incluso han llegado a negar el aporte de Assange para develar los abusos más atroces que han permanecido ocultos bajo la denominación de documentos clasificados y secretos.
No deja de sorprenderme que comunicadores y periodistas que ayer defendían los derechos humanos y las libertades, hoy califiquen a Assange como un simple hacker, o lo que es peor, como un simple violador, cuando ni siquiera se le ha abierto formalmente un juicio por esta causa. Un comunicador (ex presidente de Aedep, claro) sin ruborizarse llegó al extremo de juzgarlo y sentenciarlo: “Ecuador está protegiendo a Julian Assange que es un pirata, un hacker, un violador, un Robin Hood que roba información a los ricos y reparte a los pobres. Luego él hace un negocio. Vende a los de la derecha y a los de izquierda”. Grave acusación. De ser así, los diarios ecuatorianos que recibieron los WikiLeaks deberían decir cuánto pagaron a Assange. Y es más, El Telégrafo también debería revelar cuánto pagó para publicar los WikiLeaks que los otros diarios, teniéndolos, no publicaron.
Como bien dice el cineasta Michael Moore, que también en sus documentales ha develado los abusos del poder, “WikiLeaks existe, en parte, porque los medios dominantes no han cumplido su responsabilidad. Las corporaciones que son sus propietarias han diezmado las redacciones e impedido que los buenos periodistas hagan su trabajo”.
Al fin tenemos un gobierno soberano. Y en el ejercicio de esa soberanía decidió proteger la vida de un comunicador, también valiente, quien logró revelar los documentos que prueban los abusos más atroces del mayor poder del mundo. Y eso no solo merece respeto y protección, sino también agradecimiento.